La adolescencia es el momento dramático de la vida del hombre donde ya no es un niño pero tampoco es un adulto; es demasiado ignorante para el mundo real pero demasiado auto-consciente para el mundo de fantasía infantil. Es por ello que toda revolución que se inicie desde el carácter rabioso de la adolescencia está justificado: el acto revolucionario ciego es el lugar donde se constituye el espacio puramente adolescente. Este acto revolucionario ‑que es político por sí mismo en tanto es la búsqueda de un espacio en la πόλις por parte del individuo como comunidad heterogénea, aun cuando su voz es ignorada- enlazaría con el carácter de revolución perpetua como espacio de lo político de Bataille, por lo que podríamos asimilar que la adolescencia es el espacio de la política. ¿Y por qué deberíamos considerar que la adolescencia es el espacio de la política cuando, en su condición, es el terreno de lo desarraigado? Porque en la adolescencia se da el momento de negación y puesta en cuestión sistemática de toda normatividad social, sin la cual no se puede constituir la realidad política. Y de eso trata el documental “God Speed You! Black Emperor” de Mitsuo Yanagimachi.
A lo largo de una intensa hora y media nos presentan la vida y obra de los Black Emperor, un grupo de moteros de los 70’s que revolucionaron la poco calmada de por sí noche tokyota. Con una mirada tierna, más preocupada en infundir un dulce toque estético en las acciones del grupo que en su fijación objetiva, Yanagimachi escoge unas conversaciones que se van hilando en retazos que tienen más que ver con una identidad contestaría rayana el incipiente punk que con el crimen organizado; aunque se les defina como banda (criminal) los Black Emperor son, ante todo, revolucionarios estéticos. Y lo son desde su adopción de la esvástica, símbolo mucho menos ofensivo en Japón que en Europa, que pocos años después adoptarían con una gracia especial para la provocación el punk. Pero si su revolución se da en términos estéticos no lo es tanto en su simbología como en sus acciones: son una resurrección del flâneur.
El flâneur, en tanto paseante, deviene en el individuo que toma las calles practicando dejándose llevar por los flujos propios de la ciudad. De éste modo el flâneur no está interesado en la urbanística, la estética, o la política de sus actos sino que le interesa el paseo en sí mismo; en el (de)venir de sus fluctuaciones crean un espacio de reflexión propio de la urbanística, la estética y la política como consecuencia, no como causa. De éste modo los Black Emperor se sitúan como unos nuevos paseantes que redefinen los espacios de Tokyo en diferentes heterotopías y, lo más importante, hacen de la carrera su hogar. La carretera como no-lugar, como punto de tránsito, se sitúa aquí como el nuevo lugar desde donde cambiar las normas sociales a través de su metódica, a la par que lúdica, desterritorialización: los Black Emperor sólo se oponen a las normas de velocidad, al poder establecido como tal y a la idea de que la carretera sólo es un lugar de paso y no un no-lugar habitable; el lugar donde todos habitamos en nuestra decadencia. Hacen de la πόλις en su conjunto y no sólo del ἀγορά ‑lugar que les es, necesariamente, vetado- el lugar de toma de decisiones.
Pero los Black Emperor, quizás a diferencia de los flâneur o el adolescente medio, no niegan jamás su carácter nihilista con respecto del mundo: continuamente los vemos declarándose como decadentes, mentirosos o, simplemente, malvados. Pero lejos esto de ser una declaración de sus malas acciones no es más que una reafirmación en su criterio aparentemente inexistente para la producción del caos pues, en tanto se reafirman como lo contrario de lo normativamente establecido, siempre están sujetos al revulsivo de ser motor de cambio violento del mundo. La revolución perpetua se encuentra exclusivamente en vuestro espíritu de flâneur adolescente.