Un remake es la voz inglesa que habla de la reproducción fidedigna en todos sus elementos de una obra anterior a la realizada en el presente. Según la wikipedia el término español sería refrito lo cual no deja de darnos una cierta connotación negativa e inexacta, como sino fuera más que una recomposición ‑un recalentamiento en microondas- de la obra anterior. Pero, debido a que toda re-interpretación es una nueva codificación del lenguaje, jamás habrá dos obras que aun partiendo con los mismos elementos acaben siendo exactamente iguales. Y es aquí donde empieza el juego de El hacedor (de Borges), Remake de Agustín Fernández Mallo.
Un espectador ajeno al lector se podría fijar en el peculiar movimiento de la portada del libro; del corazón dorado que capitaliza la mirada. Como si del ciclo cardíaco se tratara vería como el pasar de las paginas va produciendo que el corazón entre en diástole ‑se dilata hacia fuera con el pasar de las páginas- y en sístole ‑pues también se contrae hacia dentro al girar levemente el libro para leer la pagina derecha- de forma rítmica y continuada. No debería extrañarnos esto pues la magia ‑la que sólo se puede producir cuando nace del amor sincero por quienes admiramos- recorre las cavidades venosas de sus párrafos. Siempre concediendo una simetría entre los relatos y poemas del original y el remake Mallo va articulando su visión de los mismos según las sensaciones que estos le inspiran. Así las obsesiones de Borges van solapándose en favor de las de Mallo que hace suyo el discurso borgiano para hacer una nueva realidad desde los límites de su lenguaje a través de su interpretación. Como un pulsar la realidad lingüística es siempre un fenómenos singular.
¿Pero qué es un púlsar? Es una estrella de neutrones que emite un estrecho haz de ondas de radio periódicamente como si se tratara de un faro. Éstas se crean cuando una estrella de gran tamaño muere produciendo que en su explosión se produzca una concentración masiva de materia que produce que tengan una densidad descomunal. Así, girando sobre si misma, va emitiendo pulsos de radio en intervalos perfectos de tiempo que pueden registrarse para formar una imagen de los mismos. Del mismo modo la muerte de la obra original ‑El hacedor de Borges- produce otra obra de gran densidad ‑El hacedor de Mallo- de la cual nos llega un mapeado de tiempo cartográfico el cual estudiar. En el décimo piso, escaleras abajo de nuevo, es una tierra de nadie. Sin dejar de ser jamás ambas la misma estrella son dos estados connaturalmente dispares: sin la muerte de la primera estrella jamás habría nacido la segunda; sólo en la destrucción se origina una forma de creación pura. Y ese es el interés del remake, de la copia incluso, que no produce una destrucción tanto como una deconstrucción que reordena en una nueva realidad los elementos constituyentes del mundo.
La obsesión de Borges por cartografiar toda realidad se daría en las dos constantes más bellas de su obra: el laberinto y los tigres. Pero Mallo no es Borges y quizás por eso en vez de intentar cartografiar la realidad desde lo que es natural, ajeno al hombre, se sumerja precisamente en todo aquello que es exclusivamente propio del hombre. Parándose en lo más pequeño y en lo más grande, como quien se fascina por la simetría de las rallas del tigre, intenta descifrar la verdad ‑que no La Verdad®- de su mundo. Así en vez de intentar leer como el mundo está constituido en el abandono de los dioses o el pelaje de los tigres encuentra la búsqueda del mundo en descifrar los elementos que sólo pudieron ser producidos ‑directa o indirectamente- por el ser humano. En una habitación con una ventana en la esquina me encontré con la verdad. El 0.002% de las comunicaciones del 11S desde las Torres Gemelas pero también la conspiración fantasiosa de que todos los aeropuertos están pocos milímetros sobre el suelo. El mundo se codifica en los sueños, comunicaciones y creencias de los hombres porque el mundo no es el mundo de la naturaleza; porque los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.
Cualquier cosa que se diga sobre el libro está de más pues, por muy cierto que sea cierto que aquí se encuentra el mejor Mallo o que es una reinvención de los términos borgianos, todo lo que hay en él sólo se encuentra dentro de sí. Quizás sólo sería justo cartografiar a través de google maps cada lugar, tiempo, sentimiento y pensamiento donde escribió cada parte del libro para saber como se originó su génesis personal. O quizás, simplemente, tengamos que esperar medio siglo para poder escribir El hacedor (de Borges), Remake (de Agustín Fernández Mallo) Remake. Viaja primero e inclínate hacia este tiempo.
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