ultralógica

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Si la ul­tra­vio­len­cia es la vio­len­cia des­po­ja­da de to­do ca­rác­ter hu­mano, de cual­quier mo­ti­va­ción, de­jan­do só­lo la pu­ra fi­si­ca­li­dad de los cuer­pos en opo­si­ción nos en­con­tra­mos con un mun­do per­ver­so. El ul­tra­se­xo es una con­se­cu­ción de teo­re­mas de fric­ción y ter­mo­di­ná­mi­ca mien­tras la ul­tra­bo­tá­ni­ca nos ha­bla del pro­ble­ma de la re­sis­ten­cia de la tie­rra an­te la fuer­za de las raí­ces. En el peor de los ca­sos nos que­da­ría la ul­tra­ló­gi­ca, en­ten­der to­do co­mo las re­la­cio­nes ló­gi­cas de­trás de la ló­gi­ca; en­ten­der al­go que no exis­te, que no es­tá ahí. Lo ul­tra es al­go muy jo­di­do. Y eso es el nue­vo li­bro de Miguel Noguera, Ultraviolencia.

Joder. Me ima­gino a Miguel Noguera co­mo un tío muy ra­ro, un tío que tie­ne la ne­ce­si­dad de ha­cer una hi­gie­ne muy ex­tra­ña; muy ex­tre­ma. Al prin­ci­pio él só­lo se ten­dría que du­char na­da más le­van­tar­se, con mu­cha fuer­za, muy fuer­te, pa­ra de­jar­se bien lim­pio. Después iría pro­lon­gan­do el ri­to de pu­ri­fi­ca­ción. Primero uti­li­zó su­po­si­to­rios pa­ra el es­tre­ñi­mien­to, pa­ra lim­piar tam­bién sus in­tes­ti­nos de for­ma in­ten­si­va. Después in­du­cir­se el vo­mi­to, no pue­des de­jar el es­to­ma­go así, de bue­na ma­ña­na, to­do lleno de des­per­di­cios. Después pro­gre­si­va­men­te echar­se co­li­rio, la­var­se los dien­tes con le­jía, yo que se, co­sas muy jo­di­das. Finalmente se de­di­có a lim­piar su men­te es­cri­bien­do ideas muy ex­tra­ñas, muy per­tur­ba­das, pa­ra así po­der es­tar del to­do lim­pio, ¿sa­béis? Después de acu­mu­lar mu­chas su­pon­go que no le que­dó más re­me­dio que ha­cer un li­bro con ellas y pu­bli­car­lo, co­mo un mo­do de ter­mi­nar ese ri­to de hi­gie­ne, un mo­do de sen­tir­se ab­so­lu­ta­men­te lim­pio. Es una co­sa muy ex­tra­ña, pe­ro yo me lo ima­gino así.

El li­bro lo ha sa­ca­do Blackie Books. Gente con el lo­go de una pe­rri­ta, la pe­rri­ta blac­kie, es ado­ra­ble. Ellos cui­dan mu­cho sus li­bros, siem­pre son de ta­pa du­ra y de pa­pel bueno, se­gu­ra­men­te por­que son bi­blió­fi­los. Gente muy ex­tra­ña que le gus­ta fro­tar­se con los li­bros, aca­ri­ciar­los, be­sar­los, co­sas así, co­sas muy se­xua­les. Esa cla­se de co­sas. Mientras leen los li­bros los ha­cen su­yos, es to­do muy obs­ceno, no sa­bría ex­pli­car­lo. Son to­do ideas al tun­tún sal­va­jes, hay mu­chas, co­mo una eya­cu­la­ción muy fuer­te don­de pri­ma que sea mu­cho; un buk­ka­ke li­te­ra­rio. El li­bro es co­mo un pol­vo muy vio­len­to don­de hay hos­tias y fric­cio­nes, to­do muy cal­cu­la­do, to­do muy fí­si­co, pe­ro de­ja­do al ai­re. A ve­ces fa­lla el ti­ro, a ve­ces las ideas no cua­jan, se que­da en unas go­ti­tas na­da más. Otras ve­ces se des­bor­da de un mo­do muy fuer­te, muy in­sano, una co­sa que ha­ce mu­cha ri­sa pe­ro in­clu­so da has­ta un po­co de mie­do. Un pol­vo muy du­ro con el li­bro, uno me­ta­fó­ri­co pe­ro muy fuerte.

Al fi­nal lo ul­tra es al­go así co­mo la fí­si­ca de la pe­ne­tra­ción, ¿no? Es un po­co co­mo el mi­rar que hay de­trás de to­do, ex­plo­rar los lí­mi­tes de lo que se pue­de de­cir. Es muy ra­ro, es­tá en­tre lo que po­dría ser y lo que es siem­pre mi­ran­do des­de den­tro; no hay ex­pli­ca­ción, son to­do imá­ge­nes. No tie­ne sen­ti­do, es una gran lo­cu­ra. Es co­mo un mon­tón de imá­ge­nes vio­lan­do tu ce­re­bro, co­mo un emi­nen­te psi­quia­tra co­mien­do mier­das de ga­to. No sé, no tie­ne sen­ti­do. Es en la ló­gi­ca, no en el mundo.

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