El mundo del what if? le es tan próximo al cómic que las ucronias, por cabales que sean, han acabado pareciéndonos algo más propios de un lenguaje gráfico que no uno puramente literario. Aunque estos siempre suelen redundar en la temática favorita de la vertiente más pulp de la cultura, los nazis, la historia reciente de la humanidad ha tenido otro enemigo igual de glamuroso al cual enfrentarse: el comunismo. Y Shintaro Kago no duda ni por un segundo en darnos su peculiar versión de la URSS en ocho historias cortas y un prólogo en Dance! Kremlin Palace.
Buscar a estas alturas alguna clase de coherencia en las historias de Kago, más allá de la peculiar y enfermiza cantidad de escatológicas conexiones mentales que ha ido desplegando en su obra, es un esfuerzo inútil. Esta no es la excepción y lo único que cabe es ver un espectáculo sardónico y brutal donde el sexo brilla con particular fuerza sin dejar atrás su característico humor macabro. Pero suscitan un interés particular el primer y el último de los capítulos de esta obra donde aborda, respectivamente, el papel que juega la suerte y la sexualidad en la sociedad contemporánea. En el primer caso nos encontramos con la historia de una joven, Natasha, que tiene una suerte sobrenatural heredada por vía genética de su madre lo cual la arrastrará a participar con funestas conclusiones en un torneo de ruleta rusa. La lluvia de suicidios que se gestan entre cantidad de escenas cómicas genocidas como si de un Humor Amarillo ultraviolento escuda una parodia de aquellos que creen fervientemente en que la suerte se puede entrenar. El capítulo final nos enseña un parque de atracciones comunista que está lavando el cerebro a los jóvenes de todo el país nipón, ¿la única manera de liberarlos? Mediante el uso indiscriminado de sexo. Así nos enseña unos comunistas obsesionados con el trabajo sólo superada por la necesidad de él, unos capitalistas que viven por y para sus deseos sin ninguna otra motivación y unos nipones en medio que simplemente se dejan arrastrar por el cual les induzca en ese momento.
El logro de Shintaro Kago en Dance! Kremlin Palace es hacer una obra distendida, alocada y premeditadamente imbécil con un tema delicado pero, aun con todo, conseguir inteligentes reflexiones de la sociedad a través del retrato grueso. Que el tokyota está muy lejos de ser un pensador político está claro, pero tiene una capacidad incisiva de hacer de la mierda una reivindicación política de primer orden. Entre las heces del ero-guro se encuentra la apremiante necesidad humana.
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