La existencia de estrellas del rock que no existen como tales en un plano físico es algo tan poco novedoso que es sorprendente que aun siga conmocionando al común de los mortales. Casi tan antiguo como estos son los episodios musicales de cualquier serie que se precie y, como no, toda la aberrante cultura del videoclip que hay detrás de la industria musical. Quizás por eso no nos sorprende en absoluto que en el décimo episodio de Panty & Stocking with Gaterbelt el tramo final esté dedicado al videoclip ‑creado específicamente para la ocasión- de una de las canciones de la serie, D City Rock.
Compuesta por TeddyLoid y cantada por Debra Zeer nos dan una canción que, aun con un fuerte aire electro house, se sitúa en los interregnos del pop más comercial pero con una vistosísima sobreproducción. La canción es como un tema de Katy Perry al que se le han ido añadiendo capa sobre capa hasta conseguir un tema de electrónica tan barroco como sencillo. Y es que se nota la mano de Taku Takahashi en la producción en ese suma y sigue bizarro, en la acumulación de sonidos tras la sencilla base que impusiera TeddyLoid en origen. Entre el electro juguetón de electrónica de elementos mínimos de Loid hasta las catedralicias composiciones de bajos distorsionados sin límites y samplers bizarros de Takahashi surge en medio algo nuevo: la canción perfecta que define la esencia misma de Panty & Stocking. Es caótica, va arrasando con todo a su paso, pero es infinitamente bella, indomable y, sobretodo, te encantaría poseérla aunque sabes que es algo imposible.
Pero las referencias visuales no son menos vistosas que su musicalidad, ni muchísimo menos. El vídeo como parodia de la cultura del videoclip de la que hablaba antes es una poco sutil pero muy certera burla y lugares comunes clásicos de la música de los últimos 30 años. Tras la enésima parodia de la portada de Nevermind ‑de verdad, dejen de hacerlas, jamás superarán ésta- pasamos por un cambio de vestuarios pasando por diferentes partes del mundo, parodiando las vestimentas que se suponen típicas del lugar y ya para continuar, un poco de estética Lady Gaga. Pero por supuesto hay palos para todos, desfilará la estética de Marilyn Manson, veremos como los Sex Pistols ahora son reciclados para niñas ‑que lo más rebelde que hacen en su vida es tomarse una cerveza con 17 años- o esa oscurantista referencia a Hatsune Miku en el escenario à la Black Rock Shooter. Todos los lugares comunes de las últimas décadas son demolidos en forma de un empacho de referencias que acaban deglutidos dispersamente sobre nosotros en el formato que parodian, el videoclip.
Hasta aquí parece que la serie ejerce una comunicación absoluta pero, ¿y si en realidad lo que está haciendo es una negación de la comunicación? Entonces tendremos que suponer que en Gainax conocen bien la obra de George Bataille. La lógica instrumental de la repetición de valores se ve quebrada a través de la improductividad ‑la negación- de su propia existencia. Y en esto Panty & Stocking son capaces de destruir a todos los niveles. El uso excesivo y sin ninguna clase de límite de Panty y la gula incontrolable por el dulce de Stocking son tan desmedidas que elimina cualquier valor instrumental, es una pura catarsis. De este modo se deshacen de las cadenas de un tiempo finalista y se circunscriben en un tiempo soberano ‑además, de un modo literal- al adquirir las alas de ángel que les eran negadas; en la negación encuentran su propia libertad. Y por supuesto la carcajada, la risa incontrolable y estúpida por la acumulación de referencias desprovistas de cualquier clase de instrumentalización es su modo de liberarnos a nosotros. Ellas son la anarquía, no por ser un caos, sino por ser la liberación de las formas opresivas de la política misma a través de la catarsis espiritual.
Si a ellas les liberan sus propios vicios, convirtiéndose en soberanas de su propio tiempo, el presente, nuestra liberación llega a partir no tanto de nuestros pecados como de nuestra carcajada inocente hacia las imágenes de los dioses de la contemporaneidad. Al reírnos de nuestros ídolos rompemos, durante unos instantes, las cadenas que nos atan al tiempo instrumental. Sólo los ángeles caídos viven una existencia soberana, una auténtica comunidad política.
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