Todo es político. Partiendo de tal premisa, cualquier análisis que pretendamos hacer al respecto de la realidad se verá siempre pre-configurado no sólo por nuestras posiciones políticas, sino también por las disposiciones de tal clase que estén insertas per sé en nuestro objeto de estudio. Siempre que pretendamos hacer un análisis al respecto de lo real, de lo que acontece, hablaremos de las cosas en tanto son percibidas al pasarlas por un filtro establecido de ante mano a través del cual lo analizamos; por supuesto, nuestra responsabilidad es hacer que el filtro manipule la imagen en la menor medida posible. O en dejar dispuesto de forma consciente la existencia de ese filtro. La política no puede tener ningún propósito finalista absoluto, premura en su objetividad, presunción de verdad o solución unívoca ante los hechos, porque ésta siempre se nos da como un juego de fuerzas fractal: cada juego de fuerzas crea una nueva disposición de juego de fuerzas ad infinitum.
La presunción de la imposibilidad de una verdad política que vaya más allá del aquí y ahora, de una cierta pragmática realista de lo que funciona en cada caso, pues ningún acto funciona igual dos veces, sería lo que desarrollaría Park Chan-wook en su guión de The Anarchists, aunque dirigido por Yu Yong-sik, donde desvela lo que en el resto de su filmografía son insinuaciones que, no por evidentes, dejan de ser oscuras: su posición política.
The Anarchists es un drama político —aunque con unos ligeros contrapuntes de comedia, heredados del cine japonés (por ejemplo, Seijun Suzuki), que sirven para aligerar la asfixiante atmósfera ideológica— que nos conmina a seguir la vida de una célula anarquista contra la ocupación de Corea por parte de Japón. La confrontación, imposible; las simpatías, con los anarquistas —las cuales se nos dan por un retrato no sólo amable, para lo cual sirven también los insertos de humor, sino también heróico: sus dudas, problemas económicos y pequeñas tradiciones son base esencial de la historia, y de su humanidad — . Lo sorprendente del libreto de Chan-wook es como, a través de la construcción de unos personajes fundados a partir de una caracterización humana, pues son individuos antes que anarquistas o terroristas, consigue hacer que simpaticemos con la causa beligerante de unos hombres guiados por la violencia como única salida posible para su situación. Aunque el retrato humaniza al anarquista, nuestra empatía acontece hacia ellos «por», y no «a pesar de», su anarquismo.
¿Por qué la violencia de éstos personajes no nos repele? Porque su violencia se ve legitimada por su situación: hacen uso de una violencia divina. Ellos se oponen ante el estado no sólo por estado, sino porque está destruyendo la vida de sus congéneres: la violencia divina de los anarquistas es la oposición, quizás fútil, quizás absurda, contra la violencia mítica erigida por parte de un estado que se ha declarado en monopolio de la violencia. Si es mítica la violencia estatal, es por ese monopolio; si alguna vez en el tiempo hubo una razón por la cual pensar que la violencia debía ser monopolizada por el estado, ese tiempo ya pasó a ser parte de lo mítico: no tiene sentido como razón suficiente para el presente. Ningún hombre vivo puede conocer los motivos por los cuales se monopolizó la violencia. Es por eso que, en tanto el estado decide unilateralmente las cuestiones de la vida de los hombres —no sólo el uso de violencia, sino como deben vivir sus vidas haciendo uso de ésta violencia, bien sea física (la policía) o simbólica (las leyes) — , éstos están legitimados a defender sus intereses particulares contra el estado haciendo uso de una violencia nacida del seno de su propia soberanía: la violencia divina.
Los anarquistas del título se oponen a las disposiciones míticas del estado, asumiendo que la única forma legítima de política es aquella que es discutida por aquellos hombres que existen en un determinado momento de la existencia. Quizás en el pasado la violencia debía ser monopolizada por el estado, pero no tiene por qué serlo ahora. Por eso es absurdo pretender reducir todo debate político al «ha sido así siempre» o «esas son las normass» cuando, de hecho, éstas no están impulsadas por un derecho natural o divino que se da como acontecimiento inviolable —ya que si lo fuera no sería, de entrada, violable— en tanto se erigen sobre una base mítica. Sobre lo que otros hombres han creído que era lo mejor para sí mismos.
Park Chan-wook representa en guión lo que en sus películas ha sido, en último término, una linea de acción tan constante como subterránea. Ha confrontado la necesidad de re-pensar las condiciones políticas de la justicia (Sympathy for Mr. Vengeance, Oldboy, Sympathy for Lady Vengeance) y de la disposición de las mentes (I’m a Cyborg, But That’s OK), de los cuerpos (Stoker, Third) y los sentimientos (Joint Security Area), además de la crítica de las convenciones sociales nacidas de la ideología desde el nacionalismo hasta el incesto. En todas sus películas existe esa tendencia subrepticia hacia cuestionar la institución que crea una condición mítica en favor del pensador liberado de prejuicios, o que se hace consciente de sus prejuicios —en el cual Thirst es el ejemplo más evidente, en el tránsito desde el naïf pensamiento alejado de toda coyuntura real de un cura hasta la visión pragmática, pero profundamente cristiana, a través del vampirismo — , que se permite pensar lo que es más conveniente para sí mismo o su sociedad en cada momento de su devenir histórico. Lo que otros pensaron puede servirnos de guía, pero en tanto ya no podemos saber como se sentían ante ello es absurdo pretender articular nuestro pensar ignorando el presente.
La política cotidiana, aquella que se erige como una constante elección de las formas de vida en sociedad por parte de los hombres, no puede erigirse según ningún finalismo de raíz mítica, entendiendo mítico por un principio que se nos da desconectado de su origen espacio-temporal específico. Todo es discutible, todo debe ser puesto en duda. Y hasta que no asumamos con naturalidad la necesidad de cuestionarlo todo, seguiremos siendo el rebaño al cual guía el pastor según sus intereses, que rara vez coincidirán con los de nosotros, las ovejas, trasquiladas y temblando.
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