Middle Of The Night, de Lion Club
Cuando se habla de arte, y con un especial hincapié en la música, parece como si la juventud fuera un valor seguro ante el cual necesariamente han de polarizarse las opiniones: o se valora de forma extrema la juventud o se desprecia de forma taxativa; todo artista (joven) radica siempre en la problemática de su propia edad. Así parece como si todo artista joven sólo pueda ser o un crío pretencioso que pretende hablar de algo que no sabe, como si de hecho la juventud excluyera toda noción de la realidad, o como si sólo fuera capaz de hablar sobre el valor de la fiesta, el sexo, las drogas la amistad y el amor sin aportar nada sustancial al arte el cual está fecundando. De este modo la polarización de las ideas opuestas llegan a un punto en común, la visión de que toda apuesta de una voz joven debe ser, necesariamente, frivola y poco concreta pero que, sin lugar a dudas, con la madurez suficiente podrá ser uno de los nuestros, uno de esos que han vivido. Y como no todos somos Rimbaud, y de hecho ni él mismo lo fue ‑o, al menos, no tal como lo consideramos hoy‑, ser un artista joven pasa por el trámite de no poder tener el respeto de tus mayores.
Precisamente por eso Lion Club resultan tan cálidamente entrañables: su pecosidad pueril unido a su lánguido físico de incipientes posadolescentes con esa medida estética gótica-pero-no es la certera imagen de la juventud que ha vivido más que sus antecesores. Sus miradas tímidas pero atrevidas, las fotos hechas con reflex a contraluz, las posiciones forzadas en poses poco naturales pero insutidamente encantadoras; el espíritu de una adolescencia en ebullición que intenta escapar, inaprensible a nuestros sentidos, de un espacio y un tiempo que les es propio. Por eso se tiene miedo de la juventud, porque si ya son buenos ahora y el futuro es suyo podrán batir los límites de la comprensión de sus mayores.
El fervor con el que tocan Lion Club nos suena familiar, siempre cercano en su lejanía, como si evocara precisamente esa furia en disolución ‑también llamada entusiasmo‑, que parece que uno debe perder para entrar en el reino de Lo Adulto, que sólo un auténtico artista puede poseer. Así según se va desentrañando Middle of the Night nos encontramos esa ebullición constante de fervor hormonal, de rabia contenida hacia el mundo, intentando retratar las formas del mundo que se les escapan constantemente entre el mundo; al intentar retratar que es para ellos el mundo necesitan articular todo como una replica del mismo: si la vida es una fiesta, el sexo y el amor son fuentes indisolubles del canto comunitario de la diversión que enajena el sentido y sintetiza el carácter de los implicados en una fuerza mayor, entonces ellos harán de su música una fiesta. Y lo consiguen. Todo cuanto suena aquí, sus distorsiones de guitarra formando capa tras capa de melancolía adolescente ‑seguramente la única clase de tristeza feliz admisible en este mundo- hasta su voz con reverb, nos evocan el espíritu de la fiesta, de volverse loco sin saber del todo bien que pasa, de la sensación constante de que estás viviendo el momento más importante de la puta historia y nadie más lo sabrá. Nunca. Y no será necesario.
Por eso en medio de la noche sólo puede ocurrir la fiesta, el momento de jolgorio absoluto, pues precisamente en el momento más oscuro del día lo único que puede acontecer en el mundo es la conmoción constante que supone la síntesis con las demás personas que intentan eludir el instante de volver a casa, de regresar a la luz, de volver al aburrimiento. La fiesta constante que nos proponen los chicos de Lion Club es el espacio caótico, desconocido y quizás incluso siniestro, donde no sólo no hay sufrimiento sino que todo sufrimiento se suprime al mismo instante de ser concebido: dentro de la fiesta reina la felicidad más absoluta, un momento de trascendencia absoluta de la muerte, donde todo espacio se difumina para convertirse, el presente en la fiesta, en uno con el mundo.
Es por ello que esa masa inestable, de donde no se puede saber muy bien por qué funciona de una forma tan exquisita, encontramos esa representación de la fiesta perpetua, de la síntesis que nos permite alcanzar un estado ulterior de consciencia, siempre limitado y en constante desgarramiento, que nos lleva a una plena consciencia del ser. Su música nos evoca no sólo los momentos de la fiesta en sí, sino todo aquello que es una metáfora de esta síntesis que sólo se puede producir en el contexto de la anulación de toda la razón. Un beso inesperado, el buen sexo, un amor sincero o incluso comer algo realmente exquisito o la mejor de las compañías posibles son, precisamente, ejercicios de esta síntesis que se caracteriza de una forma esplendorosa en esta fiesta constante de cuanto existe en el universo: es el instante en que yo no soy yo, no estoy ni vivo ni muerto, no existo ni en el espacio ni el tiempo; es el instante en que yo soy la conjugación de todo cuanto ocurre, paso a ser uno con la nada, pues no hay diferencia alguna entre objeto y sujeto, entre yo y el otro. Esto no es más que la síntesis donde yo me convierto en algo más allá de yo mismo, el instante en que comprendo que el universo no es algo ajeno y externo de mí mismo. Yo soy la fiesta.
Esto último es precisamente lo que nos intentan decir Lion Club en Middle of the Night, que ellos son la noche, ellos son la nada, el momento más oscuro, el único lugar donde la sin razón es tan poderosa que todo adquiere un sentido que va más allá del entendimiento. Por eso la juventud es aterradora, porque aun no ha cerrado la brecha creada por la posibilidad de trascender el carácter racional del ser y aun son capaces de crear una comunión sintética perfecta donde el amor ‑entendiendo amor desde su sentido romántico hasta el de amistad o meramente el de ser el otro como forma de empatía- es la única constante real del universo; los jóvenes, como cualquier buen artista, aun pueden ver la realidad más allá del intrascendente simulacro de la racionalidad. Y, por ello, sólo el espíritu de juventud puede aportar algo al arte. Sólo en medio de la noche, de la fiesta constante nacida de la nada, podremos conocer el nuevo mundo por venir.
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