La violencia como punto estético es sobre lo que se sostiene gran parte del cine que podríamos considerar grindhouse. Así suele anidar en forma de la violencia como defensa política, como esputo malintencionado a la cara del criminal, es la defensa activa del hombre de la calle en tiempos de indefensión. En otros tiempos cuando la inseguridad del pueblo llano era tal que la policía era más un estorbo que una solución nació el vengador callejero, Charles Bronson ajusticiando bastardos con brutalidad y dolor. Ahora estamos en una situación de crisis igual que aquella, nos sentimos inseguros y desvalidos, sin valores ni justicia, el sitio lo viene a rellenar Hobo with a Shotgun.
Nacido como un trailer falso para el experimento Grindhouse de Tarantino y Rodriguez ahora, como ya lo haría Machete, toma forma propia y se convierte en una película de verdad. Ahora bien, donde Machete instalaba la mirada en una mexican exploitation, un género inexistente, articulando la historia de justicia social desde los torturados inmigrantes mexicanos Hobo lo hace desde la también desprovista de defensa clase media-baja. Cuando Hobo ve como la sociedad cae en espiral hacia el abismo más absoluto no le queda más remedio que liarse la manta a la cabeza, agarrar su escopeta y solucionar todo. Así volvemos atrás con una estetización de la violencia que comenzaría a mediados del siglo pasado en las películas de venganza. Esta estetización justifica y vanagloria esa violencia concebida ya no como el acto violento en sí, sino hiperbolizado hasta una forma de justicia divina, absolutamente objetivada. Cada bala de Hobo como cada bala de Kersey es un insulto de descontento de una población destruida anímicamente desde sus propias casas, una que solo sabe reaccionar ya desde el instinto de la pura violencia. Así la estetización es negación y afirmación al tiempo de esta violencia, negando los valores que hay detrás de esta convirtiéndose en una mera y simple venganza. No habrá justicia detrás de las balas de Hobo, solo habrá violencia.
Ahora bien las balas absolutamente cargadas de ideología siempre tendrán detrás el mensaje normativo oculto por la estetización. Así después de litros de sangre y, esperemos, muchísima diversión siempre quedará un ligero poso, un grito ahogado de socorro de una clase media que creyó que realmente, eran los privilegiados del capitalismo. Y es que, al final, el grindhouse fue en todos los sentidos la última gran lucha de las clases bajas contra el capital.
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