утро, de утро
Que un grupo ajeno de la habla inglesa ‑y quien dice grupo podría decir artista de cualquier forma cultural, no necesariamente de música- consiga un cierto éxito internacional es algo tan utópico en la teoría como fascinante en el acontecimiento en sí. Esto acontece así debido al hecho de que ni el público está dispuesto a aceptar sonidos que no les sean ya familiares, lo cual condena casi todo al underground al más absoluto de los desconocimientos en el proceso, ni la crítica es capaz de aceptar algo que no entiende; la situación de la música actual es completamente anglófona en su incapacidad de ver más allá de su ombligo, ya excesivamente lleno de pelusa. Quizás porque precisamente combinan ambos aspectos para no marginalizar una música externa a los países anglosajones (ser en inglés y sonar familiar) Motorama han conseguido una modesta pero interesante visibilidad en Occidente: con su post-punk primitivo pero eficiente, sumado a unas letras insufladas de fervor juvenil, conquistar los corazones de los relamidos WASP ‑que son, a fin de cuentas, el grueso cultural de crítica y público- que se ven reflejados en estos rostros rusos que no son rusos. En último término, la única manera de conseguir un éxito en un afuera real es eliminar cualquier forma cultural que sea propia de la tierra para así poder introducir una indistinción que permita la familaridad absoluta en quienes los escucha, precisamente, por su eliminación de todo lo singular en él.
Si nos interesa de forma particular el como Motorama se ajusta dentro de esta purga de cualquier significación propia de su rusidad, es precisamente por el acontecimiento de que Утро están conformados por los miembros titulares de Motorama. Como no podía ser de otro modo existen entre los dos grupos algunos aspectos fundamentales que les hacen diferenciarse entre sí de forma radical: son más oscuros, ergo menos accesibles, y cantan en ruso; Утро, a diferencia de Motorama, están condenados de por vida a ser ignorados fuera de las fronteras eslavas. Si la versión mainstream se define por la familiaridad que asume dentro de tener un sonido estrictamente anglosajón, la versión underground se define en su oposición quiral haciendo que su extrañamiento se suponga a través de todo aquello que tienen de rusos.
Sin embargo no nos dejemos llevar por el atroz anglocentrismo que deviene con naturalidad en nuestro tiempo y centrémonos en las bondades cuasi infinitas de Утро. El ruso por sus flexiones sonoras hace que la parte vocal del grupo cambie notablemente un sonido que no deja de ser el de Motorama recrudecido, como se demuestra bastante fielmente en Портрет, pero donde allí se pretendían más cercanos hacia postulados pop aquí echan toda la carne al asador de la técnica. Un ejemplo particularmente representativo es Спесь donde guitarra y voz se ponen en un segundo plano para dar papel a un combo de batería-bajo capaz de volarle la tapa de los sesos al más irredento fan de los principios del post-punk en su estado más puro. De forma similar, pero dado específicamente para lo oscuro de su sonido, tenemos los contrastes de bajo-guitarra en Как же я был слаб в те дни que crean un ambiente atmosférico ideal para escuchar el disco: una decadencia grisácea y pastosa que te devora casi sin darte cuenta. Porque, al final, no es más que eso, un post-punk heredero de verdad de lo mejor de Joy Division. Lo interesante de esta concepción es que sólo a través de la rusidad, de aquello que es absolutamente otro, consiguen acontecer como una fuerza singular que respeta su condición misma heredada; si утро suenan joydivisioneros es porque precisamente asumen esa herencia desde su propia herencia cultural recibida sin impostarla en su imitación.
Por otra parte el hecho de cantar en ruso, algo que ya hemos destacado antes como un acontecimiento singular en su importancia, les da una particular personalidad propia en tanto se erigen a través de ello como una singularidad enfatizadora. A través de esos tonos más crudos, ligeramente más cantarines, consiguen, reverb mediante, ahondar en esa oscuridad helada que parece exclusiva de Rusia. Así nos trasportan a los suburbios más profundos de Rusia para enseñarnos con una mirada triste y desapasionada la miseria de una vida que podría ser maravillosa y, simplemente, se ve mediada por esos tonos de grises que no pueden rascarse de la pared. Este tono, especialmente adquirido en И всюду запах затухших свечей, pieza final del disco, nos deja desnudos ante un terror tan cotidiano y familiar pero, a la vez, lejano y fascinante, que nos sumerge en un infinito abismo de lo sublime. He ahí su magia: no entendemos las palabras pero entendemos los sentimientos, haciendo una suerte de psicogeografía musical que reverbera los sonidos de Rusia en su música; es el sonido de las calles moscovitas gritándonos a través del espacio y el tiempo.
El interés particular que emana de cada una de las composiciones particulares de los rusos es precisamente por su rusidad misma, por la extraña diferencia de la cual se emana una singular forma familiar que se presenta de forma constante. Aunque es obvio que heredan toda una tradición anglosajona que los hacen perceptibles no como complejos extraños sino como primos lejanos, permitiendo así también poder comprenderlo al estar circunscritos dentro de una dinámica común, lo que suscita nuestro interés más radical es toda esa singularidad que los construye como una entidad ajena pero próxima; утро son un alien que vemos en la distancia como inaprensible pero que, sin embargo, en la distancias cortas comprendemos como una puerta hacia la comprensión de aquello que nos resulta ajeno de sí: su condición rusa. Es por ello que esa condición se perdería en una homofonia anglosajona, porque el idioma definiría en sí mismo otra forma estético-discursiva a través de la cual explorar el particular mundo del grupo ‑siendo así una condición de necesidad el que mantenga su propia condición de la tierra, haciendo que sólo a través de recordar sus raíces puedan explayar los auténticos pareces propios de su existencia. La única condición de posibilidad para construir el auténtico discurso del otro es aceptar su singularidad explorándola desde el punto que diverge con nuestra familiaridad.
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