Las obras de culto, las verdaderas obras maestras, generalmente no son entendidas en su tiempo por un público más preocupado de mirarse el ombligo en una pseudo-intelectualidad acomodada que en una verdadera revolución de los códigos socio-estéticos. Esta revolución tiene nombres y apellidos y, además, desde su mismo título nos deja muy claro que viene para enfrentarse contra nosotros. Es Scott Pilgrim vs. The World. Y es que como la versión cinematográfica de un cómic de culto en la actualidad despertó el temor de todos aquellos cuantos se acercaban a ella. Ahora bien, el hecho de que estuviera detrás Edgar Wright ya nos daba cierta seguridad aun con la dudosa elección de Michael Cera como Scott Pilgrim. El resultado final es absolutamente perfecto.
Todos conocemos la historia, un joven de 22 años de Toronto, Scott, se enamora de una chica neoyorkina que acaba de mudarse a la ciudad, Ramona, y para poder estar con ella deberá enfrentarse a sus 7 ex-novios malvados. También tendrá que enfrentarse a sus propios sentimientos para poder estar con ella. Y este es uno de los temas que más y mejor explota de forma continuada la película: el como se crea el amor en su forma más inocente, pura, en una palabra, real. No debemos olvidar jamás que Scott Pilgrim no es más que un arquetipo del hombre joven enamorado que madura mediante el proceso de intentar estar en una relación saludable con Ramona. Desde su obsesión al verla en sueños (el anhelo de encontrar la mujer amada), el sentir que ella es la chica de sus sueños literalmente (el sentimiento de haber encontrado un alma gemela según la vemos) y finalmente, la aceptación del amor, propio y ajeno, como forma de consumar la relación y la madurez. Todo es la literalización de la lucha que tenemos todos y cada uno de nosotros cuando nos enamoramos. Luchamos contra los ex-novios de nuestras parejas a través de la superación de nuestros celos y temores del mismo modo que solo cuando no solo amamos a la otra persona, sino nos aceptamos a nosotros, es cuando realmente podemos estar con esa persona. Debemos aceptar la vida y el amor con sus propias reglas sin dejar de ser nosotros mismos.
Pero todo lo anterior no es más, y aun con todo es muchísimo, que una representación del factor social, de las formas del amor, en el joven de principios del siglo XXI. Cuando hablamos de la estética de Scott Pilgrim es cuando podemos encontrar una mirada no solo al presente, sino al futuro de todo aquello que se está gestando ahora. La película bebe en lo formal continuamente de los videojuegos por lo que la hibridación de estéticas le confiere un estilo dinámico, alocado y muy sugerente, dando como resultado un estilo que explota los referentes de las presentes y futuras generaciones culturales. Y no solo de videojuegos ya que con la introducción de continuas referencias y espectáculos musicales del indie de entre los 90’s y nuestros días, tanto de forma exogénica como endogénica, va formando una colisión de formas culturales para darnos un paradigma de nuestra época, de nuestra cultura. Con Scott Pilgrim tanto Edgar Wright como Bryan Lee O’Malley consiguen diseccionar nuestra época desde dentro, consiguen confirmarnos cual será nuestra estética para los moradores de nuestro futuro.
No debe caber duda alguna de que Scott Pilgrim es una obra que sienta precedentes y abre puertas hacia una nueva forma de estética a la vez que nos habla de nuestro mundo como un ensayo antropológico. Con la creación de una nueva estética, una estética enteramente nuestra, pone contra las cuerdas la concepción anterior ya no solo de como debe ser el espectro cultural, sino como es el mundo en si mismo. No es de extrañar entonces que la película se haya estrellado en taquilla estrepitosamente, unos no quieren ver el final de su imperio y otros no quieren verse reflejados (o verse fuera de ese reflejo) de este nuevo mundo. Será una película de culto que reivindicaremos unos pocos, ese puñado que intentamos siempre ver más allá y leer nuestra propia cultura desde los códigos que nos son propios.
Al principio afirmaba que la revolución tiene nombres y apellidos y así es, Scott Pilgrim es el nombre del cambio paradigmático en la sociedad, el relevo generacional que los antiguos dragones tendrán que dejar pasar a las carpas que salten la cascada. Pero como siempre, como en toda revolución, sólo unos pocos podrán verla como tal mientras todos los demás se enfrentaran abiertamente a ella demostrando que en ellos solo queda el vestigio de una era pasada o la ignorancia. Es premonitorio desde el título, es Scott Pilgrim vs. The World, es la nueva estética y valores sociales que se enfrentan a un mundo que, todavía, es un mundo antiguo.
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