Todo arte busca retratar algo auténtico. Un sentimiento compartido por todo ser humano, vivo o muerto, que, en manos del artista, alcanza una singularidad propia. El problema es que ese sentimiento no puede ser explícito. Cuando el sentimiento se verbaliza tal cual es, cuando intentamos decir algo definiéndolo con palabras en vez de con hechos, su potencial revelador no llega a cristalizar nunca; si necesitamos arte es porque la pornografía emocional, en forma de ficción o no-ficción, no nos enseña nada, no nos remueve las tripas: sólo nos distrae momentáneamente de nuestros propios problemas. Y el arte existe, por contraposición, para hacernos conscientes de nuestra propia situación en el mundo.
One More Time With Feeling es un documental sobre el proceso creativo detrás de Skeleton Tree, el último disco de Nick Cave & the Bad Seeds. Dadas las particularidades de todo proceso creativo –que se alimenta de la vida, pero no es la vida en sí misma — , también sobre las circunstancias que han precipitado su muy inusual desarrollo. Pero nadie habla de esas circunstancias. O para ser exactos, tardan más de media película en hacerlo.
En ese sentido, el documental es una exploración del estado emocional de Nick Cave. Qué ha ocurrido para que el disco asuma una forma tan inusual —siguiendo la lógica articulada en su anterior trabajo, Push the Sky Away, pero más basto, menos depurado— dentro del canon estético del artista. De ahí que entre actuaciones, confesiones y la exploración de su método de trabajo —como en el anterior documental que protagonizaría, 20,000 Days on Earth—, se infiltren también momentos de pura introspección, idas y venidas emocionales, pensamientos que van desligándose, reformándose y contradiciéndose entre sí.
De ese modo es cómo ha conseguido explicar la peculiar forma de su nuevo trabajo, pero también algo más. No desnudarse, pues quien crea comprender el dolor de Cave por lo que dice el documental no sólo es un cretino, sino alguien que no sabe lo que es el verdadero dolor, sino evitar la necesidad de desnudarse. No trata sobre los sentimientos de una persona, sobre Nick Cave; no es pornografía; trata sobre la imposibilidad de decir aquello que no puede ser dicho. De verbalizar los sentimientos si no es a través de la propia forma del arte.
Skeleton Tree es un disco difícil, extraño, deslavazado. Tal vez más digerible que otros de sus trabajos, pero sólo en el plano estrictamente estructural. Tanto en la forma como en el fondo es devastador. Inasumible. Desde su profética Jesus Alone, tal vez la canción más ortodoxa del disco, todo cuanto encontramos es un tour de forcé hacia un agujero negro emocional del cual es imposible salir; para cuando alcanzamos Girl In Amber, con sus repeticiones y su circularidad, estamos ya tan metidos en el interior de una espiral descendiente hacia el abismo que resulta difícil no sentirse falto de aire. Porque Cave ahoga, nunca deja de sumergirnos la cabeza bajo el agua, pero esta vez, de algún modo, también nos permite respirar: hay cierta esperanza soterrada, nunca rota del todo, en cada una de las canciones. Su peso emocional es tal que no podemos vernos respirando, intentando escapar del agua, mientras nos asfixia con el brazo.
Eso explica también lo enajenado que resulta el conjunto. Podemos saltar de un affair cuasi jazzístico que podríamos denominar dadá (Anthrocene) a una balada clásica, rozando el pop al estilo Bad Seeds, tan descarnada y directa como perfectamente calibrada (I Need You). Porque aquí no hay sitio para lo que cabe esperar. Cada canción no es sólo un nuevo puñetazo perfectamente conectado, es también un golpe inesperado. Algo que no vemos venir ni siquiera cuando ya sabemos que está ahí.
A dotar de sentido a toda esa enajenación ayuda Andrew Dominik. No sólo por el concepto mismo del documental que acompaña al disco (que Cave no tenga que dar explicación alguna sobre su vida personal a los periodistas), sino por cómo ha tomado forma. El director grabó durante diez días al músico veinticuatro horas al día. En el estudio, en casa, con los músicos, con su familia. En todo lugar, en toda situación. Y lejos de improvisar, todo está tan perfectamente pensado y editado como si hubiera habido un guión. No es sólo que la selección de cortes sea siempre elegante, intentando encontrar el lado más humano del músico, sino que, desde algún punto indeterminado del rodaje —tal vez en principio, tal vez el final (en tanto hay tomas realizadas a posteriori); en cualquier caso, en algún momento: conocer cuando exactamente es algo irrelevante para nuestros intereses — , Dominik eligió cuál sería el tema que articularía el documental. No cómo el arte imita a la vida, sino cómo el arte aporta la plasticidad necesaria para entender la vida.
Ese es el único sentido en que el documental se nos presenta como algo más que pura pornografía. Que un ejercicio publicitario (que no es). No es el retrato de la fragilidad de un hombre, sino el retrato de cómo el arte se alimenta de la vida para generar algo auténtico.
Se alimenta, que no imita. Aquí no hay mímesis que valga. E incluso si obviamos qué es lo que ocurrió —como, muy convenientemente, haremos aquí: si alguien no lo sabe y quiere saberlo, no le costará averiguarlo — , el documental sigue teniendo sentido: esa fragilidad siempre estuvo ahí. Cave es una persona diferente, pero sigue siendo él mismo. Ha cambiado, pero sólo en la base de aquello que ya era en su origen.
Skeleton Tree es el tema principal de One More Time With Feeling, el arte bebiendo de la vida para explicarla (o la imposibilidad de beber de la vida cuando se impone como un hecho más allá de lo asimilable, no pudiendo explicarla) es su subtexto. Hablar de homenajes, exorcismos o retratos es quedarse en la superficie, en la primera patina emocional, sin atreverse a explorar las profundidades de una reflexión que va infinitamente más allá de la mera pornografía. Del mero oportunismo personal. Es ofensivo hacia la memoria de los muertos, e incluso de los vivos, revolcarse en las heces sentimentales, subproducto inevitable de la vida, para celebrar una obra de arte que trasciende todo eso.
El problema es que la pornografía es más fácil de digerir. Nos evade, no nos hace plantearnos nuestra propia existencia. Y ver One More Time With Feeling para masturbarse emocionalmente no solo es un insulto hacia la película, sino también hacia el propio Cave. Especialmente cuando documental y disco son dos trabajos de experimentación artística como muy pocas veces podemos ver. Y eso es lo que cabría celebrar: el arte y la vida abriéndose paso, no la pornografía y la muerte igualándonos a todos por abajo.
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