Superjail!, de Christy Karacas
La noción de que los dibujos animados es algo para niños está ya más que superada desde el mismo instante de la aceptación de que existe un público que ve en la animación algo más allá que un sustituto perfecto de la mirada paterna hacia lo que absorben esas pequeñas esponjas llamadas niños. Aunque esto no sea nada nuevo, aunque si relativamente nuevo en el ideario popular, podríamos afirmar que es una tendencia en alza al hacer cada vez más patente que, dibujos mediante, se puede caracterizar usos y maneras propios de un imaginario no-infantil. Quizás quien mejor caracterice este espíritu sean los desquiciantes trabajos producidos para y emitidos en Adult Swim, el espacio de animación adulta de Nickelodeon. Y, con especial hincapié, cabría hablar de la posición que ocupa en este imaginario adulto la psicotrónica acción de Superjail!.
Por supuesto la noción de adulto puede variar tremendamente según lo que entendamos por esto, y en este caso hablaríamos de la inclusión nada soterrada de un índice de violencia que dejaría la escala Mutoh en una broma infantil si intentaremos hacer desde ella una medición de su sanguinariamiento habitual. Y es que la serie, lejos de mcguffins tan ridículos como innecesarios, trata única y exclusivamente de como las relaciones en una macro-cárcel dimensional se tuercen hasta que todo acaba en el abuso incesante de la violencia; no hay mayor nexo narrativo que la creación de un ambiente de hiper-violencia constante. He ahí lo interesante de la serie, por otra parte, ya que ante el total desinterés por crear una trama narrativa consistente, incluso dentro de lo auto-conclusivo de cada episodio, se permiten tomar un cierto ambiente que colonizan como propio convirtiéndolo en el método a través del cual articular toda la serie. Lejos de intentar seguir una lógica narrativa común, basan todo su discurso humorístico en una estetización constante de la realidad ontológica de su mundo a través de la violencia.
En esta estetización vemos claros dos niveles a través de los cuales se sostiene toda la creación de la serie: los rasgos infantiles de la animación y la articulación adulta ‑de violencia extrema, pero también de índole sexual- de las acciones de sus personajes. Es de éste modo como en lo visual hay una tendencia aparente hacia lo infantil e inofensivo, hacia un ideario de fantasía de monstruos adorables, que sin embargo no se cumple en la acción; esta estetización del mundo no se origina por la imagen si no por la acción práctica que se da en ella. En Superjail! las imágenes se descomponen de su ideario estético primero para sumirse en una hipérbole donde, para alimentar su significación, adquieren las cualidades que les son propias a las acciones que acometen, que son siempre disonantes con su estética. El caso más claro sería el personaje de Jailbot en el cual encontramos una estética adorable, de personaje robótico encantador, que sin embargo sus acciones siempre van en consonancia para el cumplimiento de un brutal vertido de sangre, vísceras y otros objetos contenidos en los cuerpos disponibles más cercanos. En éste sentido se podría decir que sólo la acción (violenta) carga de auténtico significado las imágenes significado que es, a su vez, contradictorio con el propio imaginario estético precedente.
En tal caso la acción se enmarca como ámbito disposicional de la estética, y no sólo de la física o de la ética, al estar cargada de discurso que implementa en los objetos (estético-instrumentales) del cual es acción propia. O, lo que es lo mismo, la acción, en tanto hecho cargado de significación propia, se inscribe como un virus que necesita de un objeto agente a través del cual actuar y que, a su vez, modifica al circunscribir como del objeto agente las consecuencias propias de esa acción, por otra parte, no-autónoma. De este modo la imagen se desnecesariza al acontecer sólo como tabula rasa a través de la cual se circunscribirán los acontecimientos propios de la acción.
Las consecuencias que esto conlleva es que ya no se puede juzgar por la estética propia de un acontecimiento dado, de la imagen de un objeto cualquiera, sino que se debe hacer necesariamente por las acciones que acomete éste en su seno. De éste modo aunque quisiéramos considerar que Superjail! es una serie infantil porque tiene un estilo naïf tendente hacia el preciosismo infantil eso no hace que la serie sea, de hecho, infantil. La violencia que se desata en ella define en un trasfondo real de forma más profunda y definitoria que es la serie que el hecho en sí mismo de que es lo que parece. Es por ello que la serie renuncia a toda clase de argumento más allá de críticas ligeras, que no por ello ausencias de inteligencia, donde se tratan problemáticas adultas profundas desde el desprejuicio del que se sabe que se hace entender a su público desde su manera misma de narrar, sin necesidad de subrayar hacia quien se dirige en la forma que asume su discurso. Las imágenes nada dicen sino van acompañadas de las acciones que constaten la realidad de sus objetos.
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