Camino tortuoso, de Warren Ellis
Para algunos, quizás para la mayoría, la vida no es más que el camino tortuoso hacia el infierno donde nada es cognoscible más allá de la idea misma de condenación; la vida es una tortura sin significado, y por eso se aferran a cualquier noción mínimamente consoladora que se les conceda con respecto de esa (nihilista) visión del mundo tan suya. ¿A qué viene esa necesidad de aferrarse en sentimientos encontramos, en sentidos trascendentales de la existencia? Eso es la certeza de que no hay nada que sea necesario, que no tiene por qué haber nada en el mundo, e igual que existimos, podría ser que no hubiéramos existido nunca. Es por ello que uno vive y se deja llevar, dejándose arrastrar por las circunstancias, en un trabajo de mierda donde lo menos malo que le puede ocurrir a uno es descubrir que existen personas amantes de las avestruces en un sentido tan literal como repulsivo. Si no existe una razón ulterior, si no existe Dios, ni la Historia, ni ningún concepto fuerte detrás de todos nuestros velos de ilusiones, ¿qué nos queda? Desde luego esto no puede ir a peor pero, en realidad, siempre puede ir a peor.
Un mundo vaciado de toda significación donde no cabe nada más que el más mortal de los aburrimientos. Si la cultura de masas contemporánea se basa en el más absurdo de los aburrimientos ‑como bien nos demostró recientemente Noel-, ¿qué no podemos esperar de otras formas de existencia? Las relaciones humanas se han tornado en distantes posicionamientos de lugares comunes, el arte no es más que una sarta de copias insulsas de caraduras desvirtuando tal noción e incluso el amor o el deseo parecen hechos pervertidos en un uso y abuso absurdo. ¿Se sienten reconocidos en este retrato? Habrá muchos que sí, y ellos son precisamente los que viven en un mundo irreal.
Esta es la posición existencial en la que nos sitúa Camino tortuoso, un materialismo realista tan sórdido y repugnante que casi puedes sentir como toda la mugre que baña el mundo sube por tus zapatos. En ese contexto nos sitúa en el campo de la mejor posición de la novela negra, en la de un detective fracasado, para darnos una posible expectativa de redención ante la penetración constante del aburrimiento en el mundo: la búsqueda de un tesoro perdido olvidado; la búsqueda de constitución alternativa de los EEUU. Este viaje iniciático es un viaje desde la sede absoluta de El Tedio®, la vida del ciudadano medio de Occidente, hasta las simas más profundas del delirio humano. Es de éste modo como se descubrirá que el viaje es, en último término, para descubrir como el mundo se sostiene en la absoluta circunscripción del amor y el deseo. Es por ello que nuestros protagonistas encontrarán amantes de los lagartos gigantes que crean términos como Bukkake Godzilla ‑y, créanme, es tan literal como están imaginando‑, culturistas amantes de los macro testículos producidos con solución salina, amantes de asesinar animales estando desnudos en noches de luna llena y, los más extraño de todos cuantos se han enumerado, amantes de la libertad y amantes enamorados. Ese, y no otro, es el auténtico sentido de la vida: el deseo desatado.
Si Warren Ellis concibe aquí la vida como un camino tortuoso no lo hace porque crea que la vida carece de significación o deba ser aburrida, lo hace precisamente para plantear muy sardónicamente una crítica hacia todos los que así lo creen: detrás de vuestras comodidades de clase media bien pensante hay placeres sin límite. Más allá de los límites de la ortodoxia, de lo que los mercados anuncian como lo que se debe seguir, se encuentra un mundo de infinitas maravillas que, sí, puede destruirte, pero lo hará siempre demostrándote que al menos, por un momento, conociste algo más que ese infinito tedio del capitalismo uniformante. Si consideras el mundo como un lugar siniestro, extraño, caótico e incomprensible lo único que consigues es encerrarte en una cápsula de terror auto-contenido; darle orden no lo haría mejor, solo lo haría menos libre y más aburrido. Por ello, en último término, aprender a vivir en un mundo extraño es el sentido de la vida porque, sólo bajo esas condiciones, podrás satisfacer aquellos anhelos que dan sentido a la vida, que hacen de esta algo digno de ser vivido.