1. Introducción. De magia y brujas/os: paradigmas de interpretación
El problema de nuestro presente es creer que la bruja ha muerto, que todo aquello que se escapa de nuestra más pura racionalidad está exterminado y lo único que queda es una naturaleza doblegada de forma absoluta ante nuestros deseos. Nada más lejos de la realidad. La bruja vive y nos mira, respira detrás de nuestras nucas mientras se jacta de nuestra incapacidad de reconocerla como tal; la bruja, y por extensión el brujo y el hechicero, son aquellos que interpretan y manipulan el mundo para, en su interpretar, conseguir dilucidar la contingente verdad del mundo: la bruja no cree en lo inmediato, en la magia que nace del desconocimiento, sino en aquello que surge sólo a través de una búsqueda consciente de mecanismos específicos. Lo cual no quita para que existan brujas irresponsables, aquellas que se creen sin la necesidad de pensar como practican o cuales son las consecuencias de su magia —o, pensándolo, sólo les importan los efectos inmediatos independientemente de su eticidad — : de éstas últimas trata el artículo.
En un tiempo donde creemos que cualquier nuevo avance nos hará (necesariamente) la vida más fácil, no nos planteamos las consecuencias de adoptar una determinada tecnología —y aquí cabe recordar la Tercera ley de Clarke: toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia—, y, por extensión, siempre estamos al borde de ser consumidos por la magia. Si existe la magia, y existe —quizás no en un sentido literal, pero sí en el cual se expresaba Arthur C. Clarke—, la bruja nunca deberá estar muy lejos de ella.
2. La buena bruja interior: la mujer
En el caso de Be Right Back la situación de la bruja es particularmente ostensible: Martha es la bruja que ante la perdida de su marido, Ash, se arroja a los brazos de Satán, una empresa tecnológica, a través del cual se encuentra haciendo diferentes rituales mágicos, procesos de registro en un servicio, para así poder devolver a la vida a la persona amada. Como la mayoría de brujas, en el pacto que realiza con Satán no se hace consciente en momento alguno de lo que está ocurriendo, sino que se deja llevar por la inercia de la posibilidad de ver cumplido su más profundo deseo; no conoce como hacer magia, ya que eso se le da sin la necesidad de conocer como funciona, pero tampoco piensa al respecto de sus posibles consecuencias. ¿Cual es el problema entonces? Que todo trato con Satán siempre es deficiente. Aunque Ash vuelve a la vida, él no es Ash: aunque de hecho físicamente es él, incluso mejor que él, carece de toda iniciativa real que pudiera tener un ser humano: es una idealización, una ilusión, un pelele.
Aquí el propósito de la bruja debería haber sido el de interpretar las consecuencias del mundo, del duelo, y aceptar tal y como le es dado: la muerte es inherente a la vida, e intentar curar la muerte va contra el mismo contrato existencial que implícitamente aceptó cuando viene al mundo. Al no comprender las reglas del juego, al no comprender que naturalmente es un ser para la muerte y es eso lo que posibilita su brujeidad, cae en la trampa de intentar una serie de rituales que sólo la sumergen en la realidad de la insatisfacción. Se miente a sí misma creyendo que puede superar la muerte, que hay algo más que ilusión en su no aceptar la muerte. Se puede impedir que alguien muera, pero no se puede devolver a la vida a alguien que ya ha expirado; la bruja tiene el poder de comprender como evitar la muerte, pero no como revertir sus efectos. Es por eso que el resultado es un enfrentamiento frontal y constante contra el hecho de la propia mortandad, un relato viviente de lo efímero de la existencia, que impedirá a Martha ad perpetuam vivir en paz, como si de una versión invertida de Frankenstein se tratara.
No por ser una bruja/usuaria buena, de buenas intenciones al menos, se hace buen uso de la magia/tecnología.
3. La misteriosa bruja exterior: el otro
Otra situación al respecto de la bruja es cuando esta no produce un daño hacia sí misma por su propia ignorancia, sino que esta se produce proyectada hacia el exterior. Cuando la bruja vive su vida de un modo que la sociedad considera impropia, entonces ésta se ve amenazada con el fuego purificador; White Bear es una caza de brujas llevada hasta su condición espectacular, su capitalización de la situación. En ningún momento sabemos que ha hecho exactamente Victoria Skillane —o, para ser más exactos, conocemos su acusación pero no sabemos si se basa en algún hecho real — , y por extensión desconocemos si de hecho es bruja: sabemos que se le acusa de algo impropio, de algo que la excluye de la sociedad, pero en tanto desconocemos su veracidad no podemos afirmar su condición de bruja; es bruja porque se la trata de bruja, no porque posea tal condición. Se la considera bruja, lo cual es condición suficiente para hacer con ella algo que peor que la brujería misma: el outsider, el diferente, el culpable, sirve para exorcizar los demonios internos de aquellos que proyectan en él su propia maldad interior. No hay infierno alguno en el otro, salvo cuando la incapacidad de comprender el mundo más allá de lo inmediato, del prejuicio, nos lleva a proyectar el infierno propio en el otro.
4. La abyecta bruja venida del exterior-interior: el político
¿Qué ocurre cuando la bruja es directamente la proyección de todo lo que hay de corrupto en el ser humano? Que entonces nos encontramos con un psicópata o con un imbécil carismático, siendo casi más peligroso el segundo que el primero. En el caso particular de The Waldo Moment, en el cual el personaje de dibujos animados Waldo se presenta a las elecciones nacionales de Inglaterra —y, además, arrasa por su capacidad para cumplir lo que promete y no callarse las verdades por duras que sean; ¿será Waldo una pesadillesca a la par que irónica proyección de la también bruja Margaret Thatcher? — , veríamos acontecer en su plena maldad a la bruja.
El grotesco oso de peluche azul se jacta de estar por encima de la política, de las mentiras y del absoluto desinterés que le produce a él mismo tener que pensar en el tema, defendiendo así que le voten porque él es el mal menor. Él es la proyección de lo que sus votantes son en el fondo. El repulsivo Waldo representa al líder fuerte y carismático que convence por plantear lo que los demás no se atreven a decir, incluso cuando esas cosas no sean más que las espurias defensas que se hacen a través de la pura repetición de eslóganes defendidas con hechos que no se ajustan nunca a la realidad. Aquí el poder mágico sería lo que se hace con las palabras: las ideas se contagian de un modo vírico entre los que las escuchan, sin cuestionarlas en tanto se ajustan perfectamente a sus tupidos prejuicios, aduciendo que ahí está la verdad buscada. Las palabras crean la realidad del mundo, por eso están cargadas de magia. El problema es que cuando afirmamos acríticamente (y defendemos al hacerlo) que la política es inútil, todos los políticos son corruptos o quien no trabaja es porque quiere vivir de las ayudas del estado estamos manipulando la realidad, transformando el mundo, al creerlo como cierto; si repetimos constantemente que la política es inútil, es muy probable que acaben arrebatándonos el poder sobre ella. Por eso el problema de la bruja Waldo no es que sea malvada per sé, es que proyecta nuestras palabras/magia para llevar acabo sus proyectos/rituales.
5. Conclusión. Interpretando lo inmediato, comprendiendo la magia
La bruja invoca extraños poderes; si renuncia a intentar comprender como funciona la magia pero, a su vez, no renuncia a usarla, estará cayendo en el delicado campo de la manipulación. Cualquier acto mágico, y por mágico cabe entender aquí cualquier construcción propia del conocimiento humano —la ciencia y, por extensión, la tecnología; el lenguaje, pero también todo lo que le rodea: los discursos, las ideas, las palabras, los significados; e, incluso, la cultura y el arte — , de no aceptarse como algo que debe ser comprendido a priori para ser utilizado acabará, necesariamente, en su uso prejuicioso. O lo que es lo mismo, si ante un discurso populista o una nueva tecnología no nos paramos a pensar más allá de si se adapta de forma positiva a nuestros prejuicios —a los juicios a priori, no necesariamente a un juicio negativo sin fundamentación— caeremos constantemente en nuestro propio prejuicio, en algo cuyo fundamento real no tiene porque existir en absoluto. Es seductor dejarse llevar por lo brillante de la magia, pero antes de usarla de forma irresponsable debemos pensar metódicamente cuales serán las consecuencias de aquello que estamos apoyando; nadie pensó críticamente las cámaras de gas, nadie pensó críticamente la bomba atómica. Si queremos evitar el desastre, debemos pensar críticamente aquellas construcciones que son parte inherente de nuestras vidas.
¿Cual sería entonces la función de la bruja, partiendo de que bruja/o es todo ser humano con entendimiento? Comprender de forma profunda más allá del prejuicio a través del análisis, del entendimiento, de la interpretación, que todo cuanto nos rodea es fruto de esas realidades humanas que hoy ya nos son indistinguibles de los actos de magia. Si seguimos privilegiando lo inmediato sobre la reflexión, el prejuicio sobre la interpretación, acabaremos de nuevo en los muy humanos fosos de fiemo en los cuales nacieron las cazas de brujas, el exterminio sistemático de todo aquello que iba más allá de nuestro prejuicio.
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