la catártica mediación del yo

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Otra co­la­bo­ra­ción es­ta vez de la mano de Francis Ruiz tam­bién co­no­ci­do co­mo Sicknarf en al­gu­nos círcu­los que nos de­lei­ta con una ex­po­si­ción so­bre mú­si­ca de la cual po­dréis apren­der mu­cho. Además pa­sa­ros por su ge­nial blog de po­lí­ti­ca, so­cie­dad y cul­tu­ra En el Asunto.

Hoy les ha­bla­ré del ser más te­rro­rí­fi­co que exis­te. Ese que nos acom­pa­ña 24 ho­ras al día, 365 días al año y só­lo se va cuan­do mo­ri­mos. Estoy ha­blan­do de uno mismo.

Del yo co­mo mons­truo nos ha­bla Trent Reznor en la opre­si­va Happiness In Slavery, com­ple­men­ta­da con su vi­deo­clip, di­ri­gi­do por Jon Reiss y pro­ta­go­ni­za­do por Bob Flanagan. Nadie le obli­ga a en­trar en la ha­bi­ta­ción ni a sen­tar­se en la má­qui­na. Ni si­quie­ra cuan­do su cuer­po es des­tro­za­do es­tá cla­ro que se de cuen­ta de la di­ná­mi­ca en la que es­tá. Pero da lo mis­mo, por­que no hay un ca­mino de vuel­ta. Todo lo que que­da­ba en él de con­trol se fue con su re­fle­jo en el espejo.

Con es­tas mim­bres, cual­quie­ra po­dría pen­sar que Reznor es un mo­ra­lis­ta. Lo cier­to es que no, por­que si bien el Downward Spiral era un des­cen­so que aca­ba­ba con el pro­ta­go­nis­ta en el abis­mo, con el EP Broken nos vino a de­cir que aún po­de­mos arras­trar­nos mu­cho tiem­po en el fon­do. Y que una vez allí, lo su­yo es el re­go­deo en el fan­go y que más va­le en­con­trar la fe­li­ci­dad en la es­cla­vi­tud. Esclavos de las peo­res for­mas de no­so­tros mis­mos, del mons­truo que te­ne­mos en­ce­rra­do las per­so­nas de bien, pe­ro que en otros exi­ge sa­cri­fi­cios ca­da vez más gran­des en una hui­da ha­cia de­lan­te bus­can­do for­mas de sa­tis­fac­ción ca­da vez más ex­tre­mas. Después del fre­ne­sí des­truc­ti­vo que es Happiness in Slavery, una can­ción que no da tre­gua ni mu­si­cal­men­te ni con­cep­tual­men­te, Reznor se nos jus­ti­fi­ca con el si­guien­te te­ma: I tried and I gi­ve up. Se en­co­ge de hom­bros y nos de­ja pa­ra vol­ver a su celda.

En de­fi­ni­ti­va, na­da me­jor pa­ra Halloween que re­cor­dar la au­tén­ti­ca ma­ne­ra de aca­bar he­chos tri­zas sin me­dia­ción de lo pa­ra­nor­mal. Y es que, si se dan las cir­cuns­tan­cias ade­cua­das, po­dría ser usted.

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