Para los legos, si es que acaso algún anacoreta olvidado vuelve ahora a la civilización, primero cabría especificar que la solarística es aquella ciencia que estudia el planeta Solaris, un planeta acuoso a varios años luz de la Tierra. Si este planeta ha conseguido un trato específico hasta crear una disciplina entorno a sí es debido sin duda a ser un organismo alienígena de tamaño colosal. Por eso nos centraremos en la obra capital de esta novísima ciencia, Solaris de Stanisław Lem.
El texto, bien suscrito en la narrativa, nos cuenta las vivencias del Dr. Kris Kelvin, un reputado psicólogo solarista, que es enviado a la estación espacial que hay en el planeta para investigar que ocurre en su interior. De este modo Lem estudiará uno de los puntos más interesantes que se pueden encontrar con respecto a Solaris: su influencia sobre la psique humana. El progresivo descenso hacia los rincones más oscuros de la identidad a través de exquisitos diálogos se van alternando con extensos capítulos donde, sin prescindir de la jerga científica necesaria en estos casos, nos va narrando los conceptos básicos que deberemos considerar para comprender los elementos físicos del planeta. Como toda introducción, más aun en un proyecto en progreso como éste, no llega en momento alguno a una conclusión absolutamente satisfactoria; por su condición alienígena hay una cierta imposibilidad de comprender el que es Solaris. Por ello quizás más convendría pensar en la solarística como una ciencia experimental, más cerca de las hipótesis indemostrables de la filosofía que de las ciencias puras. Sin duda alguna el pensamiento o intenciones, si es que pudieran denominarse sus actos con términos humanos, del planeta es tan ajeno a nuestra lógica común que todo estudio se basará siempre en una cierta condición de hipótesis.
El punto más problemático de Solaris es que toda “comunicación” con sus investigadores humanos se ve mediada siempre de la imposibilidad de entendimiento. Si es que hay comunicación alguna. Lo más cercano de esto serían los peculiares efectos secundarios que sufren los sujetos que habitan la estación espacial del lugar; de lo más hondo de sus mentes surgen entidades humanas de su pasado. Sin ser humanos como tal, ya que no son más que representaciones producidas por el planeta, plantean una problemática de convivencia grave al, como mínimo, duplicar las interacciones sociales abordo. Pero lo realmente interesante es como, en un comienzo, no son más que la representación de lo que nosotros recordamos de esas entidades pero con el tiempo tienden a evolucionar configurándose en otras “personas” a través del aprendizaje. En este punto Stanisław Lem nos provoca para que nos planteamos el punto auténticamente importante de la reflexión humana: ¿acaso hemos acotado satisfactoriamente que es un ser humano como para poder hacerlo con otra clase de entidades? La convivencia con los espectros, entidades que aúnan el ser y el no-ser, es la última frontera; en el espejo espectral sólo me veo en tanto soy y pudiera haber sido.
El brillante Sr. Stanisław Lem ilumina los campos más problemáticos de la solarística para que nos podamos introducir en ella de la forma más contundente posible: a través del conocimiento de la imposibilidad de respuestas. Después de semejante solución tan sabia como posmoderna sólo nos cabría felicitar a la editorial Impedimenta por traernos, en un trabajo de pura exquisitez, Solaris y la solarística de nuevo al candelero. Porque la historia de Solaris es la historia del hombre.
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