¿Qué relación existe entre aquellas cosas que no tienen relación? Lo más sencillo sería aducir que de hecho no existe ninguna relación, pero si hilamos más fino nos daremos cuenta de algo esencial: las relaciones son siempre algo que se da soterrado al respecto de su propia existencia; no importa que yo haya una relación a priori entre dos cosas, en cualquier caso siempre se puede establecer una relación entre ellos que siempre estuvo ahí de facto. No existe una relación entre el 11‑S y el 11‑M pero, en tanto los periodistas asistieron ante la posibilidad de una relación, ambos eventos se encontraron unidos como equivalencias de un mismo acto para sus respectivas naciones, por dissimiles que en forma y fondo éstos fueran. Las relaciones no tratan sobre la realidad, sino sobre nuestra capacidad para hilarlas en una narración coherente.
V no es más que la plasmación práctica más coherente de éste principio básico de la historia. La letra «V» es de hecho, por sí misma, un ejemplo de como se conectan dos puntos distantes para formar un todo correlacionado: dos puntos dispares se coenctan en lineas descendientes que les unen en un punto que les era tan ajeno a ambos como ahora les es común; los conceptos se relacionan no por aquello que tienen de común, sino por aquello que se les puede aducir como común. Por eso la novela va alternando capítulos, la búsqueda de Herbert Stencil de una incógnita en forma de mujer llamada V y las peculiares historias que éste ha conseguido ir recopilando al respecto de la existencia de la misma, hasta eclosionar en un final donde adquiere un sentido al entrelazar ambas partes, hasta ahora, sólo conectados por algo hipotéticamente común en ambas. Pasado y presente, ficción incoherente y ficción plausible, V y Stencil: 「V」.
La dotación enferma no deja de ser, bajo esta perspectiva, más que una proyección de esa construcción en «V» que da sentido al conjunto de la novela: en un lado, los filósofos y artistas que han conseguido pensar algo original en sus vidas; por otra lado, la dotación enferma que ha sido incapaz de hilvanar nunca nada que no sea un lugar antes pensado por otro hombre: su relación se da en la apropiación del pensamiento del otro, de su descubrimiento etílico, incluso cuando no aporta nada nuevo en él. 「V」. Su pensamiento surge de derivar desde el otro la posibilidad de una relación, de un lugar en común entre la genialidad y la necesidad, para así poder constituírse en un todo con un significado que vaya más allá de su propia imposibilidad de constituírse como algo más que aquello que son, como algo más que una dotación enferma. Ellos están, como los filósofos, como los artistas, enfermos de muerte. Su relación es eso que tienen en común de preocupación ante un algo que se les aparece en el fondo de una botella o de una fiesta, la necesidad de desarraigarse del común de los mortales para intentar encontrar una respuesta; la fiesta o la intelección, como si no fueran lo mismo.
¿Y Benny Profane? Un fracasado que siente pasión por otros fracasados aun mayores sin percatarse de que él tiene un honor del cual ellos carecen, y por eso es incapaz de encontrar su lugar en el mundo: cuando encuentra una relación con el otro, una relación verdadera que no requiere racionalizar el acontecimiento que lleva hasta ella, se deshace de ella. Es más fácil huír de Rachel que asumir que ahora les una una relación, que dota de pleno sentido a ambos, que antes no existía. ¿Y su relación con Pig Bodine? Bla, bla, bla-bla.
Intentar dilucidar que hay detrás de V, como si hubiera algo más que una impresionante oda pop en forma de imposible ejercicio de estilo, sería un proceso que podría llevarnos toda una vida de relaciones que podemos ver allí de forma evidente: 1) la religión como catalizador de narrativas espurias, 2) el cuerpo como proyección de los sentimientos, 3) la revolución como un momento del orden, 4) el caos como constante de toda acción humana, 「V」) la noche sin luz, el sueño sin inteligencia, como aniquilamiento del ser, 6) la guerra como relato vivido que abre una brecha entre generaciones, 7) la imposibilidad del amor en el corazón de aquel que huye de sí mismo; por decir sólo algunos. Pretender poder reducir la infinidad de ideas lanzadas en V en una sóla narración totalizadora, daría como resultado V. Nunca otra cosa.
V es la mente de Thomas Pynchon estructurada de la forma más literal que jamás haya podido desarrollar. Tan literal, que es puro estilo definiendo una tesis ausente. Por eso hablar de ella nos obliga a hablar de él, como si fueran una (cor)relación indisoluble en tanto uno necesita de la otra para poder darse tal y como lo hemos conocido; ¿es posible imaginar un Thomas Pynchon que nunca hubiera escrito V? Algunos dirán que sí, pero V grita «no». Grita con virulencia y pasión, levantando tsunamis de sentido, de relaciones invisibles que literaliza como posibilidad: es un ejercicio de estilo, una tesis filosófica y literaria, un bestseller; carece de cualquier defecto, de una mínima arista que pueda dañar el conjunto — posee la extraña capacidad de embrujarnos, llevarnos más allá de lo soportable, obligarnos a leer de otro modo: es un bestseller que nos obliga a leerlo como si fuera un gran tratado de filosofía; es un gran tratado de filosofía que nos obliga a leerlo como si fuera un bestseller. Porque si alguien se pregunta quien o qué es «V» al acabar el libro, hará bien en retomar las clarividentes palabras de Pynchon:
Lo que son para el libertino unos muslos abiertos, lo que es el vuelo de los pájaros migratorios para el ornitólogo, lo que es una tenaza para el ajustador, eso es para el joven Stencil la letra V.
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