Hipöstάsis Ä®àkî
01*
In line last night held the light
Down to save me from pain, happiness can lie
Remembering our lost home (our lost way)
Four Walls, de Massive Attack Vs. Burial
Conocer los límites de la experiencia ocultos más allá del conocimiento inmediato, las circunstancias generales por las cuales ocurren las cosas, es algo que está vedado al ser humano; conocemos las situaciones como nos son dadas, pero nos resulta imposible reaccionar según la maraña de acciones y contracciones que las forman. Somos esclavos de las circunstancias. Conocer las intenciones de aquellos involucrados en una acción de la cual no disponemos información previa es imposible, o si la disponemos conocer si no ocurrirá un evento estadísticamente improbable que nos lleve de cabeza hacia la incertidumbre es demasiado posible: según nuestra experiencia, toda elección es siempre la más racional en el momento en que ha sido tomada; o tempo: existe un margen de fallo dado por la imposibilidad de conocer todo acontecimiento ocurrido en la noche del mundo.
Four Walls nos transmite esa sensación de desamparo ante una serie de elecciones mal planteadas, sólo vistas en perspectiva como tal, a través de su musicalidad: los silencios, el downtempo y las disonancias armónicas transmiten el derrumbamiento de una voluntad más allá del límite de lo conocido. A través de la canción paseamos por las calles oscuras, repletas de óxido, de aquel demasiado ocupada en no permitir que le den caza sus recuerdos. Después de un ataque masivo, no queda nada; lo que acontece aquí son los pasos solitarios de un alma en pena que intenta llegar hasta alguna parte que ya no existe, porque se volatilizo con el mundo que hasta entonces conocía. No queda nada después del entierro de la voluntad. Por eso nos transmite esa culpa extraña que sólo ocurre en aquellos que se flagelan por las decisiones tomadas que no podrían no haber tomado, porque entonces era lógico haberlas asumido. Si bien lo que parecía deseable pudo ser una mala idea, salvo que hablemos de la perdida de las capacidades intelectivas, nunca es una circunstancia de la cual podamos extraer una culpa que se sustraiga de nuestra propia intención.
¿Qué queda tras la culpa que vacía el corazón? Nada, salvo la posibilidad de reconstruir el mundo bajo nuestros pies. Por eso el final de la canción parece una puerta de entrada hacia otro lugar, hacia un claro de luz entre los horrores que habitan entre las sombras: después de la noche, el amanecer. Un amanecer sombrío, lleno de vida, que quema los ojos y resulta difícil de soportar. Todo renacer, todo amanecer, es siempre una transformación que nos lleva más allá de las cuatro paredes que habitamos; una vez hemos sufrido por la incomprensión de nuestro propio destino, volvemos con espíritu renovado para apropiarnos del sino hasta el momento huido. Quizás no sin error, quizás no sin volver a la desesperación del caos, pero sí con ciertas coordenadas de como salir de él.
Aceptar que no podíamos haber planeado el fracaso, que lo que creíamos que sería un paso hacia la lucidez sólo era un paso hacia la defenestración, es la única manera de salir del sombrío campo del terror para re-encontrarse con la posibilidad de la vida. Tan sencillo, tan complejo.
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