Tan extensas e ilimitadas vistas
son tan agradables a la imaginación
como lo son al entendimiento
las especulaciones de la eternidad y del infinito.
Joseph Addison
Sublime (en Left)
Enduser (con Sol Thomas)
2008
No existe hombre que no haya conocido nunca enfrentamiento con lo sublime: una tormenta extendiéndose hasta donde la vista alcanza, una canción que arrebata todo sentido de la razón, la presencia del amanecer en una ciudad que se pierde infinita. Lo sublime nos acompaña con regularidad en nuestras vidas. ¿A qué debe renunciar todo arte que desee erigirse como estética de lo sublime? De lo más primario: lo racional. Sólo en tanto ejerce la renuncia, le es permitido enfocarse en lo poético, lo irracional e inaprensible, para desde allí configurarse; si la música tiene un componente de sublimidad mayor que el resto de las artes es por su intrusión sentimental, su constante referencia hacia la comprensión abstracta de sonidos que, de forma directa, no significan nada.
Sublime, de Enduser, juega con la idea de sublimidad a través de la sensación de erigirse como algo incontenible en su mismidad para los sentidos, pero no sólo por su carácter estrictamente musical: su logro es también lingüístico y musical. Lingüístico por las oraciones de Sol Thomas, del cual no se entiende una sola palabra; ritual por no entenderse una sola palabra, ya que nos arroja al sinsentido: todo en ello se entrecruza en búsqueda de un sentido más amplio, a vista de pájaro, para dar la impresión de algo tan grande que su asimilación se torna imposible. No es una boutade afirmarlo. Al recitar lo que parece un idioma inventado, ininteligible en cualquier caso, fusionado con los sonidos cíclicos de la electrónica, el resultado es una oda lisérgica en el mismo sentido que los psiconautas afirman que las drogas psicodélicas son un método para contactar con lo trascendente: edifica un sentido más allá de la lógica, de todo aquello conceptuable de inmediato —lo familiar, lo inmediato, con el pop por cabeza visible en lo musical— enfrentándonos así con lo inenarrable.
Inenarrable, porque su narración es su imposibilidad. Al sintetizar la lógica de la electrónica, el trance como mistificación moderna a través de lo festivo, a través del componente religioso estricto, la ininteligibilidad y la percusión como regresión, no se convierte en himno religioso tanto como en parodia de los mismos, y por ello en su réplica: es sublime no por recoger los elementos de lo sublime, sino por sintetizarlos de nuevo bajo la lógica presente.
Alcanza lo sublime a través de la deconstrucción de los elementos de lo sublime, de la tormenta, del rito, de lo divino, penetrando en su propia contradicción creadora: aprehende lo sublime para conocerlo y replicarlo. Funciona, entonces, por ocultar aquello en lo que atenta contra lo sublime. Allá donde el artista debe llegar es a donde los demás hombres no sueñan siquiera con poder alcanzar.
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