En 1968 se crea una nueva versión abreviada del filme silente y de culto de 1922 dirigido por Benjamin Christensen Haxan: Brujería a lo largo de la historia. Para esta nueva proyección en cines, además, se crea una singular banda sonora jazzística de Daniel Humair y, sobre todo, se le añade la narración en forma de voz en off de William S. Burroughs. Todo para el perfecto disfrute de los beatniks de la época.
Halloween. La Noche de las Brujas. ¿Hay algo más terrorífico que ver cómo se derrumban las tapias que a diario contienen nuestra realidad libre de entelequias y fantasmagorías? ¿Algo peor que ese momento en el que dejamos las firmezas de lo natural y nuestra mente se adentra como sin querer por esas otras posibilidades desconocidas y por ello aterradoras, acalladas durante todo este tiempo?
En el siglo XVI, durante un momento de alta histeria social, se llegaron a vender más Malleus Maleficarum que Biblias. En este tratado, el más importante de la historia sobre la caza de brujas, detalla por qué las mujeres, al ser más débiles de mente, son más propicias a caer a las tentaciones de Satán. Para los autores del libro los seguidores del Demonio, las brujas y los hechiceros, son desviaciones que contaban “con el permiso de Dios Todopoderoso”, pues eran una forma de evitar que todo el poder maligno recayese sobre Satán y este destruyera el mundo. En este Martillo de las Brujas se detalla cómo hacer confesar a las brujas, entre cuyas fórmulas una de las más efectivas era la tortura, bien mediante el taburete sumergible, el garrote o la famosa hoguera. La palabra maleficarum que está en el mismo título es directamente la forma femenina del sustantivo “brujo”, y en el interior del tratado los escritores declaran sin ningún tipo de rigor lingüístico que lo sustente que la palabra fémina es en sí misma una derivación de la fórmula fe+minus, sin fé. El libro fue un instrumento de consulta legal durante más de 200 años.
Una confesión: desde nunca he sabido enfrentarme demasiado bien al terror. Por ejemplo, cuando me topé con una reposición en la tele de La Cabina de Antonio Mercero, cuando llegué a la terrible escena de Pinocho en la que los niños se convierten en asnos o cuando ponía Antena 3 y salían fragmentos de Pesadillas… siempre acababa sobrecogida tras el visionado. Esas noches se me hacían muy largas, las sombras demasiado sospechosas y esa idea de que los monstruos no pueden capturarte si te cubres con colcha una mentira que sin saber muy bien por qué te decían cruelmente los mayores. Lo mismo me ocurría con la colección de Fantasville, con ciertos libros raros que había por casa de El Círculo de Lectores sobre historias de fantasmas, y también con aquellas tardes que pasaba en las casas de mis primos en que jugaban al Silent Hill o a los Resident Evil. Era algo superior a mí. Lo voy superando, pero aún a día de hoy no sigue siendo tan raro que durante el pase de alguna película de género pegue un bote que sorprenda a los otros críticos y después pase otra de aquellas malas noches. En realidad no hace tanto que me quedé sin dormir por ver El Resplandor. Todo esto cambia, sin embargo, si la obra tiene una temática de brujas, entonces no me da ningún miedo. Las ficciones que pueblan las brujas son, curiosamente, un lugar donde lo tenebroso y lo macabro se me hacen más cercanos, como con cierta posibilidad de empatizar con sus personajes, que, en el fondo, tienen algo que más que terrorífico es sólo estimulante. Me pasó de pequeña con la bruja de El Mago de Oz, me pasó con Suspiria, y más recientemente con Lords of Salem. Es algo ciertamente sospechoso.
«Ni ofrecía tan horrible aspecto el séquito que acompañaba a la nocturna maga, cuando cabalgando por los aires, y atraída por el secreto olor de la sangre de algún niño, acudía a los bailes de las brujas de la Laponia, y eclipsaba el resplandor de la luna con la fuerza de sus encantos».
Extracto de El Paraíso Perdido, de John Milton, en el que así se describe la figura del pecado.
Hace poco he visto una película que me ha enfadado especialmente. Se trata de Hansel y Gretel: Cazadores de brujas. Al calor de esta ola de readaptaciones de cuentos clásicos que dominan el imaginario popular, en esta revisión de una de las historias más famosas de los Hermanos Grimm los niños son ahora un formado dúo de justicieros que van por ahí con trajes de cuero y armas à la steampunk vengándose de los daños causados por unas unidimensionales villanas: las brujas. Y en esta cinta, toda ella transgresión baratija en la que lo único que brilla es la mediocridad con la que sus ejecutores han sido capaces de bañar absolutamente todas las facetas de una película, el subtexto es la imposibilidad de superar un trauma. Y este trauma lo alimentamos, eso es, con más incomprensión, más leña al fuego en el que quemar a el otro. A las otras, mejor dicho.
El 31 de octubre de 1968, las mujeres activistas de la guerrilla que se escondía tras las siglas Women International Terrorist Conspiracy from Hell, ataviadas con extraños ropajes y lúgubres maquillajes y frente a una sucursal del Chase Manhattan Bank llevaron a cabo un ritual donde crearon un hechizo contra Wall Street. Robin Morgan, lider del grupo, ha comentado en más de una ocasión que el Promedio Dow Jones disminuyó considerablemente al día siguiente.
Hay magníficos ejemplos de brujas de la ficción que me gustan, y en algunos casos en las que hasta puedo ver un role model. Rachel Rising de Terry Moore es un cómic estupendo, Promethea de Alan Moore otro tanto, Puella Magi Madoka Magica es una obra de arte, y hasta las recientes brujas de la tercera temporada de American Horror Story, con Jessica Lange como cabeza más visible, son un buen grupo de resistentes y subversivas figuras hasta cierto punto a reivindicar. Pero a mi modo de ver, las historias de brujas casi siempre han estado bastante controladas, cuando no directamente satirizadas o, lo peor de todo, banalizadas. Son las historias de brujas que más fácilmente llegan al mainstream. Hablamos de series como Embrujadas, de Sabrina, de películas como La Bruja Novata o de Prácticamente Magia. Es fácil entenderlo, hablamos de hechicería y supertición. De temas que fácilmente van a buscar los niños, que se exponen a un visionado amable, y ha de ser cómodo para toda la familia. Brujas domesticadas, brujas encasilladas y sumisas. Poderosas figuras exorzizadas de todas sus connotaciones temerosas de siglos anteriores y puestas ahora al servicio de la estabilidad. Y cuando no es así, abyectas figuras enemigas. De nuevo.
Edmund Burke, escritor, político, y padre del liberalismo conversador británico, publicó el 1 de noviembre de 1790 Reflexiones sobre la Revolución en Francia, escrito en el que predecía que la Revolución Francesa terminaría por ser un fracaso.
Tenebroso es, de alguna manera, que encuentre lo que hacen los personajes de Fóllame poco más que un sueño cumplido. Lo es que vea en las figuras de Susan Atkins, Leslie Van Houten y Patricia Krenwikel algo más que las meras asesinas de Sharon Tate y el matrimonio LaBianca. Lo es que vea en la mirada de Myra Handley un fondo seductor, una sonrisa oculta que me complace. Que vea en Charlotte Corday, Germaine Berton, Violette Noziere, Leila Khaled y las hermanas Papin, asesinas, agentes del mal y también a unos personajes que por su naturaleza captan mi atención y me hacen sentirlas culpables con razones. Porque son auténticas anarquistas y revolucionarias. Porque no existe legitimación posible de un crimen, pero que por siniestro que parezca la venganza alimenta al alma y siempre hay una primera vez en la que descubres que la condena de unos hechos se te hace obligatoria, pero no satisfactoria. Porque hay un día en el que no quieres pensar en lo que llegado el caso serías capaz. Porque los enemigos existen.
Investigadores de las agencias de refugiados y de derechos humanos de las Naciones Unidas han estimado que en países como la República Democrática del Congo, India, Nepal, Tanzania o Angola, los asesinatos de las supuestas brujas se siguen contando en millares de personas cada año, mientras que las cifras de palizas y destierros podrían llegar a los millones. También que muchos de los autoproclamados cazadores de brujas son hombres, lo cual hace destacar otro aspecto funesto del fenómeno: las víctimas de estos crímenes siguen siendo mayoritariamente mujeres.
Porque la rebelión es como el pecado de la brujería
Samuel 1, 15, 23
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