Cuando la imposibilidad alcanza al hombre como una maza venida de los cielos que le hace caer de improviso contra el suelo, sin ningún aviso de que tal cosa ocurrirá, se intenta buscar siempre un porque. Cuando no hay razón alguna para justificar lo pasado seremos capaces de crear cualquier imaginativa recreación para justificar lo acontecido; para acallar nuestras conciencias. Y esto es lo que ocurre en El Médico Rural de Franz Kafka adaptado al anime por Koji Yamamura.
El médico rural que da nombre a la historia tiene un aviso de urgencia en una casa lejana con tan mala suerte de que su caballo está muerto. A su vez nadie del pueblo osará ayudarle salvo un desconocido que se cobra en forma de la joven asistenta del buen doctor. Así emprendemos un viaje entre el imaginario surrealista que desata Yamamura donde el espacio y el tiempo son dos confluencias del mundo en el ser. Todo lo que ocurre no es más que la meticulosa y tramposa recreación de la mente del médico, intentando averiguar como pudo ser que su paciente muriera sin que el pudiera hacer nada. Así la miseria de uno mismo, de los demás y, finalmente, de la fortuna en su esencia misma acaban por ser acusados de traición por una muerte fortuita e inesperada. Nada puede hacer el buen médico ante un destino implacable; ante una naturaleza que no da concesiones a la fragilidad de los sentimientos humanos.
Al final lo único que cabe ante él es aceptar lo sucedido como culpa propia, como el destino jugando a los dados, con la increíble casualidad de no haber sabido llegar a tiempo cuando debió. Pero, a pesar de todo, el médico no podría haber hecho nada en ningún caso. Sólo en la aceptación de esa imposibilidad se encuentra el perdón a uno mismo.
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