Spider-man: El manga, de Ryoichi Ikegami
Una de las mayores dificultades contra la que se enfrenta cualquier artista a la hora de adaptar una obra cultural a otro medio o cultura es la resignificación de los códigos a su nuevo contexto; no es lo mismo la literatura que el cine del mismo modo que no es lo mismo la cultura occidental que la oriental: no es lo mismo Stan Lee que Ryoichi Ikegami. Así, viciada toda obra de una cierta perspectiva histórico social ‑que es, generalmente, completamente inconsciente: el artista retrata lo que conoce o cree conocer-, la resignificación de los significantes ve la problemática de que es necesario una comprensión particular de los significados. ¿Para qué necesitamos conocer el significado ulterior de la obra para trasvasarla a otro género o cultura particular? Esencialmente, para dos posibles vías alternativas de como realizar esta resignificación: la mímesis o la recomposición de la obra. En la mímesis se debe entender los significados profundos de la obra para, una vez entendidos estos, poder crear una serie de significantes a través de los cuales se pueda enfatizar los valores propios de la misma; en el recomposición se aprehende el significado para, en último término, descomponer a los significantes de tal significado para dotarle uno propio nuevo.
El caso de Spider-man, en tanto entidad mitológica que define una cierta conformación particular del hombre heredada desde la antigüedad: el héroe trágico, es paradigmático porque cualquier transformación que este sufra no puede ser contenida en una recomposición del significado sin cambiar su significante, pues si obliteramos toda noción mitológica de Spider-man deja de ser él. Es por ello que, bajo esta perspectiva, Spider-man está situado en el mismo nivel que los héroes de las tragedias clásicas y románticas al ser el personaje que necesariamente ha de vivir en la tragedia, cayendo en el dolor constante de un mundo y un poder que se escapa de sí mismo. Por eso toda contextualización del personaje, sea esta en cualquier dirección o forma, ha de pasar necesariamente por una resignificación de los significados aun cuando puede cambiar completamente sus significantes; en tanto conformación mitológica Spider-man sigue siendo tal en tanto su significado es el mismo en todas sus conformaciones aun cuando medie un abismo brutal entre sus significantes.
Ahora bien, en la obra de Ryoichi Ikegami encontramos una repetición stricto sensu de todos los significantes propios de Spider-man: el personaje es picado por una araña radioactiva, vive con su anciana tía, es un estudiante del cual se ríen en clase, es rabiosamente inteligente y tiene un sentido de la moral desarrollado quizás en exceso; Peter Parker es Peter Parker tanto en EEUU como en Japón. Por otra parte sus aventuras, aun cuando cambian de contexto ‑transcurren en otro país, hay implicadas terceras personas desconocidas en los cómics originales y hay más auto-consciencia de sí- no hay un auténtico cambio de significantes que determine en sí una deriva del personaje. Pero hay, como mínimo, una conformaciones nueva y dos evento que nos dan lugar a una aproximación más cercana a la recomposición del personaje: la ausencia del tío Ben además de una frase y la muerte de Electro. En el primer caso, ante la ausencia de una figura del maestro, el personaje pierde uno de los carices más arquetípicos del héroe: no hay una razón específica para que el mismo luche, pues no asiste a perdida que le azuce hacia la aceptación de su propio destino; no hay destino como tal, la decisión de convertirse en héroe no se da de una relación a posteriori con los eventos (el héroe se responsabiliza con respecto de sus poderes por la muerte del tío Ben a manos de un criminal al cual no derrotó por egoísmo) si no a priori (el héroe se responsabiliza con respecto de sus poderes ante la necesidad de ayudar a su amiga Rumi cuando esta la necesita).
Spider-man, en su personificación japonesa, ha perdido ya toda connotación de héroe clásico, ¿qué pasa con respecto a Electro entonces? En primera instancia resalta la primera frase que éste le dedica al héroe: así que hay otro monstruo como yo. Con éste sardónico saludo nos muestra ya un componente completamente nuevo de ambos personajes, conscientes de estar fuera de las connotaciones propias de algo así como una naturaleza humana, situándose en el terreno de una suerte de entidades post-humanas, de monstruos; son el sueño de la razón personificado en ridículos trajes de vivo colorismo pop. Al final, cuando accidentalmente Spider-man mata a Electro, descubrimos que éste era el hermano perdido de su amiga Rumi: la tragedia vuelve de forma espectacular ‑espectacular en un sentido situacionista: como algo que se ofrece desde los vicios propios de una sociedad del espectáculo, de la insatisfacción constante de las necesidades‑, y hace al héroe sentarse ante la más atroz de las posibilidades para el hombre: estos… estos poderes que poseo… ¿serán realmente algo bueno? No hay tragedia por la derrota o la perdida, algo propio de la cultura clásica y romántica, la tragedia sobreviene al héroe en un triunfo que supone hórrido ‑triunfo impropio del héroe, matar a un hombre bueno en circunstancias desesperadas; el Spider-man de Ikegami no es un héroe clásico, es un héroe contemporáneo.
¿Hay algo de mitológico entonces en este Spider-man? Por supuesto, sólo que en vez de ser una nueva conformación del héroe clásico griego, que se nos ha mostrado como la conformación hegemónica de la tragedia durante más de dos milenios, se nos presenta en una nueva forma, a través del triunfo trágico de sí mismo. Es por ello que si Spider-man clásico, el que procede de la tradición mitológica anterior, se define a través de un constante cuestionamiento trágico de la perdida, pues todo el mal que en él se conduce es renunciar a lo que el desea por traer la paz en el mundo, el Spider-man japonés es una aspectualización completamente diferente del héroe: éste se siente culpable de los eventos que propicia con sus poderes, independientemente de que la sociedad lo consideré un paladín la justicia.
No hay nada del pensamiento de la tragedia en la Grecia clásica, esa que tanto admirarían los filósofos del XIX, en el Spider-man japonés. En él sólo encontraríamos la visión que tiene un japonés de lo que debe ser un personaje bien tamizado por una mitología fundada en el cristianismo, pues el héroe debe llevar constante la culpa de su propio poder en el mundo en el corazón. No hay voluntad heroica ni tragedia externa del héroe, porque si el Spider-man americano era un adalid del mundo como tragedia, un héroe eminentemente judío al situarse siempre como abandonado y castigado por Dios, el Spider-man japonés es la personificación del héroe cristiano, pues está incesantemente cargando siempre con la culpa a la espalda. No hay nada particularmente japonés en esta historia, más allá del estilo más marcadamente manga y sus localizaciones obviamente japonesas, sino que todo a través de lo que se construye esta nueva conformación de uno de los héroes más populares de la contemporaneidad es a través del cristianismo de los devotos flagelantes de los pasos de semana santa. Héroe arácnido, nunca conocerás el dolor más allá de tu conciencia.
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