Immolate Yourself, de Telefon Tel Aviv
Cuando uno habla de ciertos músicos, como el caso de los que nos ocupan, uno siente cierta necesidad de redundar en su pasado para comprender su presente. Nacidos de la escena industrial, hardcore y punk de Nueva Orleans, pero educados en la más estricta ortodoxia de una formación clásica de conservatorio, su auténtico punto de evolución sería el ambient/IDM que cultivarían bajo el pseudónimo ‑altamente subversivo, que duda cabe- de Telefon Tel Aviv. Bajo estas premisas debe juzgarse lo que contiene todo su trabajo: una tendencia nómada, esquizotípica, donde se puede contener potencialmente cualquier cosa; su trabajo es siempre una deriva maravillosa que lleva el sonido de la electrónica, muerto antes de nacer en sus conformaciones más populares, hasta tierras nunca antes exploradas.
Su estilo errabundo les lleva de un extremo al otro de la escala, haciendo de este Inmolate Yourself una auténtica declaración de principios desde su propio nominalismo: durante la duración del trabajo no paran de inmolar una y otra vez no sólo la concepción de qué es Telefon Tel Aviv, sino también su propia auto-concepción; aniquilan una identidad prefijada, estática, en forma de un Yo nómada. Por eso intentar encontrar un asidero, un lugar donde sostener una idea común sobre el grupo, está abocada necesariamente al fracaso. Siempre los percibimos desde la distancia, como si no estuvieran ahí, como si fueran un perfecto devenir-invisible, pues es imposible encarnar un organicismo esencial de los mismos.
Como una masa solipsista, poliforme, está siempre al pie del cañón en una tierra más allá de donde apenas sí los podemos otear, habiéndose desplazado ya cuando otros intentan llegar hasta sus tierras. Y es así como se define su identidad, en esa imposibilidad de que alguien les alcance en una colonización perpetua de los nuevos márgenes del mundo que van surgiendo en la construcción inmanente de una realidad discursiva a través del arte.
Al final, la magia de Telefon Tel Aviv, es su capacidad para hacerse uno con el mundo. No construyen discursos imposibles, incomprensibles por nadie, pues adoptan los fragmentos deconstruidos de los géneros que han oteado para construir los nuevos territorios a colonizar; antes que constructores de lo desconocido fueron maestros de lo acontecido. Es por ello que todo suena familiar, cercano y agradable, ya que de facto lo es. No hay nada que sea completamente nuevo, desconocido o secreto, no hay una pretensión de inteligibilidad tan propia de los grupos de electrónica a los márgenes de los géneros mayoritarios. Todo es como el sonido de un teléfono hackeado, que desde unas lineas que suenan familiares al que las escucha conforma un nuevo acoplamiento de ondas nunca antes pensado.
No hay nada más allá de la construcción, inefable y perpetua, de una realidad que se muestra esquiva pero presente en el mundo. Y Telefon Tel Aviv han asumido el papel de un hacker de la realidad a través del arte: cambian, distorsionan y mejoran aquello que aun no sabes que puede ser mejor.
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