Street Fighter IV: Occupy Wall Street DLC, de Capcom
Que las compañías aprovechen las modas es algo tan connatural al capitalismo como el hecho de la necesidad en sí de la moda como catalizador de cierto criterio masificado de los consumidores; la moda es una concatenación de referencias, originadas en o llevadas al, consumidor en una forma comercialmente deseable. Bajo esta bandera cualquier cosa puede ser objeto de ser convertido en moda, lo cual incluye los actos revolucionarios. Es por ello que no debería extrañarnos que, sistemáticamente, se haya intentado llevar hacia una categoría de elemento estético mercantilizable los diferentes eventos socio-revolucionarios que están ocurriendo a lo largo y ancho del mundo capitalista. Es por ello que Capcom, sagaz y exprimecuartos, ha sacado este Occupy Wall Street DLC para Street Fighter IV para aprovechar monetariamente la crispación actual: sacude al rival al que legalmente no puedes tocar; polémico lema incluido.
EL DLC aporta un pequeño modo historia que nos narra como las protestas a lo largo de todo el mundo han dificultado la celebración del torneo callejero de artes marciales que da nombre a la saga, incluso produciendo que alguno de sus personajes se involucren activamente. Dhalsim se ha convertido en un auténtico mito viviente en la Comisión de espiritualidad de 15‑M mientras Zangief parece sentirse en su salsa bailando prisiadka al ritmo de Kings of Leon; Shadowloo, por su parte, ha encontrado en todo este movimiento de frustración la herramienta para hacerse con el poder: mientras la policía controlen estos movimientos insurgentes ellos tendrán más patrón de movimiento para hacer lo que les plazca. De éste modo el combate se desplaza en favor de una lucha donde cada cual defenderá su punto de vista, siempre anclado en profundos intereses personales, intentando hacerse campeón para ser una figura inspiradora para los seguidores de sus respectivos movimientos que les lleven a la victoria… o dominar el mundo.
De todos modos negarles la originalidad y el intento de ir más allá en lo que tiende a ser un DLC sería muy hipócrita ya que, al menos, parece que lo han trabajado de una forma lustrosa para hacer la experiencia lo mejor posible. Esto se debe a que, junto con el renovado modo historia, se da la inclusión de dos escenarios (Occupy Site y 15‑M Place) además de dos personajes (M. Moore y LT. John) que añaden un tono más particular a este surrealista DLC.
Por ello no estaría bien dejar pasar por alto el hecho de la inclusión de Michael Moore como personaje jugable al convertirlo en, quizás, uno de los más desproporcionados pilares del juego. Con una defensa casi impenetrable, basada en los contraataques continuos ‑y algo tramposos, se ha de admitir‑, los jugadores que estén más cercanos de Moore verán como sus enemigos caen brutalmente humillados ante una marea de casi 100 kilos de demagógico dolor retórico; a la hora de la verdad el John Pike tampoco se queda atrás. El policía, con un estilo calmado pero muy contundente, despliega una variedad de movimientos salvaje que remata con el Ultra más poderoso de todo el juego, Injustice Mist, que si llega a ser aplicado ‑hecho dificil, es fácilmente esquivable pero inbloqueable- mandará a nuestro rival a morder el polvo. Por ello estos personajes gustarán a los tipos de jugadores más clásicos y puristas, que aberran el cambio o las novedades en las formas de la lucha.
Esta manipulación de la realidad social, este convertir en moda el descontento, es un hecho que podría considerarse repugnante pero, en última instancia, no es más que un rasgo propio de los tiempos que nos ha tocado vivir. Por ello Capcom, al menos, ha elegido la forma más respetuosa, trabajada y amable de presentar este combate que se está dando en algunas plazas del todo el mundo entre el 99% y el 1%: enseñándonos las dos caras de la misma moneda desde el fantasioso mundo de las hostias cuasi-cósmicas. Y, a quien no le guste, siempre puede apagar el monitor, salir a la calle y protestar por los derechos que ya hace mucho que no son suyos.
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