la realidad (y la fantasía) es enemiga de la incoherencia

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The Amazing Screw-On Head, de Mike Mignola

Esta es­qui­zo­fré­ni­ca se­rie de ani­ma­ción na­ce­ría, co­mo es co­mún an­te una ca­be­za bien amue­bla­da co­mo la de Mike Mignola, de una idea com­ple­ta­men­te ab­sur­da: rea­li­zar mu­ñe­cos de ac­ción de su­per­hé­roes que só­lo fue­ran el cuer­po don­de aco­plar en to­dos ellos la mis­ma ca­be­za; una ca­be­za, iden­ti­ta­ria pe­ro va­cía de iden­ti­dad, de ros­ca. Aunque co­mo ju­gue­te po­dría ha­ber fun­cio­na­do, al­go que nun­ca sa­bre­mos, lo que si dio lu­gar es a un hé­roe ro­bó­ti­co que cam­bia su ca­be­za de cuer­po se­gún la oca­sión apre­mie pa­ra ello. He ahí el na­ci­mien­to del muy sui ge­ne­ris Screw-On Head. Maestro de lo ocul­to y agen­te se­cre­to a las ór­de­nes del pre­si­den­te Lincoln, Screw-On Head ten­drá que com­ba­tir el in­ten­to de en­gen­drar el mal en el mun­do por su an­ti­guo ma­yor­do­mo, el Emperor Zombie.

Lo más in­tere­san­te de la se­rie, que ja­más pa­so del pi­lo­to, es la muy par­ti­cu­lar com­bi­na­ción en­tre un so­ca­rrón hu­mor ne­gro que, en com­bi­na­ción con un es­ti­lo steam­punk, con­fie­re al con­jun­to su pro­pia at­mós­fe­ra. Atmósfera que se ve re­car­ga­da por la ca­si to­tal au­sen­cia de per­so­na­jes hu­ma­nos los cua­les, de apa­re­cer, son re­le­ga­dos a un se­gun­do plano en fa­vor del au­tén­ti­co pro­ta­go­nis­ta de la se­rie: lo fan­tás­ti­co que es­ca­pa al ra­cio­na­lis­mo hu­mano. No hay na­da en la se­rie que no sea una con­ti­nua re­vi­si­ta­ción de los có­di­gos fan­tás­ti­cos de prin­ci­pios del XX pa­sa­dos por el ta­miz de lo fantástico.

Es por ello que Screw-On Head ‑tan­to el per­so­na­je co­mo la serie- es una sin­gu­la­ri­dad par­ti­cu­lar ya que no só­lo no pri­vi­le­gia la fi­gu­ra del hom­bre an­te to­do, sino que la des­di­bu­ja has­ta ser un ele­men­to de fon­do in­ci­den­tal. Podría afir­mar­se que es­to no es tan po­co co­mún ya que, en ge­ne­ral, los su­per­hé­roes de có­mic lle­van ya va­rias dé­ca­das ha­cien­do es­to pe­ro aquí la di­fe­ren­cia es que los pro­ta­go­nis­tas no son hu­ma­nos en ab­so­lu­to. Bien que mal siem­pre po­de­mos con­si­de­rar a Superman co­mo un hu­mano ‑aun­que, to­do sea di­cho, sea uno ex­cep­cio­nal­men­te singular- pe­ro es­to es im­po­si­ble con Screw-On Head; mien­tras Superman cum­ple cier­tos re­qui­si­tos bá­si­cos de la es­pe­cie hu­ma­na Screw-On Head los in­cum­ple ab­so­lu­ta­men­te to­dos. Por ello lo más fas­ci­nan­te de la se­rie es su ca­pa­ci­dad de ne­ga­ción de la im­por­tan­cia hu­ma­na den­tro de su con­tex­to fantástico-pero-real.

Aunque pue­da so­nar in­cohe­ren­te, co­sa na­tu­ral pues siem­pre se tien­de aso­ciar lo fan­tás­ti­co co­mo lo con­tra­rio de lo real, es­to es per­fec­ta­men­te ló­gi­co. Cada cons­truc­ción de un mun­do fan­tás­ti­co pre­su­po­ne la exis­ten­cia de sus pro­pias clau­su­las ce­te­ris pa­ri­bus pa­ra ca­da una de sus sin­gu­la­ri­da­des; ca­da vez que ocu­rre un ele­men­to fan­tás­ti­co siem­pre lo ha­ce del mis­mo mo­do por lo cual es cohe­ren­te con su sis­te­ma y, en úl­ti­mo tér­mino, real. Quizás no sea real en nues­tro mun­do, pe­ro sí es un he­cho real (y con­sus­tan­cial a su con­for­ma­ción en sí) de su mun­do. Por ello Screw-On Head pue­de ha­cer que su ca­be­za sea in­de­pen­dien­te de su(s) cuer­pos pa­ra po­der adop­tar, en ca­da oca­sión, una iden­ti­dad hí­bri­da a con­ve­nien­cia: es cohe­ren­te­men­te real con res­pec­to de su mun­do. Y, por ex­ten­sión, su mun­do es uno en el que la iden­ti­dad no se de­fi­ne a tra­vés de lo hu­mano sino en la re­la­ción me­ta­fó­ri­ca que tie­ne la unión ins­tru­men­tal en­tre los ele­men­tos; en­tre su ca­be­za y la in­fi­ni­dad to­tal de sus cuerpos.

Negar la reali­dad del mun­do que se ar­ti­cu­la al­re­de­dor de Screw-On Head por fan­ta­sio­so es errar el ti­ro pues, en úl­ti­mo tér­mino, no es más que uno de los in­fi­ni­tos mun­dos po­si­bles de la reali­dad. Un mun­do po­si­ble que co­mien­za y aca­ba ca­si ex­clu­si­va­men­te en un pi­lo­to de se­rie de televisión.

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