Dentro de la cultura contemporánea hay una fuerte concepción de lo efímero como hecho consustancial inmediato a todas las cosas: lo que no está de moda, lo que está vigente con exactitud puntual en su contemporaneidad, está muerto. Esta declaración perpetua de defunción nos lleva ante la paradoja de estar rodeados, constantemente, de los cadáveres vaciados de significación en el ahora de toda cultura; actualmente sólo habitamos rodeados de las fantasmagorías de una cultura siempre pasada, nunca presente. He ahí que la resurrección de los muertos, la invocación de sus espíritus, se instituya como un hecho necesario para el hombre contemporáneo. Es por ello que el pulp, género popular por excelencia de principios del siglo XX, caracteriza tan bien el carácter de la espectrología del siglo XXI: sólo existen artificios de “muertos” que no son tales pero se aprovecha su “defunción” para retrotaerlos a la actualidad como un revival; se asesina el carácter presente de la cultura para mercantilizarla en una retracción de esa muerte. Y si hay un ejemplo notorio dentro del propio pulp ese se daría en la editorial 23 Escalones con su nueva colección de pulp que han comenzado con “Revividos” de Ralph Barby.
En “Revividos” un grupo de tan adinerados y poderosos como idiotas miembros de la alta sociedad norteamericana viajan unos días a una antigua mansión en Europa ávidos de aventuras terroríficas en una casa supuestamente encantada. Cuando el anfitrión, completamente ebrio, inste al grupo a subir a su aeroplano poco podrían esperar que acabarían en una extraña mansión donde los adoradores de un Dios más antiguo que Occidente junto con sus adoradores y su sacerdotisa irán cazándolos uno a uno. Estos “Revividos”, que no están muertos sino en un letargo espiritual, necesitan de un vivo para volver a la vida; como la espectrología, otra forma de revivimiento, se manda al letargo de casi-muerto a los objetos sublimados para, en el futuro, revivirlos en una conformación pseudo-novedosa. Pero estos revividos, cargados de la ideología de su tiempo pasado, vienen cargados de su visión del mundo: el racismo y el sexismo están cargados con tintas renovadas que no se veían ‑o, al menos, no tan evidentemente- desde hacía ya varias décadas atrás; cuando se revive el pasado de los espectros con ellos, salvo que medie su reimaginación, se reencarna su ideología.
La novela de Ralph Barby no es más que una hija media de su tiempo y condición: una escritura acelerada, bien asentada en su mediocridad, que aporta un obsesivo y un familiar ‑al menos, para los 70’s- contexto socio-cultural específico. De éste modo la espectrología, o hauntology, se presta como ejercicio para traer de nuevo al candelero lo que estuvo de moda y se agotó sino que también, en tanto no se adecua a los tiempos, revive su condición ideológica subyacente. Es por eso que los espectros son un arma de doble filo ya que no sólo no permiten una adecuada evolución, ya que no permite una adecuada mímesis apostando por un simulacro literalizado, sino que también es capaz de despertar el terror de ideologías ya dormidas; de pensamientos ya en decaimiento. No existe espectro en el mundo que deba ser traído al mundo sin contextualizarlo en su nuevo medio.
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