En muchas ocasiones de la vida necesitamos de esa figura amable, dulce incluso, que con su mera presencia nos reconforta y nos hace sentir protegidos. Esto produce que, en algunas ocasiones, alguien que nos es desconocido consigue conectar con nosotros y transmitirnos esa sensación con estar cerca nuestro, aun cuando no lo conocíamos hasta ahora. Algo así es lo que ocurre con las ilustraciones y cómics de Mikelodigas que estrenó portafolio nuevo esta semana.
Aunque para los seguidores de éste blog ya deberían conocerlo de sobra por ser el ilustrador de cabecera del mismo ‑véase ilustrando los Oscar, con un cómic sobre Halloween o ilustrando un relato- nunca está demás recalcar su trabajo. Así en las ilustraciones de Mikel nos encontramos esa constante de dibujos estilo cartoon, achaparrados y abstraídos hacia un mundo de formas eminentemente geométricas. Esta barroquización de la realidad a través de la sencillez se refuerza en su uso de colores, tendente hacia lo aparentemente bicolor, que refuerza la gravedad confortable de lo representado. Sus trazos, sencillos y claros, se ven cargados de maestría en su uso inteligente y comedido del color. Pero por esto mismo es por lo que sus ilustraciones nos resultan familiares, consigue recrear el mundo interior en el que habita su mente. Casi como la representación de los paisajes mentales de su niño interior, de un adulto que aun no ha perdido la inocencia, consigue dirigirse de tú a tú con esa pequeña parte de nosotros mismos que aun queda impertérrita; siempre infante.
Como una cosa pequeña, tierna y furiosa se presenta el trabajo de Mikel, una representación de todo lo que aun es inocente y disfruta siéndolo dentro de nosotros. Y he ahí su valor, pues sólo con esa cándida recreación consigue transmitirnos la confortable calidez del hogar. Si en último término la labor del hombre es aprender a ser feliz, no nos queda más remedio que dejar correr libre nuestra pasión infantil.
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