A veces la mejor manera de llegar temprano es llegar tarde. Solo eso explica por qué hacer una lista de recomendaciones de anime que llegan no al principio de la temporada, sino a mitad de la misma. A fin de cuentas, ya hemos visto bastantes episodios de estas series. Sabemos cuáles han evolucionado bien, cuáles no, cuáles tenían potencial y no lo han cumplido y cuáles han sabido sostenerse incluso si no prometían ser geniales. Por eso, para volver a estas recomendaciones de temporada, nos hemos tomado nuestro tiempo. Y para compensar, hemos decidido profundizar un poco más en ellas.
Para eso, hemos elegido unas pocas series. Las series que tienen más valor, o más potencial para interesar fuera de círculos especializados —los otakus ya saben lo que les gusta y lo que quieren ver sin necesidad de que se les recomiende — , pretendiendo encontrar, precisamente, las series que puedan gustar a quienes no ven normalmente anime. Para ser más exactos: para quienes no necesariamente saben qué se estrena cada temporada.
De ahí el llegar tarde. El profundizar. El querer pensar más. Porque al final, si la cuestión es hacer un delicado trabajo de curación sin tener que esperar hasta el final de año para, directamente, dictar sentencia crítica, al menos sí tomémonos nuestro tiempo para pensarlo con delicadeza.
Hataraku Saibou!! / Hataraku Saibou! Black
A los seres humanos nos gusta la antropomorfización de las cosas. Vemos caras humanas en edificios, coches y cosas. Dotamos de sentimientos y pensamientos humanos no solo a nuestras mascotas, sino también a los electrodomésticos, los objetos a los que tenemos cariño e incluso los objetos, ideas y conceptos que nos resultan atractivos. Por eso no es extraño que, en la ficción, antropomorficemos todo. Incluido las células y componentes de nuestro cuerpo.
Hataraku Saibou!! en su segunda temporada sigue contándonos la misma historia. Células antropomórficas hacen funcionar un cuerpo joven y sano con buenos hábitos que, de vez en cuando, sufre pequeños percances, que serán las vivencias de sus personajes antropomórficos. Excelente como explicación biológica para profanos, pero también notable como serie de animación gracias a sus notables diseños, su cuidadísima animación, un gran trabajo de dirección y un sólido trabajo de guión.
Algo que no está exactamente en Hataraku Saibou! Black, la versión más edgy de la serie. Adaptación del manga homónimo, es básicamente un spinof de Hataraku Saibou que transcurre en el interior de un cuerpo ya no joven, para nada sano y además con malos hábitos. Eso significa muchas células estresadas, pero también, por desgracia, muchos malos hábitos. Su animación no está tan cuidada, los diseños resultan bastante cuestionables, la dirección no es nada del otro mundo y la narrativa acaba descarrilando en favor de una visión biologicista de las funciones corporales que, si bien no son intencionalmente conservadoras —por ejemplo, es normal que, en términos puramente funcionales, la pérdida de millones de espermatozoides por puro placer sea una catástrofe — , acaban siéndolo por su falta de posicionamiento crítico en qué temas abordar dado el enfoque más «oscuro» de la serie.
Es decir, dentro de nosotros tenemos dos células antropomórficas. Una es adorable, no establece juicios de valor y se cuida mucho de no tocar temas que podrían malinterpretarse; la otra es macarra, basa su existencia en enjuiciar nuestros actos y no parece darse cuenta de que acaba teniendo claros posicionamientos sociopolíticos en el acto. Ambas problemáticas a su manera, precisamente, por no atender al hecho de que al antropormofizar algo también se le atribuye una reflexión sobre el comportamiento y la sociedad humana.
El que convenza o no cada una de ellas depende enteramente de lo que busque cada uno en su ficción. Donde estén sus límites y sus líneas rojas. Incluso si, mal que nos pese, Hataraku Saibou!! consigue ser mucho más sólida que su más rebelde hermana pequeña.
Wonder Egg Priority
En el anime la mejor manera de destacar es tener grandes valores de producción. Esto es verdad, en general, en todo el audiovisual, pero es incluso más patente dentro de la animación, incluido el videojuego, que el live action. Y lo es porque esa diferencia en valores es evidente. Cuando hay más dinero involucrado, cuando se puede comprar más tiempos y mejores profesionales, la calidad (visual) es exponencialmente mejor desde el mismo momento que es posible hacer más cosas. Existen menos limitaciones. Se reusan menos animaciones, menos fondos, menos personajes. Se utiliza más sakuga, más animación por encima de los 4 frames por segundos. Se puede añadir, en general, más detalle que sirva para atraer la atención del espectador a partir de la pura belleza de las cosas.
Esto también significa que, cuanto más bonito es algo, cuanto más altos son sus valores de producción debido a ello, menos riesgos puede acometer. Esto crea una tensa relación de fuerzas donde es difícil encontrar un equilibrio entre la espectacularidad visual, muy valorada de unos años a esta parte, y la calidad artística, que no tiene por qué tener nada que ver con lo anterior. Dos extremos entre los que Wonder Egg Priority se tambalea con gracia.
Por un lado, Wonder Egg Priority es una serie de vanguardia que mezcla con gracia Puella Magi Madoka Magica con el imaginario de Kunihiko Ikuhara. Por otro lado, todo lo que tiene de vanguardista y novedoso es, precisamente, hacer esta mezcla.
Todo su staff son grandes nombres que no han tenido una oportunidad hasta ahora. Todo, desde la animación hasta los diseños, pasando por los colores, el guión y la dirección son de una calidad incuestionable. Es una perita en dulce, todo lo que necesita ser para triunfar. Pero también es una serie que aún le falta algo más importante: una personalidad propia. Algo que la defina como algo más que la mezcla de una serie extremadamente popular, pero aun así bien considerada críticamente, y un director excéntrico y no siempre bien aceptado, pero asimilado como uno de los grandes nombres de la animación japonesa.
Si Wonder Egg Priority es capaz de encontrar o no esa voz depende enteramente de su staff. Si lo consigue, la serie podría ser la mejor serie de la temporada y, potencialmente, del año. Si no, todo lo que se celebra en su primera mitad como genialidad podría convertirse en su propia maldición en la segunda al demostrar que, a fin de cuentas, la excelencia en la artesanía no implica necesariamente excelencia en lo artístico. Algo que es importante recordar por duro que se haga pensarlo.
Horimiya
Existen muchas historias sobre romances, pero muy pocas historias sobre amor. Esto no es nada extraño. El romance, el cómo dos personas se conocen, encajan, ocurren cosas entre ellos y, finalmente, acaban juntos, es una estructura narrativa muy agradecida que se puede replicar en todas las épocas y circunstancias posibles, haciéndolo de uno de los conflictos más sencillos y universales que existen. ¿Pero el amor? ¿La familiaridad, los conflictos sordos, la complicidad muda que solo se dan tras meses o años de vivencias compartidas? Eso es narrativamente mucho más complejo de plasmar, porque mientras que todos los romances son estructuralmente similares, cada relación amorosa, romántica o no, tiene sus propias particularidades.
Horimiya es interesante, y seguramente el estreno más esperado de toda la temporada, precisamente porque no es una serie romántica: es una serie sobre el amor. Sobre cómo se construye el amor en conflictos y relaciones que no tienen por qué ser aparentes, o siquiera coherentes o comprensibles, para nadie fuera de esa particular relación. O de cada una de las personas en particular.
En verdad, nada de esto se trasluce de la sinopsis. Si nos atendemos al argumento avant la lettre, es la historia sobre una chica alegre y popular, Kyoko Hori, y un chico deprimente e impopular, Izumi Miyamura, que tras un encuentro fortuito, descubren los secretos del otro y comienzan una relación que va volviéndose más íntima con el tiempo. Dicho así, suena como cualquier historia romántica. Un romance cualquiera. Ahora bien, el secreto de ella es que cuando llega a casa se hace cargo de las tareas del hogar y de su hermano pequeño, el adorable Souta, y el secreto de él es que tiene múltiples tatuajes y varios piercings que oculta en clase, por miedo a que le expulsen. Y de repente ya no es una historia romántica cualquiera.
No lo es porque sus conflictos son personales y no sienten ninguna necesidad de trascenderlos. Hori no quiere que se sepa que se hace cargo de la casa, por la razón que sea, y Miya no lo juzga; Miya no quiere que se sepa que en realidad no es un otaku deprimente, y Miya lo juzga, pero acepta que es así. Su conflicto no es el intentar superar sus problemas juntos. Su conflicto es vivir junto al otro pudiendo ser como son, sin tener que dejar de ser lo que son.
Eso es toda la serie. Ver cómo ambos construyen una relación amorosa que trasciende lo que los demás pueden ver, pero a la vez, cómo hacen amigos, profundizan en amistades, descubren sus sentimientos y también quienes son. No hay gran fanfarria. Ni siquiera se convierte en consecución o gran punto de giro el que descubran sus sentimientos o lleven un paso más allá su relación, en ocasiones yendo mucho más lejos de lo que la ficción suele presentar. Es sólo, precisamente, el amor el uno por el otro, y cómo eso los va construyendo como personas con una animación impecable y una dirección que sabe realzar un guión excelente. Porque, en ocasiones, las historias más difíciles de contar son, precisamente, aquellas que todos vivimos constantemente.
Urasekai Picnic
Urasekai Picnic no deja mucho a la imaginación ya desde su título. Pudiendo traducirlo como Picnic en el otro mundo, si el título nos recuerda a Picnic en el camino, de los hermanos Arkadi y Borís Strugatski, es porque, de hecho, la serie toma una inspiración más que evidente en la novela de la que beberían Stalker y STALKER, la famosa película y el no menos famoso videojuego.
Ahora bien, Urasekai Picnic lleva un paso más lejos esa inspiración. En vez de seguir inspirándose en Chernobil y llevar lo alienígena a lo divino o a lo nuclear, el autor original de la serie de novelas, Iori Miyazawa, decide llevarlo a un terreno diferente: el creepypasta. De ese modo, nos cuenta la historia de una sociedad donde existe un otro mundo, otro lugar ajeno al nuestro inexplorado, donde algunos valientes van a conseguir reliquias, o encontrar a la gente que perdieron el otro lado, cuyas puertas y las criaturas que hay al otro lado se ven definidas por diferentes leyendas urbanas e historias de Internet que, en ese otro mundo, resultan ser reales. O al menos lo son parte de ellas.
Con ese giro particular, Urasekai Picnic nos sitúa en un campo conocido, el viaje a otro mundo para conseguir reliquias y quizás algo más —tal vez cumplir alguna clase de deseo — , para explorar algo diferente: la relación entre dos chicas que, en ningún caso, pueden confundirse con dos personas heterosexuales.
Además de los misterios del otro mundo y cómo se conectan con las leyendas urbanas y el creepypasta, el mayor punto de venta de la serie es la relación de Sorao Kamikoshi, una chica tímida e introvertida que acaba en el otro mundo por accidente, y Toriko Nishina, una chica extrovertida y quizás demasiado lanzada que conoce un poco de lo que hay en el otro mundo. De ese modo, tras su encuentro, uniran fuerzas para explorar el otro mundo para encontrar a Satsuki, la amiga de Toriko que desapareció en el otro lado.
Pero, un momento, ¿por qué haría eso Sorao? Es tímida. Es introvertida. Le da miedo el otro mundo. ¿Por qué arriesgar su vida por la amiga de una persona que acaba de conocer viajando a un lugar que le aterra y no quiere visitar? Pues precisamente, ese es el núcleo vehicular de toda la serie. Sorao quiere acercarse a Toriko, aunque no tiene claro por qué. Siente celos de Satsuki, aunque no sabe por qué. Y nosotros, desde fuera, sabiendo exactamente por qué, podemos ver cómo evoluciona su relación mientras descubren los secretos de ese misterioso otro mundo.
Si la serie funcionará o no, tanto para cada persona en particular y en conjunto, dependerá de si la relación entre Sorao y Toriko evoluciona de manera natural y no se vuelve rutinario su viaje al otro mundo. Porque con un presupuesto ajustado, con una animación no especialmente llamativa y una dirección que debe mantener la espectacularidad al mínimo, ese es su punto fuerte: el interés de sus misterios, la fuerza de sus diseños y la evolución de su relación. Algo que la convierte, de facto, en una muy clara candidata a futura serie de culto.
2.43 — Seiin Koukou Danshi Volley-bu
El spokon es un género que, en principio, designa nada más que, en la obra a la que designa, el deporte es una parte central del conflicto de los personajes. La realidad es que, claro, el término ha ido cargándose con el tiempo. Ha ido volviéndose un género. El spokon ya no es sólo cualquier obra de deportes, sino una obra donde el deporte, la superación personal y los arcos compuestos en diferentes competiciones y una progresión constante hacia la cima se convierten en parte esencial de la historia. Es decir, que todo spokon es una historia de deportes, pero no toda historia de deportes es un spokon.
2.43 — Seiin Koukou Danshi Volley-bu, a partir de ahora abreviado 2.43, trata sobre dos chicos, Yuni Kuroba y Kimichika Haijima, que eran mejores amigos desde la guarderia. Al empezar el instituto, Haijima se mudó a Tokio, dejando atrás a Kuroba. Cuando Haijima vuelve años después al pueblo donde nació, no solo no reconoce a Kuroba, sino que solo piensa en una cosa: voleibal. Algo que arrastrará a Kuroba, que así descubrirá la razón por la que fue transferido de su prestigioso instituto con un gran equipo de voleibal al pequeño instituto de pueblo con un equipo, aparentemente, de segunda.
Si decimos que 2.43 es una historia deportiva, no mentiríamos. Pero si dijéramos que es un spokon sí estaríamos equivocado, porque lo que es, y lo es indudablemente, es un drama.
A pesar de que toda la historia de 2.43 trata sobre el placer de jugar y el deseo de sus personajes de llegar al campeonato más grande de Japón, sus conflictos son, primariamente, personales. El cómo Haijima no sabe relacionarse con los demás. El cómo Kuroba no tiene deseos propios. Cómo ambos no saben relacionarse el uno con el otro, después de tantos años separados, siendo ahora dos personas completamente diferentes a la persona que recuerdan, en parte, precisamente por la ausencia del otro.
De ahí que sea un drama, no un spokon. También que sea una serie que no destaque por una dirección espectacular, una animación asombrosa o unos guiones repletos de giros. Todo lo que tiene que aportar son guiones sólidos, historias cocinándose a fuego lento y, de vez en cuando, un poco de volei. Ni siquiera mucho o demasiado a menudo. Sólo unas gotitas de acción para edulcorar el drama cotidiano, y nunca terrible, de estos dos chicos obsesionados con el deporte, pero cuya vida no se reduce a hacer pasar una pelota por encima de una red.
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