Ultimate Spiderman: Poder y responsabilidad, de Brian Michael Bendis
La peculiaridad de los mitos es que, a pesar de tratar realidades consideradas universales dentro de una cultura dada, necesitan de ir evolucionando para funcionar de la forma más adecuada posible en cada momento de su historia. Es por ello que la Odisea de Homero que nos llega hoy, por poner un ejemplo particularmente notorio, no se parezca en demasiado a la misma historia que pudieran haber escuchado las gentes cien o doscientos años antes aun cuando siempre se remita a la misma historia. Es por ello que una re-interpretación de un antiguo mito, lejos de ser una aberración como sostendrían muchos, es más bien una evolución connatural al acontecimiento mismo del mito: en tanto mito debe dirigirse a nuevas generaciones en cada ocasión adaptándose a lo que estos desean escuchar en su propia forma. Es por ello que los cómics de superhéroes, herencia natural de la mitología del pasado, tienen dentro de sí el germen del volver a empezar de forma constante, de contar de nuevo a los jóvenes en un sentido más cercano al suyo la historia de su mitología.
Bajo este paradigma la idea de Marvel de relanzar todos sus superhéroes bajo una nueva linea, la linea Ultimate, donde se volvería a contar la historia desde sus orígenes y actualizándolos a los tiempos que corren allá por el principio de siglo no fue sólo una decisión de marketing, sino también de adopción de las nuevas formas de narración. Los nuevos jóvenes, los que no han conocido los orígenes de los héroes mitológicos, se encontraban completamente perdidos ante historias que se solapan entre otras historias narrando hiperbólicas batallas que siempre remitían a un hecho anterior desconocido; la mitología, cuando alcanza un cierto grado de complejidad, tiende a colapsarse en su propia dificultad ante la imposibilidad de los nuevos adeptos del mito para conectar con todo el volumen de información que deben seguir para saber que ocurre ante ellos. Esto, que no deja de ser una obviedad, es lo que obligó en cierta medida a Marvel a re-lanzar todo su cosmos super-heróico ‑al igual que hizo, esta más recientemente, DC- comenzando con una nueva génesis para sus entidades mitológicas: para llegar hasta los jóvenes de hoy tenían que hacer que tuvieran una ruta de entrada simple a un universo potencialmente infinito y atemporal.
En éste sentido Ultimate Spiderman no es más que la actualización de los códigos (la forma) sin tocar lo narrado (el contenido) de Spiderman para así poder seguir transmitiendo los mismos valores a una nueva generación; quizás ahora Spiderman sea otro Spiderman ‑al igual que su origen es otro, ¿qué sentido tiene la radioactividad en la era de la reproductibilidad química?- pero de hecho sigue transmitíendonos los mismos mensajes. He ahí el principal reto de todo mitología, la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos con los cuales le toca lidiar pero sin dejar nunca de transmitir el mensaje esencial que está circunscrito a aquellas historias que cuenta.
Cuando pretendemos contar una historia de Spiderman hemos de partir siempre, por necesidad, del paradigma que representa el héroe en la tragedia que suponemos es su vida: el mensaje de que todo poder conlleva una gran responsabilidad. Este mensaje, quemado ad nauseam en los cómics del hombre arácnido, es el leit motiv esencial de toda su actividad como héroe; ¿qué queda de Spiderman si sus poderes no son una fuente de infortunio tan grande como la posibilidad de que le dan de destacar, de ser algo más que un mero mortal? Nada. Por eso la reinvención de Brian Michael Bendis del héroe es particularmente genial, en tanto no sólo respeta sus orígenes sino que le da una capa extra de credibilidad en su nuevo contexto. Ahora Peter Parker es un empollón de quince años fracasado, víctima del bullying brutal de sus compañeros que de la noche a la mañana se ve con una serie de poderes ignotos a causa de una araña que deambulaba libre por donde no debía. Estos poderes causarán que sea más popular y los matones dejen de meterse con él, pero también harán que sus notas bajen, su familia soporte una grave problemática económica ante la posibilidad de una denuncia hacia ellos y que, sí, su tío muera por su propia irresponsabilidad; un gran poder conlleva una gran responsabilidad, si le das un poder excesivo a alguien que nunca ha conocido el poder necesariamente se estrellará contra el muro de la realidad.
Lo interesante de la obra de Bendis está ahí, en como Peter Parker pasa de ser un fracasado cualquiera a ser el chico más popular del instituto por la adquisición de sus poderes. El mensaje que nos transmite el personaje, el que siempre ha estado ahí desde su génesis, se enfatiza precisamente en lo convulso cotidiano de su vida; la problemática que sostiene Peter Parker en su vida ya no son las luchas contra rivales monstruosos o su propio egoísmo, es la propia confusión e incapacidad de canalizar sus poderes ante la ignorancia con respecto del poder: no es que actúe mal, es que no sabe como reaccionar en esta nueva tesitura. Cada fallo, cada estupidez que comete, se carga sobre sus hombros como una losa brutal que nace exclusivamente de su incapacidad para controlar un poder excesivo que nunca antes había conocido. No es que él actué de forma altiva y por ello sea incapaz de ver que sus poderes perjudican a los demás, es que él mismo es incapaz de calibrar sus poderes de tal modo que no se vuelvan contra sus propios intereses particulares.
¿Qué ocurre entonces en la saga Ultimate con el mito? Que su forma cambia, se adapta a las normatividades propias de su tiempo ‑el origen no es radioactivo sino químico; Peter Parker es un adolescente maltratado y no un pre-universitario listillo‑, pero jamás evade el mensaje que siempre ha intentado transmitir a través de su propia existencia. De éste modo Spiderman sigue siendo un sufridor nato, un pobre hombre que ve como todos sus esfuerzos por controlar su poder le lleva a sumergirse cada vez más en un pozo oscuro en el que cada vez más enemigos e intrigas (cotidianas y superheróicas) se van sumando de forma sistemática en el recenso de su propia existencia. De éste modo la tragedia siegue presente ahí, sólo que de otra forma, lo cual induce la inflexión que llevará constantemente a Peter ante la necesidad de recordar que cada día que pasa siendo Spiderman, sólo por el poder que tiene, está en la responsabilidad de usar ese poder y ser afectado por él. Cualquier subterfugio o intento de desentenderse de sus poderes se verá premiado con un sufrimiento más que podría haber evitado sino hubiera renegado de aquello que es, de aquello que está circunscrito en su esencia misma, como si de hecho pudiera escapar de su condición trágica. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad porque el poder, aun cuando no es usado, o con un especial énfasis cuando no es usado, siempre es una fuerza coactiva que nos somete al y sí… de no haberlo poseído, de no estar en la condición de haber podido evitar lo que sólo nosotros podríamos haber evitado.
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