Parece lógico crear un árbol genealógico que parte del kaiju hasta llegar al pocket monster, al pokémon, en una genealogía del concepto del monstruo como entidad puramente nipona. Su siguiente paso, el siguiente heredero de la tradición, sería Cencoroll de Atsuya Uki.
En Sapporo un joven llamado Tetsu vive con su monstruo polimorfo llamado Cenco con tranquilidad hasta que descubre de su existencia Yuki, una aventurera y algo plasta joven, y Shū, que controla otros dos monstruos e intenta hacerse con el control de Cenco. A partir de aquí todo se hace en una breve historia de polimorfismo, combate y un grado justo de inexplicable psicotronia. El punto obvio que une a Cenco con el concepto de pokémon es el hecho de ser controlado por un entrenador humano que utiliza sus poderes para sus propios fines. Ahora bien, también hereda una vanagloriosa carga del kaiju clásico. Los combates entre monstruos gigantes salpicados por las continuas transformaciones hacen los combate dinámicos y los llevan a un nuevo campo re-inventando el concepto del kaiju como Furi Kuri re-interpretó el concepto de Super Robot. Pero quizás el mayor logro está en la concepción de Cenco como biológico y la unión con su entrenador.
Uno de los momentos más terroríficos de los primeros capítulos de Shin Mazinger Shougeki! Z Henm cuando Kabuto se vuelve consciente de lo peligroso se combatir con robots gigantes cuando al caer sobre un edificio ve derramarse una obscena cantidad de sangre de el. Así en Cencoroll tenemos una cruel figura paralela: cuando un proyectil arranca un brazo a Cenco este amputa uno de los brazos de Tetsu para regenerarse. La simbiosis del entrenador y el monstruo se vuelve un vinculo excluyente y doloroso, se convierten en un uno indisoluble. Si el monstruo es herido el entrenador es herido con el, haciendo que el combate se vuelva algo muchísimo más letal de lo que a priori se podría considerar. Así el monstruo se vuelve irremisiblemente humano ya que a partir de entonces combatirá con el pensamiento de un humano, el pensamiento del entrenador que es consciente de que vivirá cada herida en su propio cuerpo.
Así nos cuenta el origen de una historia que no tiene nada más que un origen, nos cuenta el origen de una nueva concepción del kaiju. Al girar irremisiblemente el monstruo la mirada hacia el hombre acaba por transformarse, involuntaria e indirectamente, en uno de ellos. Humano, demasiado humano.
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