Tésis: El think tank indie. En búsqueda de la representación perdida.
Abordar la obra primeriza de cualquier artista ‑aunque no exclusivamente, ya que también les ocurre lo mismo a los filósofos- pasa por la inefable presentación caótica de todos los rasgos que a lo largo de su carrera le caracterizarán de una forma determinante. Es por ello que no debería extrañarnos que, del mismo modo que en Fenomenología del Espíritu de Hegel está toda la filosofía de éste en un estado embrionario, en la obra de cualquier artista podamos encontrar ideas, desarrollos y pequeñas pinceladas de sonidos y representaciones que llevará a cabo de una forma sistemática en un futuro. Bajo esta consideración cabe pensar toda primera obra ‑no necesariamente, aunque sí como una posibilidad muy común; podría no cumplirse sin ningún problema en un artista excesivamente sistemático en su intencionalidad desde sus inicios al expurgar todo carácter de diferencia- como el lugar donde las ideas primogénitas que irán creciendo de forma constante con el autor se presentan en sociedad para poder así tenerse en consideración como el futuro de sí mismas, como la representación del auténtico espíritu de su progenitor. Y si bien este es el caso de My Bloody Valentine en Isn’t Anything, primer LP del grupo que nos ocupa, este se situaría entre los rara avis de los primeros trabajos por auparse como una suerte de noología, el estudio del espíritu en tanto conocimiento universal, de su zeitgeist musical.
La peculiaridad de Isn’t Anything sobre otros grandes hitos de la música, y seguramente lo que lo haga particularmente excepcionalidad, es la imposibilidad de definirlo en términos de una realidad aprensible: no se puede categorizar el disco porque está completamente desestructurado en lo referente a una pauta lógica consecutiva en su composición. ¿Qué significa esto? Que simple y llanamente no se puede crear una pauta única, exclusiva y tangible en un sentido positivo de a qué suena el disco. Es por ello que todo acercamiento hacia Isn’t Anything como totalidad, como composición absoluta con coherencia interna, acaba siempre necesariamente en el fracaso; todo cuanto se destila aquí es sólo un proceso intuitivo y caótico más basado en una búsqueda experimental de una representación desconocida que de una cristalización efectiva de una representación en sí misma.
Con esto suponemos que, efectivamente, aunque podemos rastrear sonidos que serían circunscribibles a tal o cual género, no hay ninguna razón lógica para que efectivamente podamos encuadrarlo dentro de ninguno de ellos, Isn’t Anything se nos presenta como una representación en fuga inaprensible en sí misma. Esto significa que cualquier tipo de categorización sistemático-positiva es imposible, como ya hemos visto, ¿qué nos queda entonces para definirlo? Pues cuando la razón sale por la puerta, la poética entra por la ventana, por lo cual para hacer una lista de las cualidades de My Bloody Valentine en su primera representación tendríamos que imitar el Emporio celestial de conocimientos benévolos de Jorge Luis Borges, lo cual haré a continuación. Las cualidades de Isn’t Anything se clasifican o pueden clasificarse en: (a) pertenecen a My Bloody Valentine, (b) como una balada pop a 45RPM pasada a 33RPM, © recursivos, (d) fantasmagórico, (e) de adictos al LSD, (f) como un archivo musical del futuro, (g) apasionado del doom metal psicotrónico, (h) acusado de espectrológico, (i) que siente excitación por el garage, (j) de cambios bruscos, (k) como poseído por un espíritu adolescente, (l) juguetón, (m) inclasificable, (n) que se miran las zapatillas incesantemente.
Todo lo anterior es tan arbitrario como verdad: es imposible resolver un conocimiento positivo y fáctico de lo inaprensible, es imposible conocer el arte a través de una sistematización lógica de la razón. Es por ello que todo acercamiento a este Isn’t Anything se hace desde el espíritu de beber de unas aguas que ni comprendemos ni poder comprender, pues su exploración nos llevaría una infinidad de tiempo que no tenemos. Aunque redujéramos todo a sus principios más básicos, aunque fuéramos capaces de extraer cada nota y cada referencia, habría un algo que se nos escaparía de forma indefectible: el aura. Este aura, término que debemos a Walter Benjamin, sería precisamente el espíritu en sí que caracteriza a la obra de arte como arte en sí mismo y no como una mera acumulación de referencias y formas; el aura es el espíritu que hace a una composición arte como tal. Es por ello que, aunque se beba incesantemente de las aguas de Isn’t Anything, aunque nunca se le reconozca, siempre se alude al espíritu contenido dentro de sí. Lo que consiguen My Bloody Valentine es cristalizar una cosmogonía completa de sonidos, una estructura imposible de cristalizar en una consecución lógica de elementos, a través de las cuales de las cuales cada cual puede tomar como suyas en cada ocasión.
En definitiva, toda consideración sobre Isn’t Anything pasa por la comprensión de su carácter de entidad noológica-musical en tanto, dentro de sí, contiene todas las futurabilidades posibles de la música en su presente, pasado y futuro. O, lo que es lo mismo, no hay nada durante los 20 años anteriores o posteriores al disco donde no haya una influencia clara, aunque no tiene porque ser directa, de lo que se hace en Isn’t Anything. Y es así no porque todos los grupos beban de él, lo cual sería imposible en el caso de los grupos anteriores a él, sino porque él es una representación de la infinitud del espíritu conocido ‑aunque, con esto, no hay pretensión de aludir a una universalidad trascendental: es un conocimiento histórico-progresivo inmanente‑, de la representación musical posible, de las cuales todos beben a través de cualquiera de sus afluentes; Isn’t Anything es excepcional por haber sido una de las caracterizaciones posibles más certeras de la síntesis del conocimiento intuitivo del arte tanto en su carácter histórico-musical como aureático.
Antítesis: Ruidismo ilustrado. La conformación en negación de sí.
La carrera de My Bloody Valentine, que no podría ser más fascinante aun cuando errática, supondría en su segundo disco, Loveless, hacer una oposición directa hacia todo lo que supuso su primer trabajo. Todo lo que en Isn’t Anything eran intuiciones, tanteos y alusiones a un sentido ulterior de las posibilidades de la música en Loveless se convertiría en la conformación de un sentido particular que explorarían de una forma sistemática y concienzuda; lo que en Isn’t Anything era una alusión constante a la infinitud en Loveless hay una pretensión de aprensión de un carácter finito de sí. Esto, que parece un paso atrás con respecto de su primer disco, permitiría que el grupo fuera, por primera vez, definible dentro de unos parámetros lógicos positivos con respecto de su música: My Bloody Valentine es shoegaze.
¿Qué significa esto? A priori significa que no tenemos necesidad de crear sistematizaciones absurdas, potencialmente infinitas, para definir lo que tenemos ante nosotros pues no hay nada más allá de lo que está ahí de una forma sistemática per sé, en tanto caracterización de su propio ser. Pero, si ahondamos un poco más en el asunto, hay una serie de consecuencias que devienen a partir de tal caracterización de sí mismo de un modo, más o menos, preclaro. La primera de ellas, y seguramente la más importante, es que en esta caracterización eligen una sola conformación de sí mismos a través de la cual representarse dentro de la infinidad posible que tenían ante sí anteriormente. Con Isn’t Anything eran la posibilidad de ser una infinidad de cosas en tanto entidades futuribles, pues habían marcado la posibilidad de abordar en un futuro mil afluentes posibles en su idnefinición, pero al escoger un único camino bien definido y delimitado, que además no deja de ser la depuración del caos anteriormente contenido, devienen en una identidad específica que se contiene como entidad finita; My Bloody Valentiene se da en Loveless como una entidad definida a través de una serie de rasgos específicos comprensibles dentro de un carácter racional.
Esto significa que My Bloody Valentine prescinde del carácter universal, de pretender aprehender todo cuanto puede ser dentro de su propio ser-en-el-mundo, para escoger una serie de rasgos finitos a través de los cuales definirse. Estos rasgos, que aun cuando mutables son definidos, le confieren una personalidad propia de la que no pueden escapar: si My Bloody Valentine quieren hacer algo que no sea shoegaze e implique una cantidad indecente de murallas de ruido blanco deben desprenderse del nombre de My Bloody Valentine; en la caracterización se definen de una forma crítica, consustancialmente real, en honor de ser sólo lo que son y no lo que podrían ser. Esto implica que hay un proceso a través del cual el aura, aquello que hay de puro en el arte y que conforma el arte como tal, se vea caracterizado dentro de una serie de características basadas en un nominalismo identitario ‑sólo en tanto My Bloody Valentine suena como My Bloody Valentine es My Bloody Valentine- que produce una renuncia automática de toda posible caracterización diferida de sí. Es por ello que el carácter aurático de la obra de arte en tanto totalidad de sí bien definida se basa, en el caso de My Bloody Valentine, pasa necesariamente por los rasgos que se consideran como propios de ese ente; My Bloody Valentiene es, necesariamente: (a) shoegaze, (b) con murallas de ruido blanco, © con un volumen muy alto, (d) estruendoso, (e) extrañamente agradable, (f) con infinidad de matices heredados del indie de los 90’s. Y en caso de violar las clausulas ceteris paribus, las composiciones de a la (a) a la (f) que consideramos necesarias, el grupo dejaría automáticamente de ser My Bloody Valentine para ser otra cosa.
Bajo esta perspectiva quedamos entonces en una oposición binaria Isn’t Anything-Loveless, infinito-finito, indefinición-definición, posibilidad-realidad, poder ser-ser, a través de la cual podemos ver una concatenación de ideas polarizadas. Loveless se sitúa como la antítesis ideal de Isn’t Anything en tanto, aun siendo parte de una realidad común, My Bloody Valentine, cada uno de ellos produce una producción de afectos diferente sobre el objeto sobre el cual ejercen influencia pero, al mismo tiempo, pertenecen de forma primordial; los dos discos construyen a My Bloody Valentine en la misma medida que éste los construyo a ellos: hay una bipoiesis constructiva en la conformación de estos como objeto/medio.
Síntesis: La comunión catártica con el arte.
Si My Bloody Valentine es una bipoiesis, entonces deberíamos considerar que el punto final no es exactamente una síntesis. En primera instancia tenemos un corpus de una entidad en formación (Isn’t Anything) que luego se iría conformando lentamente hasta su madurez (Loveless) a través de la cual podemos identificar los rasgos identitarios particulares de esta entidad (My Bloody Valentine). Esta interpretación, basada en una concepción biológica de toda realidad, no está equivocada pero carecería de perspectiva relacional con respecto de sus partes: aunque se considere generalmente que lo que caracteriza a My Bloody Valentine es Loveless sin embargo es innegable que Isn’t Anything es parte cosustancial de sí mismo; aun cuando pretendamos reducir a una entidad exclusivamente a su estado de madurez éste no es el estado último de sí mismo. Aunque podamos negar el pasado (por invariable) y abonarnos al presente (porque necesariamente el presente ha de ser como es) sin embargo siempre existe una futurabilidad del ser (porque todo futuro es contingente) que implica que existe una posibilidad de evolución futura. En este caso aunque el presente es necesario (My Bloody Valentine es Loveless) en un futuro perfecta podrían evolucionar desde alguno de los afluentes de infancia que son Isn’t Anything sin perder su personalidad en sí (My Bloody Valentine es Loveless pero puede no serlo en el futuro); aun cuando ahora el aura, el ser-arte, de My Bloody Valentine sea Loveless en tanto tiene una conformación primera en Isn’t Anything pueden aludir a ella para una evolución diferente con respecto de su actual conformación.
Ahora bien, Isn’t Anything no es exclusivamente el carácter consolidador de un aura propia de My Bloody Valentine, sino que es la fuente del que puede beber cualquier otro grupo. En tanto caos inaprensible, en tanto infinito que aborda todo lo imaginado e imaginable del presente, cualquier artista, filósofo o individuo común ‑dicho esto, en cualquier caso, sin ningún ánimo clasista o despreciativo- puede pretender hacerse uno, conformarse en síntesis, con aquello que quiera o pueda ver en las áridas aguas de la representación del continuum de la realidad musical. Y esa es la doble función del arte ‑aunque, en realidad, sería en todo aquel proceso que no podamos reducir a un nivel exclusivamente racional- en último término: ser capaces de hacernos ver la realidad más allá del ser-en-el-mundo y darnos las herramientas intuitivas para intentar edificar aquella concepción de la realidad que hemos vislumbrado dentro de sí. Es por ello que el arte es el único modo de generar representaciones de realidad, más arte, en el mundo, pues sólo en el arte se encuentra tanto la emancipación de la reclusión del ser con respecto del mundo a la vez que las herramientas para emancipar a los demás de su imposibilidad de ser-el-mundo.
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