Voodoo Child, de Weston Cage & Nicholas Cage
A pesar de que vivimos en la era de la información, que para conocer cualquier cosa en su nivel de entendimiento más básico sólo necesitamos hacer una simple búsqueda que nos lleva unos pocos segundos, seguimos desconociendo gran parte del mundo que nos rodea. En un sentido geográfico desconocemos que hay más allá de los países más llamativos y poderosos, ya no digamos incluso las ciudades que en estos se contiene a parte de las más importantes, y de las religiones a veces parece como sí creyéramos que todo empieza y acaba en el cristianismo y el budismo; el desconocimiento candente al respecto del mundo que nos rodea es tan profundo que apenas sí podemos decir que conozcamos lo que acontece en nuestro tiempo. Es por ello que ha tenido que venir Nicholas Cage para explicarnos a través de su histriónica visión del mundo que acontece en lo más profundo de éste.
Para conseguir sacarnos de nuestra ignorancia intolerable parte con su hijo, el no menos histrión Weston Cage, a crear un super-héroe moderno que sea creíble y, particularmente, se ocupe de los problemas de la gente común. A partir de esta premisa deciden hacer un retrato de la ciudad de Nueva Orleans post-Katrina en el cual acontece un terror más profundo que el presente, una situación que deviene heredada desde el principio de los tiempos: el esclavismo que hoy ha resucitado por la situación de caos que gobierna en la ciudad. Para enfrentarse contra esta peligrosa amenaza nos presentará la historia de Voodoo Child, un super-héroe basado en las creencias de la magia vudú, como ya bien indica su nombre, que se dedicará a asesinar en nombre de Dios para así liberar a su pueblo de las opresivas garras de los monstruosos hombres blancos que pretenden destruir la paz de su comunidad. De éste modo la historia se convierte en un tour de force de mentiras y conspiraciones, políticas y religiosas, en las cuales la verdad y la mentira están tan íntimamente ligadas que sólo se conocerán cuando ya casi sea demasiado tarde para impedir una catástrofe racista sólo equivalente a las que ya acontecerían dos siglos atrás.
Ahora bien, el interés radical de la obra no se nos sitúa exactamente a través de las acciones de Voodoo Child, apenas sí una marioneta de otros poderes mayores, sino en la dinámica propia de la ciudad: la protagonista absoluta del cómic es Nueva Orleans y sus gentes. Constantemente se nos bombardea con información de como es la ciudad, como se siente, que acontece y que podría (o no) acontecer en el seno de la misma, convirtiéndose en una general visión psicogeográfica de la ciudad que estuvo en la boca de todos durante un buen puñado de meses, pero nadie se encargó verdaderamente de intentar salvar. Es por ello que en la ciudad se entrecruza el esoterismo con la mafia, la oscuridad con la fiesta desenfadada, en una ciudad que parece estar perpetuamente más allá de toda lógica racionalista que le suponemos a Occidente: Nueva Orleans es la ciudad donde la fiesta es perpetua, pero el misticismo se oculta también detrás de cada esquina. La ciudad del vicio es también la ciudad más piadosa posible, convirtiéndose casi en una caricatura de lo que Georges Bataille hubiera considerado algo así como un auténtico hogar intelectual, un lugar donde el sinsentido se cristaliza como único sentido posible para cada momento de la existencia diaria.
Si Nueva Orleans es el cuerpo que exploran de forma sistemática los Cage, entonces el vudí será el espíritu que insuflan como propio a cada pliegue extraño que este cuerpo produce tras de sí. La presencia constante de la beatitud, de una necesidad de encomendarse a los dioses por parte de los agentes meramente mortales, pero también la presencia de rituales vudú que producen extraños efectos en el mundo al traer de vuelta criaturas de más allá de la muerte ‑o como estas se dan en audiencia indeseada contra un Barón Samedí excesivamente cruel para lo sardónico que se le supone en la religión- son la constante más evidente del cómic. Todo cuanto acontece no tiene nada que ver con orígenes propios de un super-hombre ‑como Super-Man, no en un sentido nietzschiano‑, sino que todo cuanto acontece deviene precisamente por los acontecimientos de una religión cuyos dioses están más vivos que sus propios adoradores. Si Dios ha muerto es porque sus adoradores eran una fuerza reactiva que en nada creían salvo en la muerte, al revés de los dioses del vudú que imponen una estricta doctrina en la que todo hombre debe desear vivir cada día de su vida como si fuera el último: Nueva Orleans, cuna del vudú, ciudad de lujuria de vida; el vudú es precisamente eso, la oposición de dejar en paz a los muertos porque de hecho sólo se puede aceptar que el único estado aceptable es siempre el de la vida misma.
¿Y qué pinta en todo esto Voodoo Child? Ser una mera comparsa de los acontecimientos propios que acontecen en una ciudad que va más allá del sentido, de la lógica occidental estricta. La magia que se transluce de cada rincón de la ignominiosa Nueva Orleans es lo más importante, si es que caso no lo más importante, que acontece durante todo el cómic. Su historia es la historia de como el hombre blanco intenta destruirlo, como las fuerzas del mal pretenden imponerse usando una fuerza reactiva para su propio beneficio denegando la muerte y no aceptándolo como un tránsito natural necesario para que tenga sentido la vida; todo el que es malvado aquí, lo es en un sentido cristiano. He ahí el puñetazo que nos propinan los Cage, pues lo único que han hecho a lo largo de sus seis números es subrayar de forma constante por qué nuestro Dios ha muerto mientras los señores del vudú protegen a los suyos como los cachorros que sólo saben vivir en un eterno estado de éxtasis en el mundo.
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