Chronicle, de Josh Trank
I.
¿El mal nace o se hace? Cuando alguien actúa de una forma malévola, ¿lo hace con tan tal intención, lo hace sin percatarse de ello o lo hace exclusivamente por mediación externa de sí mismo? Esto son algunas de las preguntas clásicas de la filosofía moral las cuales, a pesar de la infinidad de respuestas que se les han concedido a todas ellas, no se han podido clarificar de una forma plenamente satisfactoria. Quizás la perspectiva más interesante con respecto de la ética, aunque sea alejarse un paso de la moral per sé, sería la visión de Aristóteles: toda actividad humana tiende hacia algún bien; todo fin es en sí mismo una forma de bien y todo bien es un fin en sí mismo. Aunque esto nos problematiza de forma espantosa el conseguir alguna forma de bien tangible ‑o, al menos, sería espantosa para los adalides de una moral absoluta- si seguimos con Aristóteles nos daremos cuenta, por pura inferencia lógica, que existen tres clases de fines: el fin medio o imperfecto, el fin final o perfecto y la felicidad o eudaimonía. El como se desarrollan y que consecuencias tienen cada uno de estos fines se puede discernir con una perfección casi prosaica en Chronicle; cada uno de los personajes de la película es el arquetipo de la búsqueda de cada uno de las clases de fines.
Ahora bien, antes de pasar al análisis exhaustivo de la película de Josh Trank, para Aristóteles la felicidad sería el Bien Supremo por lo cual, ¿cómo podríamos definir entonces ese bien supremo? A través de la búsqueda del punto medio. La Felicidad es saber actuar en cada ocasión con la sabiduría propia de no caer en ninguno de los dos males, el exceso y el defecto, mostrándose siempre en una perfecta mediación en la que se muestra uno saciado pero jamás sobrepasado o limitado; el punto medio se da en el seno del equilibrio entre la satisfacción y la insatisfacción, donde los deseos se tornan en una marisma incuestionable de virtud. A través de esta búsqueda del punto medio encontraremos el bien como forma suprema, como felicidad. Y esto es así en tanto toda persona busca la felicidad y, por tanto, en las acciones de todo hombre se podrá discernir, en mayor o menor medida, esa búsqueda o desprecio de la virtud que les llevará hacia la felicidad.
II.
Fin medio o imperfecto
Cuando Aristóteles nos habla del fin medio o imperfecto hace referencia hacia aquellos fines que se buscan no por los que nos aportan por sí mismos, sino como medios para conseguir aquello que deseamos en verdad. En este caso Steve Montgomery sería la perfecta caracterización de este fin que, como tal, no es un fin, sino un medio; este fin está mediado necesariamente como el uso que se haga de sí mismo para alcanzar los auténticos deseos. A través de éste fin el popular Montgomery aprenderá a volar, producirá mejores orgasmos a su novia e intentará sistemáticamente descubrir que hay de divertido en el uso de sus poderes: para él el uso de la telekinesia no es un fin en sí mismo, es sólo un medio. Por eso mismo jamás podrá alcanzar la eudaimonía, pues toda su búsqueda se basa exclusivamente en la obtención de medios para conseguir otros fines a través de los cuales mediar hacia otros nuevos fines en un eterno retorno característico del aura mediocritas, del hombre que no va en búsqueda de la virtud sino del mero placer o acumulamiento.
Pero incluso, aun con todo, se caracteriza en la virtud de la generosidad pues usa siempre su poder en la búsqueda de ese punto medio entre el uso y la posesión de sus bienes. Es por ello que el personaje en sí también caracteriza esa forma de ser por la cual somos buenos en tanto sabemos intermediar entre nuestros deseos y los del otro, el equilibrio perfecto entre lo que da y lo que recibe. Del mismo modo tiene el problema de no está en la templanza, ya que cae cae sistemáticamente ante el libertinaje que acaba supeditando siempre sus acciones hacia esa búsqueda del placer, sea propio o ajeno.
Fin final o perfecto
Esta clase de final es el único fin en sí y para sí mismo, en el fin final se practica una búsqueda del fin como algo que deseamos como tal y no como intermediación por el cual conseguir otros fines; la obtención de otros fines desde un fin final es siempre secundario o accidental. Aquí nos encontraríamos de cara con el inadaptado social Andrew Detmer, adolescente de padre alcohólico y maltratado escolar, que ve sus poderes recién adquiridos como algo bueno en sí mismo, disfruta los poderes no como un medio a través de como conseguir algo más allá, sino como el modo a través del cual puede disfrutar de ellos mismos. De éste modo todo lo que hace Detmer a lo largo del metraje se basa en el ejercicio intensivo de sus poderes por sus poderes, por el disfrutar de ellos como tales, y no la búsqueda de algo más allá de ellos.
Su problema es que, por su relación totalmente extrema con la sociedad, no alcanza jamás el punto medio en ninguna virtud aun cuando tiene la sabiduría para conocer que eso es lo mejor. Aunque se pretende en la templanza cae constantemente en la penalidad del mismo modo que, aunque busca la valentía, primero se cierra en su miedo para luego hacerse profusamente en la temeridad; en Andrew Detmer no hay ninguna clase de punto medio, salvo la búsqueda del punto medio en sí mismo. Es por ello que aunque en él está la sabiduría que permite saber que la búsqueda del punto medio es lo que da la felicidad hay algo que le impide alcanzarlo, ¿el qué? Las Circunstancias. Si según Ortega y Gasset yo soy yo y mis circunstancias, entonces el haberse criado en un entorno hostil que le humilla y destruye sistemáticamente, que le arroja incesantemente hacia la necesidad de arroparse entre los extremos del hábito, es imposible que jamás desarrolle el punto medio aun cuando siempre esté en su búsqueda. Si el medio es depredatorio para él, o él se define como el depredador alfa para éste, entonces jamás podrá encontrar la virtud pues siempre está o por debajo o por encima de la virtud misma; sólo se puede alcanzar la virtud en tanto la sociedad establece unas clausulas de protección a través de las cuales todos puedan desarrollarse en la virtud.
Felicidad o eudaimonía
Matt Garetty, primo de Andrew Detmer, tiene todo en lo que los otros fallaban: tiene inteligencia, popularidad y una vida tranquila a través de la cual puede desarrollarse en esa búsqueda del equilibrio de sus acciones. Antes de los eventos de la película ha alcanzado ya la felicidad porque está siempre en ese punto medio ideal, pero después de conseguir los poderes sigue en esa misma posición: sus valores no cambian, sólo se adaptan a sus poderes. Es por ello que establece límites y normas, sistematiza los usos adecuados y condena los usos inadecuados, de los poderes a través de los cuales alcanzar esa virtud en la que todos podrán beneficiarse de lo que hacen sin hacer un daño real tangible a nadie. La virtud de éste será la prudencia, el poder reconocer el punto medio en cualquier situación, pudiendo actuar así de forma virtuosa constantemente y, por tanto, actuar bien constantemente o, incluso en el caso de que no actúe bien, al menos ser capaz de dilucidar porque sus actos no están bien. Esa es la diferencia con los otros dos estadios de los fines: a través de los fines medios y los fines últimos desconocemos que está bien y que está mal, pues sólo a través de la virtud podemos saber cuando nuestras acciones son necesariamente buenas, o no.
Y si además consigue llegar hasta este punto es porque siempre fue educado en el punto medio. Sin vivir en los excesos por arriba de Montgomery ni por los excesos por debajo de Detmer su virtud para discernir el punto medio no viene de una sapiencia particular nacida de la contemplación, que por otra parte también está ahí, sino que se basa exclusivamente en un aprendizaje experiencial: saber actuar bien, siempre en el punto medio, pasa por haber tenido una vida tendente hacia el punto medio. Es por ello que nuestra visión del mundo, y por tanto la capacidad de discernir los extremos, depende de como haya sido nuestra vida, pues sí sólo hemos conocido uno de los extremos constantemente caeremos en la creencia de que el bien sólo se origina en ese mismo fin medio o final.
III.
La virtud, la felicidad, es saber discernir el punto medio que nos lleva hacia actuar bien; el bien es actuar de tal modo que se consiga el máximo beneficio con el mínimo perjuicio para la mayor cantidad de personas posibles. En una situación límite, ¿salvarías a la persona amada a costa de dejar morir a una potencial infinidad de individuos o no la salvarías salvando con ello la vida de esa infinidad de desconocidos que nada te importan? Eso es el punto medio. Actuar bien no es como deseamos actuar, o como desearíamos que debiéramos actuar, pues actuar bien es actuar siempre del modo que tanto yo como los demás salgan menos perjudicados, o más beneficiados sino se puede producir perjuicio, en la suma total de las partes del yo-los otros. Por eso Chronicle es amarga, impactante, asombrosa, tierna y luminosa, pues no deja de ser la recreación constante de una toma de decisiones erróneas, malas, por parte de una serie de individuos que tienden a elegir mal, pues han sido educados (inconscientemente) para elegir mal, con un héroe virtuoso que les salva sólo en tanto los resguarda en su cámara, en su memoria. El bien es saber conocer el punto medio en que el mundo se nos presenta como un lugar mejor con respecto de los deseos desconocidos de la totalidad de la humanidad.