Como ya hemos presenciado la perdida del amor puede convertir a los hombres buenos en bestias sedientas de sangre. Esto nos propuso tanto Bram Stoker como Francis Ford Coppola en su visión de Drácula como figura trágica dominada por la perdida que le arrojó hacia la locura. Y este cómic es una adaptación fiel de esta triste historia.
Todo comienza cuando sorpresivamente Jonathan Harker, un simple oficinista, es enviado a los Cárpatos para acudir al majestuoso castillo del desconocido Conde Drácula ya que este había adquirido unos viviendas en Londres y debía firmar los contratos. Una vez allí tiene que quedarse un tiempo hasta dejar todos los papeles en regla y encuentra que su anfitrión es cada vez más extraño y huraño. Todos conocemos la historia ya que el cómic nos cuenta, literalmente, todo lo que ocurre en la película paso por paso. Pero si no destaca en el guión, tampoco lo hace en lo visual pues tiene un trazo bastante irregular y no muy vistoso. Ahora bien, donde realmente gana este cómic es como un mero complemento a la película ya que todo el simbolismo con el que carga la película se ve aun amplificado en el cómic. Cada escena parece tener algo nuevo que contarnos, algún pequeño recóndito escondido que quedaba sin pronunciar. Sí, sigue siendo una historia de amor pero esta vez lo hace guiñándonos el ojo, esperando que veamos más allá, que entendamos lo que ya sabíamos por la película en un agradable ejercicio referencial. Así, aun sin grandes aspavientos ni méritos, consigue ser un cómic digno que hará las delicias de los fans y traerá por la calle de la amargura a sus detractores.
A veces contar la misma historia desde otro medio es suficiente para conseguir un efecto lo suficientemente nuevo como para sorprender gustosamente. El amor es una flor delicada que hay que regar y mimar cada día, por eso el trabajo de ser fan es duro, pues ese amor no se cuida solo. Por amor leemos la misma historia contado dos veces.
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