Human Bodies, de Musealia
Aunque se nos pretenda vender lo contrario la idea del ser humano como una máquina perfecta no sería algo aceptado, siquiera mínimamente, hasta el siglo XVII con el maquinismo cartesiano. En eso influiría tanto el nuevo rumbo de las ciencias naturales a partir de Galileo y las investigaciones anatómicas de las conformaciones animales y humanas; en el momento que se acepta una ciencia positiva en progreso acumulativo a través de la observación se crea un nuevo paradigma para el hombre. De éste modo no estamos insuflados de vida por una entidad superior ya que, como iríamos descubrimiento lentamente, los mecanismos del cuerpo son perfectamente auto-suficientes con respecto de una fuerza externa trascendental que les de cuerda. Lo interesante de este maquinismo, de éste ser máquina, es como lleva asociado toda una serie de visiones cientifistas con respecto del cuerpo.
Human Bodies, la exposición que nos atañe en esta ocasión, nos presente como funciona la máquina física animal como una identidad positiva; la presentación que se hace desde la ciencia del cuerpo no es un modelo de los cuerpos, si no un modelo de los cuerpos ideales. De éste modo los cuerpos plastificados que encontramos, las diferentes partes obliteradas de toda significación maquinal, son presentadas como piezas desengarzadas de un todo funcional. La máquina se nos desgrana metódicamente para que podamos verla en todas sus disposiciones ulteriores aunque, para ello, deba descontextualizar toda noción posible de la función, y por tanto de la identidad, de tales objetos orgánicos.
La exposición parte de su eslogan La exposición de tu vida en una presunción falsa: esos cuerpos ideales son todos los cuerpos. A través de 12 cuerpos completos y más de 150 órganos plastinados se nos biopsia a nosotros, nos dicen, pero sin embargo siempre habrá un punto en el que, casi necesariamente, no nos reconozcamos en absoluto; siempre habrá un órgano o un hueso que nosotros tengamos pero mal. Como máquinas somos defectuosas, todas sin excepción, y por ello nuestras singularidades fisiológicas impiden un reconocimiento fáctico en la visión ideal del cuerpo según la ciencia. Es imposible reconocerse en las visiones idealizadas porque presuponen una perfección matemática que ningún cuerpo puede cumplir.
Por supuesto un científico, a estas alturas, podría escudarse en que lo importante de cualquier entidad maquínica es su funcionamiento y conformación abstracto, teórico, no en su composición absoluta real aunque esa realidad no sea más que una visión idealizada de la máquina. Al fin y al cabo, si funciona, ¿por qué cabría hacer tales diferenciaciones?
En un ámbito meramente teórico, sin escapar jamás de la visión científica del cuerpo humano, no existe razón alguna para hacer esas diferenciaciones. Los defectos son desviaciones de la norma que conducen hacia problemas que pueden (y deben) ser investigados para, así, poder ser corregidos en el futuro en la medida de lo posible. El problema de esta visión, que asume un mecanicismo carente de cualquier noción de problemática existencial, es que obvia la condición natural del cuerpo en sí mismo. El cuerpo, aun máquina, no tiene una visión ideal de lo que son, o deben ser, los cuerpos ya que, de existir esa idea ulterior, deberíamos creer entonces que siempre hay una noción trascendental superior al cuerpo como máquina; si la ciencia destituyo la idea de Dios como motor trascendente de los cuerpos físicos sería sólo para sustituirlo por una especie de idea trascendental de los cuerpos. Con esto no pretendo decir que la ciencia se intente constituir en religión, cosa que no hace, ni mucho menos relativizar el valor de la visión mecanicista de las entidades físicas, el cual es sobradamente eficiente a día de hoy, sólo afirmo el hecho de que la ciencia mueve el motor primero de fuera a adentro ‑de Dios hasta el propio cuerpo; de lo trascendente a lo inmanente- pero, sin embargo, deja en ese trascendentalismo una visión idealizada de como deben ser los cuerpos.
Cadáveres jugando al fútbol o haciendo taichi son un ejemplo del absurdo de la imagen científica al crear un ideal de cuerpo físico basado en una serie de connotaciones normativas específicas. La insistencia del audio guía en lo negativo del tabaco y el alcohol o lo positivo del deporte, por muy cierto que sea, no deja de ser una imposición normativa; la idealización del cuerpo produce flujos moleculares, formas de dominación, a través de que cuidar nuestro cuerpo físico es lo más importante.
La imagen del cuerpo como algo Ideal Absoluto permite hacer esa serie de construcciones normativas que inducen un control de los cuerpos consciente o no. Por ello, aunque interesante, Human Bodies no deja de ser una demostración de como se conforman estas formas de dominación que nos inducen a pensar que un cuerpo sano es necesariamente bueno y uno que no lo es, o al menos que no es lo suficientemente sano, es malo. De éste modo se obvia, en algo que están plenamente implicados, cualquier deseo humano; no importa que el placer por la comida, el tabaco, el alcohol o el no moverte vaya por encima de mejorar la condición maquinal de tu cuerpo, tu deber es cuidar tu cuerpo. Y es ahí donde Human Bodies demuestra su condición de concienciación de las formas de dominación del cuerpo: no hay nada de bueno en el cumplimiento de los deseos si eso va en detrimento de la salud; la razón, aun cuando parte inherente del motor que dicen defender, debe sublimarse necesariamente a lo físico. Dejando de éste modo a la racionalidad humana en el lugar de un imbécil afuncional.
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