Hablar de la escena emo de la Bay Area sonará, al menos a una mayoría no ilustrada en los recovecos propios de todo lo que implica realmente el sufijo -core, como algo de lo cual huir como de la peste bubónica. Eso, en el caso, de que siquiera supiera de que estamos hablando. En cualquier caso, es un supuesto lícito pensar en jóvenes de flequillos ladeados de lánguidas caritas que intentan seducir a jóvenes no menos ladeadas en languidez por su incapacidad social pero, aún pudiendo arrancarles de la decepción, o de que no haya servido de nada como introducción al horror si no sabían nada sobre ello, hoy hablaremos de lo que sucedía allí en los 90’s. En ésta época se articularía como un tiempo mítico donde hacer cierta clase de música, como es el caso del emo, suponía conjugar en un sólo punto los cuatro elementos que tienden articular como propios los esnobs musicales de más excluyente gusto: criterio estético, técnica impecable, capacidad de síntesis y personalidad.
Hablar de ciertos movimientos no sólo implica circunscribirse a los trabajos que firmarían un número específico de grupos que podríamos denominar como estándar —cosa que, aunque harto interesante, sería metodológicamente insuficiente — , sino también articular el discurso a partir de ciertas rara avis que se articularían como discurso ideal del género. Si bien lo común es necesario para entender los movimientos del tiempo, lo excepcional es lo que explica sus actos.
Portraits of Past serían un ejemplo paradigmático de la excepción que sirve de luz guía, ya que cultivarían en su seno los caracteres propios de lo que buscaría articular todo grupo emo. Un sonido oscuro articulado desde una perspectiva personal, una técnica depurada llevada hasta la sencillez sólo simple en apariencia y la inclusión de un levemente hermético discurso filosófico, serían los caracteres que buscarían imitar aquellos que los tomarían por referencia ineludible para su historia artística: lo que los más explícitos Tristan Tzara o The Kodan Armada articularían como auténticos desafíos intelectuales desde el underground, ya estaba presente en 01010101 de forma soterrada en acto y forma. Su culto, entendiendo culto en un sentido auténtico: como adoración mística, nace de la capacidad de componer una mitología de formas que se erige como método de aprendizaje a través del cual alcanzar un ideal no-absoluto, pero sí de carácter universal, de lo que debería ser el carácter emocional del género.
En lo técnico, la referencia hacia su propio sincretismo se nos daría desde la misma obsesión particular que han demostrado sentir por las formas estéticas de su discurso: cuando no parecen oscuras por ininteligibles, es porque han conseguido rebajar el entendimiento de lo complejo hasta lo accesible. No simplifican el discurso, sino que facilitan su penetración en él a través de un hilar más fino sus propiedades. He ahí que, si hablamos sobre la técnica, se nos presentan como un alucinado viaje hacia los abismos insondables de una oscuridad que podemos palpar en cada paso: las guitarras con riffs sencillos sirven para articular una pared de gritos guturales, quizás avernales, que se presentan en perfectos cambios de ritmos que permiten hacer tránsitos imposibles entre diferentes estados anímicos dentro de la propia canción. Un buen ejemplo, por radical, sería el de Snicker Snicker donde acaban por sintetizar diferentes melodías, ritmos y escalas para hacer, en un movimiento maestro, un cruce asombroso de accesibilidad: cualquiera puede comprender lo melódico que contiene la canción, pero sólo un melómano encallecido puede apreciar todos los pequeños matices, los breves giros que permutan en su interior, que contiene.
Cuando hablamos del estilo de Portraits of Past, lo hacemos desde la perspectiva de su capacidad para estar siempre dándose tres pasos por delante de lo que damos por conocido en el género. Y es así porque, de un modo palmario, no sería atrevido afirmar que su idealidad discurre por el género como la sangre que permite su existencia: puedes intentar extraerla para analizarla, pero para cuando intentes volver a introducirla la que circule ya será otra sangre.
En el aceptar su carácter ideal, herético para con su tradición, podríamos aprehender sino bien la práctica de su propio acto místico, sí al menos la comprensión de como se produce esa extraña ascensión hacia un fluir mayor que lo contenido en él; sólo analizando su capacidad constante de transformación y refinación, de devenir y pulir, de presentimiento y abrillantamiento, es posible entender como se convirtieron en la sanguinolenta estrella polar de su propio género. Aunque siempre permanecen lo más al norte posible del mismo, sirviendo como guía para aquellos que quieran poder aproximarse, también están en lo alto inalcanzable de unos cielos que van más allá de la imaginación. Es guía e inalcanzable, un momento de ensoñación.
Si hablamos con reverencia de 01010101, hasta el punto de situarlo concomitante con lo sagrado, es porque en él encontramos el carácter místico que debemos exigir a la música en tanto pretensión artística: conseguir conjugar lo que es y lo que podría ser, cuadrar el círculo, para así componer un todo coherente que dirija su sentido de forma inequívoca hacia el significado que pretende transmitirnos. O al menos, un significado que no pueda ser contradicho desde la obra misma. Por eso la cohesión entre la técnica y la estética, que se entrelazan hasta el punto de presentarse siamesas ante nuestro escalpelo, provoca que el conjunto resulte natural, sencillo, quizás incluso algo obvio, en tanto su mensaje se transmite con la perfecta claridad que sólo puede darse en la perfecta armonía nacida de la perfección. Perfección no absoluta, sino ideal; una perfección que es perfecta para sí misma, pero sólo sirve de guía y no como dogma para todo aquel que pretenda continuarla.
Como vara de medir, Portraits of Past nos dan la cifra exacta de la armonía que puede alcanzar cualquier grupo de screamo al pretenderse erigir como parte del género. La santa sangre del emo nace de su viscoso fluir hacia la armonía.
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