Si el futuro ya fue entonces sólo nos cabe una pregunta, ¿hasta que punto ya fue? Quizás pueda sonar absurdo pues si el futuro fue ya no corresponde que quede nada de él, sino que vivimos en una suerte de futuralidad posible. Pero, quizás, precisamente ese futuro que ya fue en su no ser sea detrás del cual se esconde el camino hacia el paraíso perdido. Para esto seguiremos dos discos soberbios: Paraiso de Haruomi Hosono y Fantasma de Cornelius.
Paraiso es un disco preciosista, muy apegado a ciertos dejes estetas que ya cultivaría con Yellow Magic Orchestra y haciendo un especial hincapié en la cada vez más fuerte herencia que recibiría la música nipona de la bossa nova. Los sonidos loungue mezclados de los encantadores sintetizadores analógicos forman unos mapas sonoros que geografizan lo más similar a un paraíso terrenal: en una playa bajo una luna pasional el agua nos roza nuestros pies mientras bailamos una melodía encantadoramente anticuada. Con la misma calma que desarrolla nos presenta ese aspecto fundamentalmente ocioso, disoluto, donde sólo cabe tumbarse para que las procelosas aguas marinas nos hamaquen con ternura hasta el cielo si es lo que deseamos. Así es en todo momento, incluido en su final, que lejos de una expulsión del paraíso sólo parece ser un momento único más de la pasión desvanecedora de todo ideal humano. En el paraíso no existe el tiempo cronológico, pues todo tiempo es sólo una medida espacial intercambiable por otra equivalente.
En Fantasma sin embargo nos encontramos algo radicalmente diferente: aquí se encuentra el paraíso de la rabia desatada en ejercicio de estética de pulcra exactitud. Cada golpe, cada inflexión de voz y cada nota están pensados para maximizar su impacto mientras minimiza sus recursos hasta el mínimo imprescindible; tiene una pretensión fordista. Es una caída libre acabada en una auténtica patada en la boca de pura eficiencia nipona. Pero como el fantasma que precogniza su propio título detrás de lo sublime podemos encontrar como se transparenta entre sus cuerdas la construcción pasada del paraíso. Tanto en un ámbito musical, pues bebe muy claramente de la música Haruomi Hosono, como en lo estrictamente metafísico se puede ver que se sostiene en las ruinas del pasado que nos daba Paraíso. Lo que antes era una playa idílica ahora es una ciudad futura por la que hacer parkour sin parar un sólo segundo mientras sorteamos con facilidad cada uno de los obstáculos que encontramos. Así se da un paso desde la inactividad como forma de ocio, como sueño deseado, hacia la actividad continua como producción eternizada como modo idealizado de vida.
Así no hay perdida de paraíso, sólo hay un cambio en el tiempo cartográfico de éste. Si en el pasado lo más deseable para el hombre era la inactividad, el eterno vagar en la pausa, en la contemporaneidad se da un cambio hacia la eterna actividad, el no parar jamás como modo de realizarse como individuo. No son paraísos antagónicos pues en verdad, aun con las diferencias puestas en común, son el mismo paraíso y uno sólo. No hay paraíso perdido, todo paraíso es recuperado para el presente cartográfico y el futuro cronológico.
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