No en el espacio debo yo buscar mi dignidad, sino en el arreglo de mi entendimiento. Ni en más ni en menos lo arreglaré si poseo tierras. Por el espacio el Universo me comprende y se me contiene, como un punto; por el entendimiento yo lo comprendo a él.
Blaise Pascal
Solemos afirmar que el dinero no da la felicidad, pero no sabemos hasta que punto eso es verdad. Con dinero podemos comprar los objetos deseados, no depender jamás de los demás, ser nosotros mismos sin necesitar coartadas personales más allá de papeles y metales; incluso si el dinero no da la felicidad, cosa que podríamos dudar, es imposible encontrar diferencia entre su facilidad para cumplir nuestros deseos y la auténtica felicidad. Con dinero cualquier cosa se puede comprar. Por eso, viviendo bajo un régimen capitalista, es lógico pensar que a golpe de crédito o efectivo se puede satisfacer cualquier necesidad, por íntima o personal que sea: todo puede ser convertido en servicio, todo puede reducirse hasta la condición de «cosa». Salvo porque la cosa pierde el valor para convenir un precio, pasa de ser una entidad a ser sólo un punto.
Cuando Pascal habla de «espacio» y «entendimiento» como dos conceptos contrapuestos, a pesar de que pueda parecer que ni siquiera guarden orden común alguno a través del cual ser comparados, lo que intenta referir es la distancia que existe entre el objeto, la cosa, y el individuo, la persona. Ningún individuo es, en origen, sólo una cosa. Si existe algún lugar donde se contiene la dignidad, aquello que no tienen ni las piedras ni los árboles ni los animales ni ninguna otra cosa —entendiendo por «cosa» no un término despectivo, mas al contrario, sólo aquello que está exento de cualidades humanas — , es aquel nacido del interior humano: el entendimiento. Ninguna cosa tiene entendimiento, por más que habiten el mundo. Habitar el mundo, estar contenido dentro del mismo, no nos hace ser nada más que un punto específico del mismo; en tanto tenemos entendimiento, trascendemos el ámbito de la cosa sin por ello renunciar a sus cualidades. Somos humanos, pero tenemos cualidades de cosa; tenemos entendimiento, pero tenemos la cualidad de estar contenidos dentro de la totalidad del mundo. Pertenecer a un orden superior no nos hace superiores, sino más complejos.
En tanto tenemos cualidades heredadas de las cosas, el ser un punto dentro del mundo, todo entendimiento sobre nosotros mismos que emana del mundo es debido, en último término, al hecho de ser una parte constituyente del mismo. Sin embargo, no ocurre así con las cosas. Las piedras y la tierra y los lobos y los mares constituyen de igual modo el mundo, pero ninguno entiende su función; el ser humano, en tanto poseedor de entendimiento, es capaz de comprender el orden natural del mundo y actuar en consonancia. Ningún lobo se plantea sus acciones, si al cazar ciervas en celo no estará desestabilizando su ecosistema y procurándose comer hoy para acabar muriendo de hambre el año que viene; todo ser humano se rige por el entendimiento del entorno, ya que sabe que si cazan ciervas en celo sólo conseguirán desestabilizar el ecosistema e impedir la natural proliferación de cervatillos. Lo que separa el nivel «cosas» del nivel «humanos» no es ningún razonamiento espurio, ni siquiera cierta necesidad de situarse como superior, sino la existencia de una cualidad inexistente en el primero: el entendimiento.
No se encuentra la dignidad en el espacio porque el mundo no puede decirnos nada por sí mismo, es necesario recurrir al entendimiento. ¿Por qué dice Pascal entonces, de repente, «ni en más ni en menos lo arreglaré si poseo tierras»? Porque la capacidad para poseer cosas, para poseer el mundo, tampoco nos da ninguna seguridad respecto a nuestra capacidad para comprenderlo. Se pueden poseer todas las tierras que existan, tener todo el dinero del mundo, obtener todo cuanto exista bajo los cielos, pero eso no da ninguna clase de serenidad emocional o claridad mental: nos hace poseedores de la naturaleza, pero no nos provee de su comprensión. Con dinero somos objeto entre objetos, ¿o acaso la manada de lobos que posee el bosque lo entiende mejor que el guardabosques?
Es cierto que poseer tierras, tener dinero para poder tener cuantas cosas deseemos, puede ser de ayuda para hacer experimentos de campo y poder vislumbrar con más claridad las circunstancias particulares del mundo, pero no nos ahorra la necesidad de comprenderlo. El dinero allana el camino, pero no lo recorre por nosotros. De hecho, puede ocurrir al contrario: puede hacer tan llano y simple el camino, con tantas facilidades para saltar de una a otra cosa, que cualquier motivación para entender algo sea pura entelequia. No existe entendimiento sin humanidad, por eso un exceso de cosificación —bien sea por cosificarse para ganar dinero, bien sea que el dinero cosifica por valorarlo todo desde él y no desde el entendimiento— consigue que no podamos comprender nada de cuanto acontece en el mundo. El dinero no da la felicidad, porque sólo es feliz aquel que entiende sus circunstancias; el dinero cosifica, porque sólo deviene en cosa aquel que sólo puede ver el precio de todo cuando contiene el mundo.
Comprender el mundo supone aceptar su particular singularidad, que nos contiene, que somos algo que trasciende la mera condición de «cosa»: somos humanos, algo más allá de meros objetos. Hasta que no aceptamos que no podemos rehuir el entendimiento, pues cosificarnos a través del estancamiento sólo sirve para evitar hacerlo un tiempo —lo cual nos lleva, por necesidad, a la culpa: sabernos evitando ser aquello que somos, torturando a las personas cercanas en el proceso, y sufriendo por ello — , tampoco podemos comprender el mundo ni todo lo que él contiene.
Sin comprensión del mundo no existe comprensión de nuestro auténtico valor, la medida de todos nuestros sueños y deseos.
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