Cada sociedad tiene una serie de convenciones y formas sociales que, aun cuando vivimos en la aldea global, son indisolubles del propio carácter de la población del lugar. Incluso en el mundo anglosajón, tan aparentemente uniforme, pretender que ingleses y estadounidenses tengan un cierto carácter común, extensivo el uno de los otros, sería una desquiciada distopía. Sin embargo existen grandes diferencias culturales incluso entre iguales y eso se ve muy claramente en el pésimo primer episodio del remake americano de Skins.
Y es que la versión americana es prácticamente un calco de la versión inglesa. Copian todo escena a escena, prácticamente plano a plano, apenas si introduciendo unas mínimas variaciones para insuflar un cierto carácter propio pero entonces, ¿cual es el problema? Ese carácter propio. No se puede pretender copiar paso a paso una idea anterior pero añadiendo fuertes brochazos sin pretender que el resultado sea completamente diferente. Así tenemos unos personajes totalmente fuera de papel, con un Tony que brilla por su ausencia de intelecto, un Sid versión emo para nada ridículo y una Cassie totalmente anodina. El problema es cuando los personajes se siguen tratando entre si por sus cualidades perdidas, incluso llegando a la pura incoherencia en el trato, moneda común en la visión distorsionada que tenemos de los personajes. Todo se mueve en unos terrenos pantanosos en los que Sid es un pusilánime que se deja llevar, Cassey es una zorra drogadicta con el encanto de un trozo de carbón y el resto figuras en blanco ausentes de personalidad. Añadir a eso la dinamitación de los valores técnicos que hicieron celebre la versión original ‑ya sean los preciosos planos o la perfecta elección musical- hacen de este un remake innecesario e insalvable.
El problema, de todos modos, es una cuestión de pura idiosincrasia. Los americanos sólo han adaptado una serie popular, con gran tirón entre la juventud, a las coordenadas que les son propias, al camino que ellos creen que es el adecuado. No importa que Sid no sea patético, es diferente y le llaman lamentable así que, según sus cánones, es suficiente para que sea visto como tal del mismo modo que para ellos Tony no es ingenioso sino, meramente, un chuloputas. Y es que, si cada artefacto cultural es un reflejo de la sociedad que lo produce, todo remake es por necesidad una adaptación de los medios a unos valores culturales diferentes. Ante semejante tesitura ver la transformación de algunos personajes se torna en terrorífico. Si la visión Sid-Tony ya encumbra el valor absoluto de ser parte de Lo Normal en el resto de los personajes alcanza sin dificultades lo puramente patológico. El caso más duro es con Maxxie, ahora Tea, de repente tiene vagina, es lesbiana y animadora ya que si eres popular, si te mantienes dentro de Lo Normal y no admites ser diferente jamás serás perseguido. Así cualquier visión normalizadora de lo gay es anulada al hacer la homosexualidad del personaje un leit motiv, un modo de ser, en vez de algo asumido con naturalidad. De un sólo golpe dinamitan cualquier visión progresista, adulta o con criterio de la serie original; todo es estandarizado para que no pueda incomodar en aspecto alguno a nadie. Los insultos, son censurados con un pitido; los personajes incómodos, son transformados en versiones estereotipadas de clichés sociales.
Incapaces de aceptar ni un humor afilado, incisivo, aunque prácticamente inofensivo como el de Ricky Gervais en los Globos de Oro era obvio que serían capaces de aceptar la muy hiriente actitud provocadora de Skins. Con este remake sólo han conseguido demostrarnos que la anticuada Albion gana por oleada en capacidad técnica y humorística a la tierra prometida del capital. Y, lo que es más importante, le gana por mucho en su forma de mirar la sociedad. Con una mirada menos ensuciada por el valor de la normalidad, de la patología de la normalidad.