La locura ‑o, al menos, aquello que denominamos de forma casual locura- no es más que el proceso de categorización del pensamiento anómalo que no se ajusta dentro de las estructuras corrientes del pensamiento; el loco no es necesariamente aquel que sufre de alguna psicopatología en tanto tal, sino que puede serlo todo aquel que se salga del canon establecido como el normalizado. Un desequilibrio en el orden social o químico nos lanzarán desde la hermosa torre de marfil de la normalidad hasta los ejecutores brazos de la locura donde, con ternura, se nos suministrará una medicación que normalice nuestra situación. Suponiendo siempre que esa normalización no sea, en último término, una forma de dominación social ‑que es lo que lo que es, de hecho. Por eso resulta interesante el hecho de como hemos visto infinitas veces como el Joker ha sido internado en un centro psiquiátrico por sus claros trastornos de personalidad, pues es un psicópata criminal que, además, sufre de varios trastornos psíquicos, ¿pero por qué nunca hemos visto en la misma tesitura a Batman cuando él está tanto o más loco que sus enemigos?
En primera instancia ya deberíamos afirmar que Batman tiene un problema de doble personalidad, por la muerte de sus padres es como si Bruce Wayne se hubiera desdoblado en dos personalidades diferentes (la civil y la secreta) a través de las cuales ejecutar unos complejos planes en los cuales se da una disasociación de la personalidad. No sería extraño esto ya que es un hecho común que personas que sufren un fuerte trauma, a la hora de revivirlo o tener que enfrentarse con él, desdoblen su personalidad en una nueva que les permita confrontar un conflicto que les es inenarrablemente duro; ante la imposibilidad de aceptar la muerte de sus padres de un modo normalizado Bruce Wayne crea un alter ego, Batman, para así constituir aquellas acciones que no es capaz de emprender con su identidad: la venganza del asesinato de sus padres. Por ello, y ya de entrada, podríamos afirmar que Batman está, al menos, tan loco como su archienemigo.
Ahora bien, ¿por qué asumimos que Batman es, sin embargo, una persona que dentro de su hipotética locura es aceptable para la vida en sociedad? Porque sus actos, a diferencia de los del Joker, no van contra la sociedad. La clasificación clásica loco-cuerdo jamás se ha basado en una medición objetiva de cuanto hay de desviamiento de la normalidad con respecto de la media en una persona, sino que toda locura se rige a través de las condiciones fácticas en sociedad de aquel que padece la locura. Si Joker se comporta como un loco homicida que se pretende en sus ansias de asesinar de forma taxativa a la mayor cantidad de gente que le resulta posible o, en el mejor de los casos, instaurar un dominio absoluto de la locura en el mundo ‑lo cual, para el agente racional medio es equivalente al deseo de generar el caos (aunque, por mucho que así lo crea Nolan, no es lo mismo en absoluto)- es imposible considerar que su comportamiento es normativamente adecuado en tanto éste va contra la normatividad misma; si Batman se comporta como una persona que intenta instaurar la racionalidad a través de métodos que la legalidad imperante no puede, aun cuando se sitúe en el mismo grado de locura, es normativamente aceptable. Por ello debemos considerar que la locura es una noción de normatividad aplicada al contexto social.
¿Cual es la diferencia sustancial entre Batman y el Joker? No es que uno esté loco y el otro no, cosa que no podríamos considerar cierta en ningún contexto ni sentido, sino que mientras el hombre murcielago defiende la lógica normativa del pensamiento humano constituido como tal el Joker sólo desea su destrucción. Bajo esta consideración deberíamos entender pues que ambos están igual de locos, pero la consideración de que sólo uno de ellos lo está es exclusivamente porque su comportamiento entra dentro de un comportamiento que no nos resulta beneficioso ‑porque, aun en lo legislativo, Batman es igualmente criminal que Joker al hacer un uso ilegítimo de la fuerza que no le corresponde.
Ahora bien, no debemos considerar que alguien decide por nosotros que uno está loco y el otro no, pues somos todos nosotros quienes constituimos esta realidad a través de la cual definimos quien está loco y quien no. En tanto Batman se nos presenta como un héroe, persona de actos heroicos, nos sentimos representados por él y por tanto minimizamos lo inapropiado de su comportamiento justificándolo a través de requiebros dialécticos en los cuales lo definimos como aquello que no es, como un agente racional. Aun cuando él está evidente e implacablemente loco, aun cuando es imposible que alguien sea capaz de ver un hombre en sus cabales en él, nosotros insistimos en definirlo como tal por el hecho mismo de que es un arquetipo (El Héroe) de aquello que todo hombre aspira a ser, como mínimo, en algún cierto sentido, momento o manera en su proceso existencial mismo. En tanto es así, ya que es un héroe con el que podemos y deseamos sentirnos identificados ‑pues es humano, no tiene super-poderes, es millonario, un playboy y además es factiblemente real- en sí mismo, deseamos que él no tenga mácula alguna con respecto de la visión que se tenga de él, no deseamos su locura, por lo cual la maquillamos de una forma excepcional para, así, poder mostrarse como un arquetipo al que poder seguir aspirando en su propia perfección. El Joker sería, precisamente, la carta contraria, arquetipo absoluto de la idea de El Villano, idea que para ser sostenida hay que cargarlo de la connotación negativa más absoluta que la sociedad pueda conferirle ‑en este caso, la pretensión de toda descomposición de normatividad/racionalidad social y, por extensión, su completa y más abstracta locura.
La diferencia entre Batman y Joker no es la de su diferencia en tanto tal, no es aquello que los separa como enemigos, sino que esta es precisamente aquello que más lo une: la diferencia del trato que obtienen por su consideración con respecto del otro. En tanto se nos presentan como figuras mitológicas se les polarizan, se les lleva hasta extremos de su propia definición de ser, que producen diferentes visiones con respecto de su figura aun cuando, su comportamiento ulterior, es exactamente el mismo; entre Joker y Batman no existe mayor diferencia que el trato que se les da a dos personas que no son dos, sino una, porque no existe diferencia entre sí. El resto, es la normatividad social haciendo su trabajo en un mundo que ha declarado enfermo en su propio beneficio.
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