Colores prohibidos (II) — Resumen semanal (de lo que hago y lo que se está haciendo)

Bienvenidos a Colores prohi­bi­dos, el re­su­men se­ma­nal de lo que ha­go y lo que se es­tá ha­cien­do. Esta se­ma­na ve­ni­mos car­ga­dos de con­te­ni­do. Hay mu­cho man­ga, al­gu­na que otra adap­ta­ción in­fa­me e in­clu­so vi­deo­jue­gos. No nue­va en­tra­da de es­te blog, pe­ro no se pue­de te­ner to­do en es­ta vi­da. Con to­do, in­ten­ta­re­mos so­lu­cio­nar eso pa­ra la se­ma­na que viene.

En otro or­den de co­sas, un pe­que­ño anun­cio. He de­ci­di­do cam­biar la es­té­ti­ca de Colores prohi­bi­dos. A par­tir de aquí, y de for­ma re­tro­ac­ti­va, la ima­gen de ca­be­ce­ra de ca­da uno de los posts se­rá di­bu­ja­da por mí. Dado que to­da­vía es­toy apren­dien­do a di­bu­jar, na­die de­be­ría es­pe­rar mi­la­gros. Es só­lo un pe­que­ño ejer­ci­cio con el cual uni­fi­car y dar co­lor a la se­rie a tra­vés de una es­té­ti­ca co­mún. En prin­ci­pio los di­bu­jos se­rán ele­gi­dos de en­tre los que va­ya ha­cien­do a lo lar­go de la se­ma­na, por lo cual, es po­si­ble que ha­ya va­rios si­guien­do te­mas es­pe­cí­fi­cos. No por na­da, los es­tu­dios en­tien­den po­co de necesidades. 

Pero no nos en­tre­ten­ga­mos. Entremos di­rec­ta­men­te al con­te­ni­do. Por lo que han ve­ni­do. Y re­cuer­den, el do­min­go que vie­ne, vol­ve­rá Colores prohi­bi­dos. Como, es­pe­re­mos, to­dos los domingos.

Lo que hago

[Crítica] ‘Super Mario Run’ – La esencia de ‘Super Mario’ destilada en tu móvil | Canino

Super Mario Run ha he­cho mu­cho rui­do. Y no es pa­ra me­nos. Como en­tre­ga de la sa­ga del fon­ta­ne­ro fa­vo­ri­to del mun­do, es un vi­deo­jue­go digno y muy a te­ner en cuen­ta. Como jue­go pa­ra mó­vil, es un ejem­plo per­fec­to de di­se­ño fun­cio­nal pa­ra mó­vi­les. O lo que es lo mis­mo, otro ejem­plo más del buen ha­cer de Nintendo.

Entender el cómic. El arte invisible, de Scott McCloud | Goodreads

Existe una ra­re­za bas­tan­te pe­cu­liar en los es­tu­dios teó­ri­cos: ra­ra vez los tex­tos teó­ri­cos so­bre las cua­li­da­des de un me­dio se com­po­nen con las he­rra­mien­tas de ese me­dio. Es de­cir, es ra­ro en­con­trar, por ejem­plo, pe­lí­cu­las so­bre los me­ca­nis­mos que han de uti­li­zar­se pa­ra crear una pe­lí­cu­la. Para ello con­fia­mos en la pa­la­bra es­cri­ta. En los li­bros. Como si hu­bie­ra una de­ter­mi­na­ción por la que el co­no­ci­mien­to, ne­ce­sa­ria­men­te, pa­sa por ne­gro so­bre blanco. 

Hacer cómics, de Scott McCloud | Goodreads

Scott McCloud nos en­se­ñó có­mo se leen los có­mics. Literalmente. Entender el có­mic es la puer­ta de en­tra­da per­fec­ta no só­lo al es­tu­dio teó­ri­co del me­dio, sino tam­bién al me­dio en sí. Allí se ex­pli­ca to­do lo que es ne­ce­sa­rio sa­ber pa­ra in­ter­pre­tar un cómic. 

Y cuan­do ya sa­be­mos leer, só­lo nos res­ta sa­ber có­mo escribir.

Heridas abiertas, de Gillian Flynn | Goodreads

A ve­ces con­fun­di­mos tér­mi­nos. Es na­tu­ral. El len­gua­je es dúc­til, no lo sa­be­mos to­do y es fá­cil caer en su­po­si­cio­nes erró­neas. Por ejem­plo, es un error co­mún creer que «equi­va­len­cia» im­pli­ca lo mis­mo que «con­mu­ta­ti­vi­dad». Y si bien es cier­to que en ló­gi­ca pro­po­si­cio­nal to­da equi­va­len­cia ló­gi­ca es con­mu­ta­ti­va, no po­de­mos de­cir que la equi­va­len­cia ma­te­rial fun­cio­ne de la mis­ma ma­ne­ra. En otras pa­la­bras, cuan­do pa­sa­mos de la abs­trac­ción al or­den ma­te­rial de las co­sas, la reali­dad nos im­po­ne distinciones. 

Mob Psycho 100, vol. 2, de ONE | Goodreads

ONE es un au­tor ex­tra­ño. Con un ex­qui­si­to sen­ti­do del rit­mo na­rra­ti­vo, re­sul­ta cho­can­te lo ob­se­sio­na­do que es­tá con ha­cer to­do lo que no se de­be ha­cer. Sus per­so­na­jes pro­ta­go­nis­tas son in­ven­ci­bles. El men­sa­je ético-moral de sus his­to­rias es­tá sub­ra­ya­do. Convierte pe­que­ñas sub­tra­mas en ar­cos na­rra­ti­vos com­ple­tos don­de sus pro­ta­go­nis­tas apa­re­cen po­co o na­da. Todo de­fec­tos que se pue­den apre­ciar en el se­gun­do to­mo de Mob Psycho 100.

Relatos terroríficos 3, de Junji Ito | Goodreads

En el te­rror lo te­rro­rí­fi­co es­tá en lo que se mues­tra. ¿Por qué? Porque si bien es ne­ce­sa­ria de clau­su­las ocul­tas, dis­pa­ra­de­ros del con­flic­to que va­yan fun­cio­nan­do co­mo re­ve­la­cio­nes que ir api­lan­do con na­tu­ra­li­dad en el de­sa­rro­llo de la obra, al fi­nal, aque­llo que de­be ge­ne­rar­nos el úl­ti­mo es­ta­lli­do de te­rror es el ele­men­to que sir­vió de dis­pa­ra­de­ro. El ger­men mis­mo del conflicto.

Eso es al­go que Junji Ito de­mues­tra con maes­tría en el ter­cer vo­lu­men de Relatos te­rro­rí­fi­cos.

The Final Girls, de Todd Strauss-Schulson | Letterboxd

The Final Girls es lo que ocu­rre cuan­do el fan­dom del ci­ne de te­rror tie­ne vía li­bre pa­ra, cons­cien­cia de lo ri­dícu­lo de sus tro­pos me­dian­te, ha­cer una pro­duc­ción tan ino­cen­te y naïf co­mo lo son sus re­fe­ren­tes: al­go en­tre­te­ni­do, bien rea­li­za­do, don­de hay mu­chos ex­ce­sos dra­má­ti­cos pa­ro­dia­dos con gra­cia. El pro­ble­ma es que nos pro­me­te eso, pe­ro nos da otra co­sa. Nos da un dra­ma don­de, de fon­do, ocu­rre una co­me­dia slasher. Y no dán­do­nos ni una co­sa ni la otra, aca­ba por no ha­cer de­ma­sia­do bien nin­gu­na de las dos.

Train to Busan, de Yeon Sang-Ho | Letterboxd

Hacer las co­sas bien no siem­pre es lo co­rrec­to. No cuan­do «bien» sig­ni­fi­ca «lo que la so­cie­dad nos im­po­ne co­mo for­ma ade­cua­da de ha­cer las cosas».

Eso re­sul­ta evi­den­te en el ci­ne. Cuando un guión es­tá bien, cuan­do la di­rec­ción es co­rrec­ta, sal­tan to­das nues­tras alar­mas pen­san­do que, por ne­ce­si­dad, al­go se nos es­tá ocul­tan­do. Que tan­ta co­rrec­ción, tan­to ha­cer las co­sas bien, es un in­ten­to de no dar con un pa­lo en la bo­ca a quien ha he­cho, al me­nos, el es­fuer­zo de no sa­lir­se del ca­mino prestablecido.

El pro­ble­ma de Train to Busan es que es­tá bien es­cri­ta. Que es­tá di­ri­gi­da de for­ma co­rrec­ta.

Split, de M. Night Shyamalan | Letterboxd

Existe la idea de que hay di­fe­ren­tes cla­ses de na­rra­do­res. Que los hay adep­tos del mis­te­rio, del im­pac­to sub­ya­cen­te al cliffhan­ger y sub­ver­tir las ex­pec­ta­ti­vas, y par­ti­da­rios de la ca­tar­sis, quie­nes pre­fie­ren dar pie­zas de un puzz­le que lle­van a una úni­ca re­so­lu­ción ló­gi­ca po­si­ble. Y si bien sue­na ló­gi­co, esa cla­si­fi­ca­ción no tie­ne sen­ti­do. No exis­te nin­gún au­tor que no sea, en al­gún gra­do, de am­bos ti­pos de narradores.

Que no su­fra de un des­do­bla­mien­to de per­so­na­li­dad que no le ha­ga ser al­go más que sí mismo. 

Dragonball Evolution, de James Wong | Letterboxd

El tono lo es to­do. Eso lo sa­be cual­quie­ra que ten­ga oí­dos. No es lo mis­mo de­cir «te quie­ro» con tono bur­lón, amo­ro­so o iró­ni­co. El men­sa­je cam­bia ra­di­cal­men­te se­gún esa sim­ple elec­ción. Por eso re­sul­ta tan sor­pren­den­te que los per­pe­tra­do­res de Dragon Ball Evolution no sean ca­pa­ces de en­ten­der si­quie­ra la ne­ce­si­dad de en­con­trar el tono adecuado.

Y lo que se está haciendo

Bizarro – El nuevo punk literario | Canino

«Imagínate una ca­tás­tro­fe cós­mi­ca que arras­tra a nues­tra reali­dad a to­dos los per­so­na­jes in­ter­pre­ta­dos por William Shatner, el mí­ti­co Capitán Kirk de Star Trek, a lo lar­go de su di­la­ta­da ca­rre­ra; la mi­sión de to­dos ellos no es otra que aca­bar con la vi­da del au­tén­ti­co William Shatner. Imagínate cam­pos de con­cen­tra­ción di­ri­gi­dos por duen­des sá­di­cos con for­ma de cu­lo. Imagínate que es­tás per­di­da­men­te ena­mo­ra­do de una chi­ca, pe­ro que tu vi­da se­xual de­ja mu­cho que de­sear por­que su va­gi­na es una puer­ta al Infierno. Todas es­tas pre­mi­sas, por ex­tra­ño que pa­rez­ca, se han con­ver­ti­do en no­ve­las (res­pec­ti­va­men­te: Shatner Quake ‑2009‑, de Jeff Burke; Ass Goblins of Auschwitz ‑2009‑, de Cameron Pierce; The Haunted Vagina ‑2015‑, del ín­cli­to Carlton Mellick III) de gran éxi­to den­tro de la es­ce­na Bizarro, una de las más vi­bran­tes y ex­pan­si­vas sur­gi­das en los USA du­ran­te la úl­ti­ma dé­ca­da. Una que ya em­pie­za a lle­gar a España».

Dinero gratis: ¿por qué el socialismo está muerto? | El Español

«Tiene 28 años, es ho­lan­dés, his­to­ria­dor, ha asis­ti­do a una nue­va de­rro­ta so­cial­de­mó­cra­ta y tie­ne la fór­mu­la pa­ra aca­bar con la des­igual­dad: ren­ta bá­si­ca uni­ver­sal de unos 14.000 eu­ros, se­ma­na la­bo­ral de 15 ho­ras y un mun­do sin fron­te­ras. Viste muy aca­dé­mi­co pa­ra el plan re­vo­lu­cio­na­rio que trae ba­jo el bra­zo: Utopía pa­ra rea­lis­tas (Salamandra), un en­sa­yo que pa­sa por ser el plan re­no­ve de las cla­ves de Thomas Piketty».

Por qué es tan relevante la llegada de “Super Mario Run” a tu móvil Android | GQ

«“Colecciona mo­ne­das y pi­sa ca­be­zas”. Que na­die di­ga que Nintendo no sa­be de­fi­nir sus jue­gos en po­cas pa­la­bras. Pero sí, más o me­nos de eso va ‘Super Mario Run’, jue­go que hoy ate­rri­za en la Play Store tras un tri­mes­tre de ex­clu­si­vi­dad en iPhone. Pero, ¿por qué tan­ta expectación?».

Los niños y los smartphones (parte 2): el JK business que explota a las colegialas | Nippon

«En el pri­mer ar­tícu­lo de es­ta se­rie tra­ta­mos de los ni­ños que bus­can sen­tir­se va­lo­ra­dos a tra­vés de las re­des y los jue­gos so­cia­les, y con­clui­mos que, a pe­sar de do­mi­nar el uso de los smartpho­nes pa­ra ob­te­ner in­for­ma­ción y “co­nec­tar­se” con los de­más, en oca­sio­nes la in­ma­du­rez y la fal­ta de ex­pe­rien­cia de los me­no­res los pre­ci­pi­tan a si­tua­cio­nes har­to pro­ble­má­ti­cas. En es­te se­gun­do ar­tícu­lo va­mos a ana­li­zar uno de esos pro­ble­mas que se han agra­va­do con la po­pu­la­ri­za­ción de los smartpho­nes: el JK bu­si­ness, la in­dus­tria que em­plea a ni­ñas de ins­ti­tu­to co­mo “acom­pa­ñan­tes” de hom­bres mayores».

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