Hay algo infantil en las nanas, no tanto por el hecho de su uso como somnífero natural para niños, sino por su capacidad para aunar lo armonioso con lo siniestro: siempre parecen ocultar algo, algo que va más allá de lo evidente, por evidente ocultando algo más allá de lo inmediato. Como si pretendieran dormir evocando conocimientos más profundos que el sueño. Su evidente componente artístico, casi místico, es la primera conexión vital con la utilidad inútil del arte; la nana da calma al perturbado, al igual que perturba al calmado, que es la función última de todo arte: llevarnos hacia estados más profundos del ser. No existe conexión más obvia que entre los juegos infantiles y la fantasía, y de ellos al arte, nanas incluidas, porque pretenden ver la realidad como algo más allá de lo que se puede aprehender en primera instancia. Las nanas, como los cuentos, como las leyendas, nos devuelven un mundo donde cada objeto es un pequeño dios dormido con una enseñanza que mostrar: que el dios sea tan oscuro como malévolo o tan dulce como risueño, es algo que escapa a su condición de «infantil».
El innegable componente experimental en Lullatone, no menos desarrollado que su espíritu infantil, dota de sentido compactador al conjunto de sus narraciones. Narraciones, porque más que melodías vaciadas de significación pretenden contarnos «algo» —uso no exclusivo de Lullatone, en cualquier caso, sino de todo arte, incluido el musical, salvo porque se suele ignorar por conveniencia el sentido narrativo de las artes que no emanen de la lógica literaria; mirada de burro, tirando el carro del mundo— valioso sobre nuestra existencia. De base sus canciones son nanas, canciones para dormir, para soñar, para encontrar paz, pero no por ello sus formas son pueriles; su trabajo con instrumentos poco ortodoxos, en particular carillones, y la introducción de elementos lo-fi, bossa nova y de musique concrète enfatizan la extraña ulterior que habita en su trabajo. Todo es pacífico, suave, amable. Blanda su aproximación, no por ello excluyendo que haya detrás un trabajo profundo, subterráneo, donde se pueda apreciar el conjunto como una bella pieza de vanguardia tan bien ejecutada, tan bien pulida, que carezca de cualquier sentido práctico apreciarla sólo por bella. Que lo es, pero no sólo. Sus fuertes latidos experimentales no se atenúan por su monería, por su candor, sino que se refuerzan a través de ella: demuestra que la vanguardia puede ser amable, cuestionar las formas de pensamiento artístico y social no desde la demolición, que sí desde la oposición, sino desde una agradable amabilidad.
Consignemos el superflat, movimiento artístico que debe a Takashi Murakami sino su existencia al menos sí su relevancia, relevancia sostenida en Lullatone: bajo colores brillantes, formas amables, imaginario infantil, consiguen transmitir una sensación de sosiego perturbado. Tratan lo infantil, pero no son infantiles. Su sexualidad cargada, sus referencias políticas o su mirada hacia el mundo como algo en ocasiones distorsionado, bien sea por grotesco o por amable, enfatizan su condición de rareza subrepticia; tiene forma infantil, pero no es infantil: la infancia es un asunto muy serio que requiere una madurez incontestable.
Durante siglos hemos malinterpretado el papel de lo infantil por considerarlo emanación de lo inútil, que lo es, pero no en sentido utilitarista. Como emanación de lo inútil con lo único que puede guardar relación es con aquello que resulta inútil, que por inútil tiene un valor netamente humano: el juego, el arte, el mito. No es que cuando uno alcance cierta edad deba, impositivamente, abandonar el imaginario de niñez, sumo pensamiento adolescente, o seguir enganchado a su imaginario con sentimentalismo naïf, condición crítica del peterpanismo, sino que debe abrazarlo desde la consciencia de contener algo más profundo que sus propósitos inmediatos: las nanas de Lullatone retratan una cierta verdad que va más allá de lo inmediato, de su intención aparente; por ejemplo, en el caso de Little Songs About Raindrops, transmitir las sensaciones que provoca estar bajo la lluvia. No es sólo música bonita, no sólo es música para dormir. Aunque, si se desea poder comprender ésto, se debe trascender la mínima condición infantil —disfrutar incondicionalmente con lo que se siente placer por el hecho de ser propio— para sumergirse en un sentimiento infantil crítico —disfrutar de las cosas no por estar dirigidas a nosotros, sino por saber por qué están dirigidas a nosotros; no sólo disfrutar lo que es bonito o nos da paz, sino saber por qué es bonito o nos da paz — , que está más allá del sentido utilitarista del mundo. Nada más infantil, más pueril, que buscar el goce por el goce, sin atender a sus consecuencias o razones.
Su re-apropiarse de la cultura infantil como algo también adulto, su puesta en cuestión de las lógicas normativas, se da en su fusión de lo formal y lo narrativo. Aquí, con Little Songs About Raindrops sus canciones aluden a las gotas de agua cayendo sobre diferentes tejidos, sobre las gotas en sí, sobre el agua o sobre el caer. Cosas que damos por hecho, vacías de significación. Por eso Lullatone las resignifica de tal modo que les da nuevos significados, escondiendo detrás de belleza amable profunda tristeza que sólo existe en tardes lluviosas: dulce melancolía de otro tiempo. La lluvia como juego infantil, como terror, como lágrimas ahogadas en el corazón. El propósito de Lullatone es conseguir el efecto sentimental que tiene sobre nosotros la naturaleza —en el caso que nos ocupa, la lluvia, los diminutos dioses de las gotas de agua, el aire jugando a sostener algo más pesado que sí mismo— a través de los efectos replicados de las leyendas infantiles. De las nanas.
Carece de sentido práctico juzgar Little Songs About Raindrops como un disco de nanas, sólo de nanas, como algo infantil que sólo incumbe a los niños, cuando su práctica deriva en una experimentación profunda tanto en lo formal como en lo sentimental. Porque las nanas, en tanto formas que ocultan verdades profundas del corazón, siempre están más allá de lo infantil: son la base de toda educación humana.
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