En el infinito el desarraigado es el rey de una realidad muerta para el hombre. Así es que Midori, la niña de las camelias, conoce como la vida se torna dolor cuando está o demasiado lejos o demasiado cerca de los demás. Sí el infierno es los otros, la naturaleza moldea las pesadillas infernales que son las vidas de quienes las padecen. O eso nos muestra Suehiro Maruo en su perturbador El Increible Show de fenómenos del Sr. Arashi.
En un circo de freaks sin escrúpulos ni moral se sitúa Midori, una niña perdida en una excursión de su colegio a la cual retienen los freaks. Todo es una situación de aberrantes momentos de enajenada y dolorosa iluminación en la situación de Midori que solo va empeorando cada vez más. Las vejaciones físicas y sexuales son una constante en un lugar donde toda moral es relegada a la mera anécdota. En la naturaleza, fuera de la polis, no funcionan los valores humanos, solo el animal, el más fuerte, es el que crea las ordenes. Así en la tierra atroz salpicada de la sangre de la necesidad una violación es un acto de amor tanto como de posesión. Al menos hasta la llegada de Masamitsu el Genio Embotellado. Entonces el delimita desde el éxito de su botella los prefectos que regirán el buen funcionamiento del circo. La llegada del estado en forma de enano trabajador y de actitud dictatorial cuyos deseos deben ser ordenes traen la prosperidad y el orden al lugar. Al menos hasta que los instintos salvajes como el amor, el odio o los celos, se despliegan en irracional majestuosidad llevando todo al fin único posible de la sociedad de los monstruos. No importa nada más allá de la naturaleza, un caos que siempre acaba por ganar una batalla que tiene ganada desde nuestra misma evolución. Y con esto, al final, Midori solo es un punto en la nada más absoluta que es el cosmos infinito.
La vida de Midori es un infierno continuo disfrazado de falsas esperanzas y vanos momentos de felicidad. Sin embargo lo es solo por su incapacidad para luchar, por dejarse arrastrar una y otra vez en un pensamiento débil que espera ver como todo se le regala. Midori fracasa porque la moral débil la arroja a las fauces de la naturaleza desbocada. En el agridulce final solo nos queda bailar entre las ruinas de la moral.
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