I. Stupid in the Dark, de Xiu Xiu (en Angel Guts: Red Classroom)
Llevamos mucho tiempo viviendo entre tinieblas. Entregados al exceso, descansando en medio de la noche, nuestros actos no se corresponden con la lógica del presente; el consumo cultural cae, ante el pánico huimos hacia adelante y nadie parece tener claro que hacer, salvo aferrarse o bien al pesimismo o bien al «que cambie algo, lo que sea, pero que cambie». Jamie Stewart, el poeta del lado oscuro del corazón, ya lo dijo claro con el primer single de Angel Guts: Red Classroom: «tú me enseñaste una lección, la gente es estúpida en la oscuridad». No hay bailarines en la oscuridad, sólo estúpidos. La gente no sabe reaccionar en momentos de tensión, dejándose llevar por sus instintos primarios. Mata o sal corriendo. Cualquier otra opción, cualquier opción que se sostenga sobre aquello que nos hace humanos, es abortada al instante por el terror que nos produce habitar en medio de la noche, en el reino de la posibilidad y la oscuridad; de eso trata la obra de Xiu Xiu, por eso es relevante: habla de aquello que no nos gusta ver, todas las estupideces que negamos en nosotros mismos. Aquello que debemos apreciar antes de averiguar cómo arreglar.
II. s950tx16wasr10 (earth portal mix), de Aphex Twin (en Syro)
Ruido, incomprensión, brutalidad: así se nos antoja el mundo. Navegamos por algo que nos resulta familiar, que juraríamos conocer bien, pero atacados de forma constante por nuevas formas que abrasan nuestros oídos; es Aphex Twin, es la vida, es aquello que no podemos domar ni descifrar porque está más allá de nuestra comprensión. Habita en medio de la noche. Aquello que nace en la oscuridad sólo se entiende desde la oscuridad, por eso carece sentido verlo reflejado a la luz de los acontecimientos: podemos descifrar las consecuencias de lo ocurrido, pero no cómo o por qué ocurrió lo que tuvo esas consecuencias. Decir que Aphex Twin se ha acomodado, que ha hecho más de lo mismo, es un error de cálculo lamentable. Nada en Syro es común o conocido. En mitad de la oscuridad Richard D. James mantiene la compostura, acecha, depreda las formas invisibles a la estupidez, y nos trae un trabajo que sobrepasa cualquier noción normativa del presente. Suena familiar, porque es producto del refinado arte de Aphex Twin, pero es tan extraño al común de los mortales como poder ver cómo un animal salvaje nos arranca la traquea en mitad de la noche. Cosa que ocurre a cada instante.
III. The Whistleblowers, de Laibach (en Spectre)
Si los buchones, o whistlebowers, tienen el pecho hinchado es porque se sienten orgullosos de su existencia. O porque han enfermado de bocio. En cualquier de los dos casos, tienen en común que algo les hacía enfermar y decidieron destapar la olla: los chivatos se sienten orgullosos de ser buchones, pues cantan las claves de lo que para la mayoría es sólo ruido haciendo público lo que se cuenta como secreto en el ámbito de quienes ostentan el poder; los chivatos pueden enfermar de bocio también, porque su pecho se infla de tener que ocultar toda la mierda que ocurre entre las sombras. Allá donde la oscuridad reina. Es lógico por tanto que Laibach decidieran abordar sus aspectos más próximos al pop, sin renunciar en el proceso al industrial; para seguir con particular ímpetu en su crítica político-artística del presente. Son buchones con bocio, son whistlebowers. O como les gusta decir: «dormimos, soñamos, sin tiempo entre ellos». Donde los demás se aterrorizan, los whistlebowers —nos cinco que nos ocupan, no sólo los eslovenos— deciden actuar. Donde la mayoría son estúpidos, ellos danzan.
IV. Bloodfest, de Brian Reitzell (en Hannibal Season 2 OST)
¿En qué acaba la estupidez de aquellos que se niegan a interpretar su presente? En un festival de sangre. Desahuciados, solos, hambrientos; condenan a su mismo destino a los whistlebowers, porque niegan de forma constante a quienes quieren gritar la verdad. La verdad les ofende. No existe aquí la brutalidad del ruido, la descomposición del sinsentido, sino una perfecta melodía compuesta como reflejo del fracaso vital que nos ha llevado hasta nuestra situación; podemos acusar al caos o a los otros, culpar a la ignorancia o al desprecio, pero la realidad es que el fracaso ahora se nos antoja ordenado, lógico, situado en un lugar muy específico del espacio y el tiempo. Cuando escuchamos de forma adecuada, la verdad nos es revelada. Pero como sabe Brian Reitzell, como sabe Hannibal Lecter, la verdad es un proceso de transformación permanente: requiere del compromiso de la carne y de la sangre, de la (auto)consciencia y de la muerte, para alcanzar ese estado áureo de conocimiento. Requiere el sacrificio de nosotros mismos para alcanzarlo, para renacer infinitamente bellos de entre las cenizas de nuestra existencia.
V. Angel, de Boris (en Noise)
Nuestro destino es el de los ángeles. Hemos perdido el paraíso y sólo nos queda su recuerdo, tal vez palabras vacías de todo significado; el espectáculo brilla mientras se desvanece y el dolor se infiltra a través del eco reverberando por toda la dimensión física de la existencia. A veces vemos la mímica de un ángel. A veces, silencio. Lo que desarrollan Boris en Angel es la desesperación pura, la depresión consciente de aquel que sabe lo que ha perdido incluso sin haberlo merecido ni haber hecho nada para perderlo, pero también la consciencia de su situación; no es culpable, incluso cuando las heridas en su cuerpo son sólo suyas. «Perdido en la oportunidad de compartir sentimientos. Nunca para olvidar los sentimientos. Nunca olvidar» —nos dice Atsuo en los últimos compases de la canción. No importa cuantas veces nos destruya la vida, debemos seguir adelante: siempre nos quedará nuestro dolor, lo que hayamos aprendido de él, cómo hayamos renacido desde su miseria. Y, en último término, podremos ser ángeles con alas de buchones danzando en la oscuridad por comprender nuestro presente. Ya no animales, que se asustan con la oscuridad, sino humanos, que crecen en sacrificio con ella.
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