Black Super Power
Daniel Ausente
2013
Lo negro es bello. Intentar parecer más blanco, más ortodoxo, más normativamente bello, ocurre sólo entre las clases oprimidas; los negros quieren parecer blancos, los blancos negros cuando éstos se hacen raperos ricos, y la mayoría desean ser confundidos con ricos. Se desea parecerse al, por parecer ser, poderoso. Es algo que podemos ver en Black Super Power, historia sobre el super-héroe negro, por los papeles que asumen, de forma constante, la mayoría de los heróicos negros de cómic: comparsas del héroe blanco o copias tiznadas de otros anteriores. Próximos al poder, no parte de él. Quien no es Tio Tom es porque ni cabe bajo consideración (blanca).
La tesis de Daniel Ausente podría resumirse en que lo negro es bello, bello cuando se edifica según sus propios códigos culturales. Cuando Chester Hymes sitúa sus historias en un Bronx hiperbólico, es cuando lo negro es bello; cuando Shaf o Sweetback, estereotipos de la negritud, imponen su ley más allá de la del hombre blanco, lo negro es bello; cuando Muhammad Ali derrota a Superman —cobrándose venganza por todas las Grandes Promesas Americanas que lanzaron contra Jack Johnson—, lo negro es bello. Cuando no son comparsas de caucasianos super-héroes, donde los héroes de rasgos arios son norma (¿ejemplo de humor cuando la mayoría de sus dibujantes eran judíos?), cuando tienen preocupaciones que también van más allá del color de su piel, lo negro es bello. Sólo en tanto generan su propia cultura, una forma particular de abordar el mundo, pueden comenzar a poner en cuestión el poder hegemónico; pedir respeto asumiendo culturas ajenas como propias, o aspirando a ellas, es como exigir independencia económica viviendo del dinero de otro: no salen las cuentas.
Cuando el super-héroe se convierte en negro, primero lo es como comparsa, después como estereotipo, y al final como indistintición. Primero es incapaz, no puede hacer algo por sí mismo; después debe reivindicar aquello que es, reírse de su propia condición de chiste para crear cultura; y sólo entonces, con una cultura propia, con una lógica creada riéndose del que ríe, se puede soñar con la igualdad. Igualdad que nacerá de la diferencia, no de ser todos humanos, sino de ser tu negro y tu blanco y que de igual. Por eso es contraproducente arroparse en lo políticamente correcto, ya que ahoga cualquier posibilidad de subversión: un negro riéndose de los negros o un blanco mostrando la diferencia entre ambos, o viceversa, no tiene por qué ser ofensivo, pero sí será incómodo: acallarlos quizás alivie las vidas de aquellos más sensibles, pero también se aprovechará como arma política contra la integración. Nada debería amar más un racista que prohibir las representaciones raciales en obra o acto; si no hay representaciones raciales, si es imposible estereotipar o reírse o nombrar al negro, en una sociedad mayoritariamente blanca, éste acaba desapareciendo y, por no-representado, siendo silenciado.
Black Super Power se traviste de historia de los super-héroes negros, incluso de la historia pop negra, pero es mucho más. Es una reflexión silibina sobre las formas de representación y sus efectos político-sociales, porque sólo hay un modo de investigar cómo afecta la cultura en una nación: leyendo su cultura, su historia, sus cómics.
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