el viaje del héroe continua

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Llegamos ya a la ter­ce­ra y úl­ti­ma en­tre­vis­ta de es­ta tri­lo­gía con Marlon Dean Clift. Esta vez abor­da­mos el ex­ce­len­te dis­co co­no­ci­do co­mo Suddenly, Last Summer que pue­den en­con­trar y des­car­gar de for­ma gra­tui­ta tal que aquí. Hablamos de in­fluen­cias del ci­ne, lo pai­sa­jís­ti­co, lo in­tem­po­ral y nos hun­di­mos en los cam­pos pu­ra­men­te mu­si­ca­les pa­ra en­con­trar una vi­sión ab­so­lu­ta­men­te per­so­nal de la mú­si­ca y del mun­do. No se pier­den por na­da del mun­do el fi­nal de una se­rie de en­tre­vis­tas he­chas des­de lo más hon­do de las en­tra­ñas. Y re­cuer­den leer las otras dos par­tes: Almost Ghost y Heavenly Creatures.

A. Siento una es­pe­cial fas­ci­na­ción por Suddenly, Last Summer de­bi­do a que ten­go la sen­sa­ción de que es­tá muy pre­sen­te el te­ma de fu­ti­li­dad. La mú­si­ca, el co­mo se va de­sa­rro­llan­do to­do, ca­si pa­re­ce una acep­ta­ción de lo vo­la­ti­les ‑aun cuan­do maravillosos- que son los sen­ti­mien­tos hu­ma­nos. ¿Hay qui­zás al­go de es­to en el disco?

M. Sí, la ima­gen del ve­rano es­tá ahí por eso, pe­ro tam­bién pa­ra se­ña­lar un com­po­nen­te trá­gi­co, no ex­plí­ci­to, que se ha­lla pre­sen­te a lo lar­go de to­do el dis­co. La idea en­ton­ces era com­pri­mir una se­rie de su­ce­sos que tie­nen lu­gar du­ran­te un ve­rano, fa­tí­di­co, co­mo in­di­ca el pro­pio título.

A. He de ad­mi­tir que con­si­de­ro es­te uno de tus dis­cos con una ma­yor car­ga de sen­si­bi­li­dad ja­po­ne­sa. Tanto es así que un blog­ger ja­po­nés mos­tró in­te­rés por el dis­co, re­co­men­dán­do­lo vi­va­men­te. ¿Hay al­go de sen­ti­mien­to ni­pón en los lán­gui­dos y eter­nos es­pa­cios am­bient que vas desarrollando?

M. Nunca lo hu­bo de for­ma pre­me­di­ta­da, sal­vo en «Down The Hill». De ha­ber al­go ja­po­nés aquí se­ría una cua­li­dad in­tan­gi­ble, la de afe­rrar­se a las esen­cias sin re­cha­zar el cam­bio. Por eso con­vi­ven trom­pe­tas, cuer­das y elec­tró­ni­ca, ese se­ría un signo de ello. Otro lo en­con­tra­ría­mos en que el dis­co gri­ta en un idio­ma que de tan an­ti­guo ape­nas se em­plea, por de­cir­lo de al­gún modo

A. En lo ins­tru­men­tal sor­pren­des ya que aun­que los dro­nes y el IDM es­tán pre­sen­tes y en­cuen­tran, en cier­to mo­do, su cul­mi­na­ción aquí, la ba­se es mu­cho más ins­tru­men­tal. ¿Qué in­ten­tas trans­mi­tir en es­te ma­tri­mo­nio en­tre los so­ni­dos del pa­sa­do y del presente?

M. El dis­co ha­bla en par­te de po­der con­ju­gar lo clá­si­co y lo fu­tu­ro. Sin du­da, sin mie­do, sin de­ber­se ca­pri­cho­sa­men­te a lo no­ve­do­so. Lealtad, creo que esa es la pa­la­bra. Y cla­ro, res­pec­to a la par­te am­bien­tal que­ría crear una at­mós­fe­ra atem­po­ral, pu­ra, pe­ro con ven­ta­nas ha­cia el futuro.

A. Mi can­ción fa­vo­ri­ta del dis­co, co­mo to­dos los lec­to­res del blog sa­ben, es Two Times You la cual ade­más en­la­za a la per­fec­ción con los dos dis­cos an­te­rio­res. Una chi­ca eté­rea, qui­zás im­po­si­ble, es cul­pa­ble de los des­ve­los pa­sa­dos y pre­sen­tes del pro­ta­go­nis­ta. ¿Esta chi­ca es qui­zás tu pro­pia mú­si­ca o es el des­tino amo­ro­so de su protagonista?

M. Ambas; en­la­za con lo que he­mos ido ha­blan­do en las an­te­rio­res en­tre­vis­tas. Aunque el te­ma de esa can­ción, al­go in­ge­nuo, es el de creer en la sin­cro­ni­ci­dad de even­tos, el ál­ge­bra del azar. Por eso el per­so­na­je pre­gun­ta «¿Eres el Destino o só­lo una chi­ca?». Creo que hay quien no le da la im­por­tan­cia ade­cua­da a se­gún qué cla­se de en­cuen­tros y con­tac­tos. La de esa can­ción es una his­to­ria cir­cu­lar, sin re­so­lu­ción. Viene tam­bién en par­te por las ana­lo­gías que sue­len dar­se en­tre el re­la­to ro­mán­ti­co y el de terror.

A. Un pa­ra­le­lis­mo que veo es una vi­sión cer­ca­na a la del tra­ba­jo de M83. El én­fa­sis en la os­cu­ri­dad, los de­ta­lles de luz y lo que plan­teas, las ana­lo­gías en­tre los re­la­tos ro­mán­ti­cos y de te­rror. ¿Qué hay del tra­ba­jo de Gonzalez en tu pro­pia música?

M. No to­do lo que qui­sie­ra, la ver­dad. En in­te­cio­na­li­dad mu­cho, des­de lue­go, no ha­ce fal­ta ras­car de­ma­sia­do pa­ra ver­lo. Está en la que­ren­cia por ca­sar at­mós­fe­ra y me­lo­día, no des­aten­der nin­gu­na de ellas. También en cier­tas exa­ge­ra­cio­nes pre­me­di­ta­das, que son un re­cur­so que siem­pre me ha fas­ci­na­do, bas­tan­te im­po­pu­lar creo. Supongo que Gonzalez tam­bién jue­ga con la his­to­ria de la mú­si­ca; ese vai­vén en­tre épo­cas y es­ti­los apa­ren­te­men­te des­nor­ta­do y tre­men­da­men­te desgarrado.

A. La in­tem­po­ra­li­dad de la que nos ha­bla­bas an­tes ata­ca de nue­vo. Pero lo que me pa­re­ce más cu­rio­so es que Suddenly, Last Summer es el dis­co que sue­na me­nos ci­ne­ma­to­grá­fi­co a prio­ri pe­ro en reali­dad, es uno de los más evo­ca­do­res. ¿Hay al­gu­na cla­ve ci­ne­ma­to­grá­fi­ca en­tre sus capas?

M. Muchas, ya des­de el mis­mo tí­tu­lo, que es tam­bién un gui­ño a mi pri­mer dis­co. El te­ma fi­nal tie­ne en su clí­max un par de mo­vi­mien­tos tí­pi­cos de ban­da so­no­ra, por po­ner otro ejem­plo. La mis­ma his­to­ria, tal y co­mo es­tá plan­tea­da, el tono, la dis­po­si­ción de imá­ge­nes… la idea siem­pre fue apun­tar a lo ci­ne­ma­to­grá­fi­co, y el em­pleo de ins­tru­men­tos clá­si­cos tam­bién se de­be a ello.

A. Y el cli­max no po­dría ser más po­ten­te con To Die Under A Cyan Sky una can­ción que mez­cla de un mo­do in­creí­ble el IDM, un buen jue­go de dro­nes e ins­tru­men­ta­ción or­ques­tal en un cie­rre de sa­bor ne­ta­men­te 80’s. ¿Como sur­gió es­ta pe­cu­liar pe­ro es­pec­ta­cu­lar pieza?

M. Algo pa­re­ci­do a lo que ocu­rrió con «Night Flight». Encontrar un cie­rre al dis­co, aun sa­bien­do que la mis­ma his­to­ria vol­ve­ría a apa­re­cer en el si­guien­te ba­jo otra for­ma. De he­cho el te­ma in­clui­ría el des­en­la­ce, el clí­max y los cré­di­tos fi­na­les, de ahí que tam­bién ten­ga tres par­tes per­fec­ta­men­te di­fe­ren­cia­das en­tre sí. Se tra­ta­ba de des­cri­bir el su­ce­so de­fi­ni­to­rio y trá­gi­co que ce­rra­ba el re­la­to, pe­ro de ha­cer­lo de un mo­do es­pe­ran­za­do, lo que nos de­vuel­ve a lo de los cla­ros­cu­ros, de­bi­li­dad per­so­nal confesa.

A. Sin em­bar­go nos en­con­tra­mos an­te un cie­rre trá­gi­co que sue­na más es­pe­ran­za­do que no de­rro­ta­do, ca­si co­mo sa­bien­do un nue­vo co­mien­zo. ¿Estamos an­te la muer­te y re­su­rrec­ción de Marlon Dean Clift a ma­nos de si mismo?

M. Después de «Suddenly, Last Summer» me sen­tí bas­tan­te per­di­do; no sa­bía si se­guir com­po­nien­do, me fal­ta­ba un in­cen­ti­vo. Duró po­co, y dos se­ma­nas des­pués de ter­mi­nar­lo en­con­tré un mo­ti­vo pa­ra se­guir es­cri­bien­do. A tres te­mas de ter­mi­nar ese ál­bum (iwishthings­we­re­dif­fe­rent­bet­ween­youand­me) ocu­rrió al­go que creía má­gi­co. Resultó no ser­lo, y de ahí sur­gió el si­guien­te ál­bum, First Blood. Al tra­tar­se de una ex­pre­sión de mi día a día, com­pul­si­va, la má­qui­na se­gui­rá fun­cio­nan­do. Pero sí que se ha da­do un cam­bio en to­do es­to, uno que no sa­bría des­cri­bir. First Blood vie­ne de un gol­pe muy fuer­te, y des­pués de él sí que po­de­mos ha­blar de muer­te y resurrección.

A. Si te pa­re­ce, ha­bla­re­mos lar­go y ten­di­do de esa muer­te y re­su­rrec­ción en otra oca­sión. Ha si­do un pla­cer en­tre­vis­tar­te y es­pe­ro que te ha­yas di­ver­ti­do con­tes­tan­do tan­to co­mo yo cues­tio­nan­do­te. ¿Tienes unas úl­ti­mas pa­la­bras que apor­tar pa­ra tu público?

M. Sólo agra­de­cer a quie­nes han com­par­ti­do lo que han sen­ti­do es­cu­chan­do mi mú­si­ca. A fin de cuen­tas es lo que ver­da­de­ra­men­te le ha­ce sen­tir a uno estimado.

A. Y gra­cias a ti, por per­mi­tir­nos com­par­tir lo que sen­ti­mos al es­cu­char tu música.

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