Las personas estamos tan cargados de prejuicios que, la mayoría de las veces, no podemos ver más allá de lo que creemos que es dejando de lado la realidad presente ante nosotros. Esto nos lleva a caer en errores continuos, ya no por ineptitud, sino por nuestra propia carga personal de ideas preconcebidas. Pero en ocasiones eso conlleva una comedia tan deliciosa y salvaje como Tucker and Dale vs. Evil del debutante Eli Craig.
Tucker y Dale son una pareja de amigos hillbilly que, para pasar sus vacaciones de verano, deciden ir a la nueva casa de verano de este primero en las montañas. La fortuna no les acompañará cuando coincidan con un grupo de universitarios de vacaciones que, como no podría ser de otra forma, se aterrorizarán ante estos potenciales psicópatas. Cuando nuestra pareja de amigos salven a la encantadora Allison de ahogarse en el lago los universitarios creerán que ha sido secuestrada y comenzarán a planear su venganza contra los entrañables hillbilly. Y es aquí donde la comienza la catarsis de muertes accidentales donde los universitarios se irán suicidando ante para el horror de la pareja protagonista que desembocará, finalmente, en uno de los survivacionistas más absurdos de la historia. Y es que si algo consigue Eli Craig es hacer un sincero y amoroso homenaje, ya no sólo a los slasher y todos los rednecks psicópatas de la historia del cine, sino al cine de terror en su conjunto. Con pocos recursos pero mucho ingenio consigue un resultado impecable que no se deje empañar por las obvias limitaciones técnicas que padece.
Pero no sólo se conforma con dar un comedia con tintes de terror muy bien dotada, sino que también se permite darnos un pequeño discurso, quizás excesivamente subrayado, sobre la inteligencia y los prejuicios. La caterva de universitarios memos, imbéciles como ellos solos, mueren por una auténtica ineptitud para moverse con una mínima coherencia por el mundo real y, además, por sus prejuicios contra los hillbillys. Sin embargo encontramos que Tucker es un hombre mañoso, que puede valerse sólo en el bosque contra la naturaleza o un grupo de universitarios asesinos. Tampoco se queda atrás Dale, un hombre absolutamente brillante que, a pesar de no haber sido capaz de superar 3º de primaria, tiene una asombrosa memoria fotográfica. Y es que lo subrayado del discurso no le hace tener menos sentido: ni la cultura ni los estudios es una muestra de inteligencia del mismo modo que los prejuicios generalizados no es una declaración de realidad. Los simpáticos y amables Tucker y Dale nos dan una lección que, quizás hoy más que nunca, tendemos a olvidar con pasmosa facilidad. Las personas no son categorías; ideologías cargadas de prejuicios, sino personas.
En cualquier caso, en la película de Eli Craig se respira siempre un absoluto amor por el cine de terror y, además, un buen dominio de los valores tanto del cine como de la comedia. Afina, apunta y dispara certero hacia la búsqueda de un cine dionisíaco que, como suele ocurrir con este, está cargado de un valor de significado propio. Y además su mensaje se aplica también a la película en sí, como todo buen cine, esquiva y destroza cualquier categorización de género que podríamos hacer sobre ella. No juzgues a las personas ‑ni a las películas- por sus categorías, hazlo por sus cualidades.
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