Family of Robot catalogue, de Paik Nam June
Lo estático es aquello que es absolutamente ajeno a la existencia en tanto ésta se define siempre en su propio devenir: aquello que no existe es aquello que ya es perfecto en sí mismo, que no deviene ni puede devenir otra cosa. La condición del ser como algo imperfecto, que está perpetuamente tornándose otra cosa, tiene una importancia radical para interpretar el mundo que quizás no sea evidente en primera instancia: yo sólo seré algo de forma unívoca, constante y permanente cuando haya muerto; en tanto entidad viva, mi filiación política, sexual o intelectual está siempre atada a la posibilidad de devenir otra cosa —otra cuestión es que ésta no llegue a suceder nunca, pero la posibilidad de cambio es una constante siempre presente. Sólo cuando se acaba nuestra relación con el tiempo pasamos a ser seres perfectos, pues ahora ya estamos anclados en un tiempo pasado específico.
La relación que se plantea al respecto de los robots de Paik Nam June debe partir, necesariamente, de esta relación de existencialidad: en su pretensión de ser una duplicidad de lo que supone ser humano, son una representación de las formas de la existencia que le son propias al hombre. El famoso artista coreano desarrollaría en esta exposición a partir de su famoso robot, K‑456, toda una familia robot de tres generaciones que mostrara a su vez los diferentes cambios generacionales, dentro de la evolución tecnológica, que sufrió la reproducción de vídeo —lo cual es completamente lógico teniendo en cuenta que Paik Nam June sería pionero del vídeo arte — . A través de esta simpática familia, creada a partir de un binarismo lógico subrayado en una estructura clásica de la misma (abuelo-abuela, padre-madre, hijo-hija; la representación clásica de la familia occidental), pretendería ir demostrándonos como ha habido una evolución lógica a través de una construcción común de los robots, pues en todos se usan la misma clase de piezas para representar las mismas partes del cuerpo, y así demostrar en un sentido fisiológico la evolución tecnológica del vídeo; no abre el cuerpo hacia una lógica tecnológica en la cual se circunscribe, sino que abre la tecnología al cuerpo para convertir ésta en una forma que busque ser historia propia (de la tecnología) e historia adquirida (de la humanidad).
Lo interesante de esta familia de robots no es tanto la evolución tecnológica, aunque también desde un punto de vista que puede ir desde la curiosidad hasta el estudio de alguna forma futura de antropología cibernética, como su condición de representación fisio-tecnológica del ser humano. En tanto objetos inertes está claro que no son seres humanos, ni siquiera podríamos considerar que tengan un devenir como tal —aunque esto nos daría para un interesante debate clásico de la ciencia ficción de corte más filosófico, ¿tienen los robots un estatuto ontológico humano u objetual? — , y por tanto carecen de toda función existencial, pero como objetos artísticos si representan una realidad eminentemente humana. Los diferentes objetos tecnológicos que los conforman devienen otra cosa más allá de la suma de sus partes (la posibilidad de una evolución, la conformación de un cuerpo humano) y, por ello mismo, representan problemas fácticos eminentemente humanos; aun cuando objetos, en tanto artísticos, su condición pasa a ser el de objetos que nos permiten una reflexión existenciaria; en tanto objetos, estos robots son el equivalente idealizado de un cadáver humano: tienen una historia, un tiempo donde tuvieron una vida, y ahora sólo son los vestigios de lo que fueron.
Aunque esto resulte impactante por sus conclusiones, lo que se nos podría escapar en el proceso es el hecho mismo de como el arte puede simular una lógica existenciaria a través de su propia condición de representación; lo que la filosofía, el pensamiento, comprende a través de un razonamiento lingüístico-verbal, el arte lo representa a través de un razonamiento lingüístico-estético. Estos robots no son humanos, pero representan una realidad humana. La imposibilidad de reducir el cuerpo a una serie de órganos, la evolución connatural heredada de los signos físicos en diferentes generaciones y la unicidad absoluta de cada ser humano son algunas de las representaciones que filosofía y ciencia concluyeron en el último siglo y, de un modo metafórico, Paik Nam June plasmaría a través de una familia robótica.
Ahora bien, ¿por qué nos interesa específicamente el catálogo de la exposición y no la exposición en sí? Porque sólo en tanto se plasma en papel esta obra de arte no se diluye en las formas físicas de su propia condición y se perpetua en una obra de arte que tiende hacia el absoluto; la perfección de la familia no es sólo plasmada para la eternidad, sino que es diseccionada a través de un inventario específico de donde sale cada una de las partes, además de una contextualización general sobre la obra y la exposición. Al convertir una obra cuyo lenguaje es meramente estético a un lenguaje que es, a su vez, verbal, se crea una nueva dimensión donde no sólo se literaliza la obra sino que, además, se la literaturiza: los robots se encuentra tanto en una dimensión estético-artística como en una dimensión histórica: no es sólo que sean la representación de un ser humano muerto, es que son la historia de la autopsia de una familia de cadáveres. He ahí que sólo en su plasmar en el papel, en hacer que sea historia a través de una lectura que se pretende objetiva y cerrada —y es así porque, al ser una publicación de una obra que se antologiza, se considera concluida — , esta familia de robots nos representan esa existencia que sólo es aprehensible en su totalidad cuando ya acabó, que sólo tiene sentido escribir como algo seguro cuando su cuerpo acabe situado en la mesa del forense. O del historiador del arte.
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