Mecha President!, de From Software.
Con la proximidad de las elecciones generales en este país podemos ver como la casta política insiste en marear la perdiz con malas propuestas y una campaña que roza lo absurdo por su inexistencia. Es por ello que es interesante abordar la vida política desde sus límites; introducirse en la piel del político nos puede dar una perspectiva particular de una labor incesantemente denostada en el presente. Quizás por ello From Software se decidiera a desarrollar esta rara avis, surgida de un brainstorming fuera de horas de trabajo en el izakaya, donde combinan dos conceptos mucho más próximos de lo que cualquier persona gustaría de admitir: la política y los mechas. El resultado, lejos de ser un mero pastiche afuncional que combina pinceladas aguadas de lo más significativo de ambos muchos, es una excelente fusión de estilos que abre una nueva vía en el mundo de los videojuegos.
A pesar de su incidentado desarrollo, con cancelaciones abortadas in extremis y graves problemas de financiación, el juego demuestra desde un principio que juega en la liga de los mayores: la exquisita combinación de gráficos ‑que oscilan desde el preciosismo anime de las escenas políticas hasta la estética de píxeles como puños en los recuerdos de nuestro protagonista- en conjunto con una jugabilidad a prueba de bombas hacen de este juego el lanzamiento más importante en varios años; un juego llamado a ser un clásico. ¿Y por qué? Porque no existe nada ni remotamente parecido antes de él.
Nuestro protagonista, Mecha Rodriguez ‑la imaginación de From Software se acabó ya en la dotación de nombres‑, es un prototipo de mecha con IA autónoma que, después de combatir en la 2ª Guerra Energética, se le concedió la ciudadanía americana ante su reconocimiento como ser vivo de pleno derecho. Poco después de esto, hastiado del camino que sigue la política contemporánea ‑basada en una segregación radical que se aprovecha impunemente de la condición non grata de los robots y los inmigrantes en la sociedad- se presentará como gobernador de su estado para, lentamente, ir escalando posiciones hasta llegar a presidente. Y como hacerlo dependerá de nosotros pues, gran parte del juego, lo pasaremos entre despachos y diagramas a través de los cuales tendremos que ir decidiendo la estrategia socio-económica que seguir ‑bien aconsejado por una serie de asesores que podremos intercambiar a placer, siempre que tengamos el dinero suficiente- en nuestra campaña política en ciernes sin descuidar nuestro trabajo de gobernador. Hasta que lleguen los comicios electorales.
Durante la campaña electoral el juego cambiará drásticamente: ahora, después de decidir nuestros puntos principales a abordar políticamente, tendremos que ir haciendo campaña en todos los ámbitos imaginables. Cenas secretas con inversores privados, detectives que descubran los trapos sucios de nuestros rivales (o que les impidan conocer los nuestros) y mitines o debates políticos con límites de tiempo para contestar serán algunos de los hechos a los cuales enfrentarnos en este periodo tan intenso como dramático. Esto hace que el juego siempre nos situé en la peor de las posiciones posibles: cada triunfo ‑bien sea legislativo, bien sea electoral- es sólo un paso más hacia allá en nuevas dificultades sin recompensa; sin un Final Real. ¿Pero queda aquí la cosa? Por supuesto que no, aun quedan el momento de los recuerdos.
Cada vez que ocurra algo que tenga que ver con el pasado de Mecha Rodriguez deberemos ponernos a los mandos para jugar vertiginosas aventuras breves a través de las cuales decidiremos como acontecerá el presente. Si alguien pone en duda sus dotes de veterano de guerra, dependiendo de como nos las apañemos en el intenso shooter en que se convertirá el juego, se decidirá las posibles vías a seguir a posteriori. Del mismo modo si nuestro detective privado descubre una extraña relación en el pasado con una mujer que no sea nuestra esposa nuestros actos en seductores momentos en una habitación de hotel podrán decidir si es algo comprometedor, o no. De éste modo From Software nos regalan la experiencia definitiva de la actividad política: todo lo que hagas es única y exclusivamente culpa tuya; tu decides como actuar en el pasado mientras el público decide como juzgarte por tus actos, o lo que saben de ellos, en el presente. No hay posibilidad de escapar de un pasado que, en una carrera política, está siempre siendo emitido veinticuatro horas para una audiencia deseosa de descuartizarlo (moralmente).
Esto se irá alternando continuamente, concatenando elecciones con legislaturas, haciendo que cada vez sea más y más complejo defender nuestras posturas sin caer en contradicciones o mentiras; nuestro pasado pesa como una losa ardiendo sobre nuestras espaldas. Y es a partir de ahí, de la primera carrera electoral, donde el juego se convierte en un pequeño infierno donde cada decisión puede ser la última de una carrera teñida, necesariamente, de polémica.
Por todo lo anterior podríamos dilucidar fácilmente que Mecha President! es el mejor juego en años, si es que no en décadas, gracias a conseguir la acción más compleja posible para un videojuego: retratar la realidad como tal sin dejar de ser divertido. Cada nueva partida, totalmente diferente a las anteriores, se define por la singularidad única que se define a través de las vivencias propias que vayan condicionando la carrera política de nuestro protagonista. Por eso, al final, Mecha Rodriguez es tan real como cualquier político, como cualquier persona, en tanto tiene una historia única e intransferible que se ha ido modelando a través de la experiencia ‑experiencia que, en último término, funciona como un espejo- del jugador. Por eso no importa que sea una IA o un ser humano de pleno derecho, lo que define a la auténtica humanidad es la identidad creada a través de la experiencia.
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