Blixa Bargeld — Mein Leben, de Susanne Lothar
En la contemporaneidad se da un hecho que, aunque ya se daba con anterioridad en la sociedad, se remarca especial en ésta: la mitologización a través de la espectacularización de la vida cotidiana. A través del cine y la televisión se nos vende el mundo como algo necesariamente espectacular, siempre en perpetua acción, que escapa de cualquier noción de cotidianidad porque la vida está siempre más allá. Esto produce unas expectativas ‑completamente falsas, por supuesto- que ninguna persona puede cumplir; es imposible hacer de la vida un acontecimiento excepcional a cada instante de la vida, por mucho que así nos lo vendan los medios. Esta estrategia de marketing también afecta a la vida de los artistas, vidas espectacularizadas en mitos de La Fiesta o La Excepcionalidad, que sin embargo se derrumban cuando la mirada se acerca hacia ellos para descubrir que su vida es tan banal, tan tediosa o maravillosa, como la medida de sus expectativas.
En la serie de breves documentales Mein Leben se nos presenta la vida, pasada y presente, de importantes famosos alemanes. Para ello se focalizará todo en la mirada de Susanne Lothar, de una desmitologización quirúrgica, a través de la cual seremos espectadores de la verdadera vida de esos héroes mitológicos de la posmodernidad. Y quizás el caso más fragante, y por ello interesante, sea el de Blixa Bargeld.
Aunque la vida de Bargeld se nos pinte al menos a priori como la de una entidad caótica que vive en una esfera superior de existencia, como el rojo de un cabernet sauvignon, pronto esa visión da paso a la de un Blixa normal y corriente, no es este rojo. Su personalidad, dictatorial y ligeramente desagradable, se va imponiendo como una realidad tolerable a golpe de dar trazos de auténtico genio al hacerse valedor ‑el mismo, pero también los demás miembros del grupo o el mismo Nick Cave- de una arrogancia que sólo se les permite a los héroes de la genialidad. A pesar de todo, lo interesante es ver como se desmonta esa aura de singularidad.
La singularidad exclusivistas, la conformación de un héroe alejado de la dimensión real humana corriente, se fractura de la mano de su madre, su mujer y él mismo. En primera instancia cuando vemos un Blixa totalmente avergonzado, algo distante y forzado en sus formas en una conversación donde su madre lleva la voz cantante ya se desmitifica en dos puntos: Blixa Bargeld tiene una mamá, como todos nosotros, que es una autoridad moral superior a él independientemente de sus logros vitales; es su madre y, como tal, siempre será moralmente superior. Su mujer lo dejará en evidencia al señalar la excesiva banalidad de uno de los pensamientos de él, sostenido en su actitud solemne tan propia, sobre el gusto gastronómico. En este punto desmonta a la autoridad como fuente de argumentos, el argumento de autoridad queda destruido, pues todo comentario para ser genial debe ser genial por la autoridad misma del argumento y no del argumentador. En último lugar elimina su propia divinización al afirmar que su carácter no es dictatorial si no que, a diferencia de los héroes homéricos, tiene días buenos y malos y según como haya dormido el día anterior su carácter se ennoblece o agría; en definitiva, no tiene el carácter noble y brutal del héroe homérico ‑siempre por encima de la humanidad, de los mortales‑, sino que es como cualquiera de nosotros.
No hay nada de excepcional en Blixa Bargeld más allá de, efectivamente, ser una persona que es un auténtico genio a la hora de abordar las problemáticas propias de la música pero, más allá de eso, su excepcionalidad sólo es la de cualquier persona común. Su vida está mediada por la absoluta cotidianidad de cualquiera de nosotros pues, en su repetición, las giras de conciertos, los ensayos o, incluso, el comer en su restaurante favorito donde es un invitado de excepción no es más que lo normal y como tal es valorado; la excepcionalidad de los hechos es siempre fruto de la ausencia de costumbre en ellos. Y es por eso que la vida, ninguna vida, puede ser excepcional en cada uno de sus instantes: sólo se puede alcanzar la auténtica maravilla entre los espacios propios de la cotidianidad.
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